Resumen

El discurso público sobre terrorismo comete con frecuencia un tipo de falacia por generalización que consiste en acusar a alguien de terrorista sobre elementos no suficientes ni representativos. Subespecie de la clásica secundum quid, este articulo la estudia bajo la denominación ad terrorem. A los manifestantes antigubernamentales, a los disidentes, a los rebeldes, a los vándalos, se les llama terroristas. Pero el terrorismo es un fenómeno que posee rasgos múltiples, todos ellos necesarios. Estas falacias esconden en su inferencia ―el nexo que une las premisascon la conclusión ―una definición del terrorismo sesgada por intereses ideológicos cuyo fin es la justificación del poder. Con ellas se criminaliza y denigra, e inevitablemente se produce un efecto aun más perverso: trivializar el terror. Aparte, la falacia ad terrorem se ha convertido en un indicio de la conciencia democrática de quien la comete y una señal de la constitución del terrorismo en emblema contemporáneo de lo abominable.