Resumen

El conjunto de arte rupestre de Isla de Mona (nombre indígena Amona), en su mayor parte relacionado con la dilatada ocupación indígena, es uno de los más diversos y abundantes de las Antillas. Desde el año 2013, nuestro proyecto se focaliza en la historia indígena de la isla, reelaborando los trabajos anteriores realizados por el Dr. Ovidio Dávila Dávila durante los años 80 y 90 y el Dr. Irving Rouse en los años 30 del siglo xx. En este artículo consideramos algunos aspectos de las prácticas subterráneas que quedaron marginadas porque difieren de lo que normalmente consideramos como arte rupestre. En Mona la morfología de las cuevas y las características de las superficies subterráneas fomentan actividades ocultas que incluyen las interacciones con sustancias minerales y distintas formas de dejar imágenes y marcas, y de transitar el espacio. En particular analizamos la práctica común de trazar huellas digitales en los carbonatos suaves y pastosos de las paredes usando las manos, una técnica que observamos en las áreas oscuras de 30 de las aproximadamente 70 cuevas que hemos visitados de un total de 230 cuevas conocidas en la isla. Estos grabados hechos con los dedos, a la misma vez que dejaron huellas negativas y blanquitas, el arte rupestre, también removieron sustancias en actividades acordes a la minería, y a lo que nos referimos como el arte-minería. El arte es minería y la minería es arte. En vez de enfocarnos en las representaciones, nos centramos en la mayoría de las marcas que no son imágenes. Este trabajo es un aporte a los estudios de diferentes partes del mundo donde la relaciones entre el arte rupestre, las cuevas, el uso de minerales subterráneas, y los estados ampliados de conciencia forman ensamblajes dinámicos, conectando Mona con otros espacios subterráneos antillanos, además de con las áreas continentales del centro y norte de América.