Ciencia y Sociedad, Vol. 29, No. 4, 2004 • ISSN: 0378-7680 • ISSN: 2613-8751 (en línea) • Sitio web: https://revistas.intec.edu.do/

BETANCES, MERINO, LUPERON: PROFETAS DE LA ANTILLANA COMBATIENTES DE NUESTRA LIBERTAD

BETANCES, MERINO, LUPERON: PROPHETS OF THE ANTILLANA, COMBATANTS OF OUR FREEDOM

DOI: https://doi.org/10.22206/cys.2004.v29i4.pp648-671

INTEC Jurnals - Open Access

Cómo citar: Ojeda Reyes, F. (2004). Betances, Meriño, Luperón : profetas de la antillana, combatientes de nuestra libertad. Ciencia y Sociedad, 29(4), 648-671. https://doi.org/10.22206/cys.2004.v29i4.pp648-671

Resumen

Intentaremos escudriñar un tema pobremente estudiado por los investigadores de nuestra región: la pasión del doctor Betances por la libertad e independencia del pueblo dominicano. Los vínculos con el mundo de Quisqueya serán examinados a la luz de un conjunto de documentos inéditos que desde 1920 se encuentran en manos privadas. Se trata de un valioso libro copiador de cartas con los hombres de gobierno de la República Dominicana. Sobresalen. entre otras. las misivas del doctor Betances dirigidas a Gregorio Luperón. Fernando Arturo de Meriño. Ulises Heureaux y Eugenio Generoso de Marchena.


Palabras clave:

Betances. Meridio , Luperón. antillanismo. independencia dominicana.

Abstract

We will try to scrutinize a topic poorly studied by researchers in our region: Dr. Betances passion for the freedom and independence of the Dominican people. The links with the world of Quisqueya will be examined in the light of a set of unpublished documents that since 1920 are in private hands. It is a valuable book copying book with the men of government of the Dominican Republic. They excel. among other. Dr. Betances's letters addressed to Gregorio Luperón. Fernando Arturo de Meriño. Ulises Heureaux and Eugenio Generoso de Marchena.


Keywords:

Betances. Meridio, Luperón. antillanism. Dominican independence.

 

Hoy es un día muy especial para nosotros. No sólo por­que le rendimos homenaje de admiración y respeto a la figura cumbre del patriotismo puertorriqueño, sino porque lo hace­mos conjuntamente con ilustres colegas de las Antillas her­manas. Efectivamente, hoy es un día muy especial, pues nos congrega en este recinto el sentimiento de la solidaridad entre los países de la región del Caribe, esos países nuestros a los cuales dedicó el doctor Betances sus mejores esfuerzos, sus mejores servicios.

Además de Padre de la Patria puertorriqueña, todos cono­cen a Betances como El Antillano. No puede tener apelativo más apropiado. El concepto de la antillanidad es tan real , tan vital, tan urgente para Betances que todas nuestras tierras pa­recen una, no importa la lengua que hablen. Tanto que estando en Haití estaba en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. Sin haber podido volver a pisar tierra puertorriqueña después de 1867 y sin haber estado jamás, jamás en Cuba, desde Haití o desde San Thomas, desde Santo Domingo o Curazao, desde Inglaterra o París, el único norte de su vida es la libertad, no sólo política sino humana, de los esclavizados hijos de todas las Antillas.

Médico cirujano egresado de la Universidad de París, Ra­món Emeterio Betances (1827-1898) interviene en múltiples campos de la medicina y de la ciencia. Escribe sobre obstetri­cia, urología y oftalmología, trabaja e investiga las causas del aborto y los orígenes del tétano, hace experimentos con la fibra del ramio, promueve la salud pública y es un abanderado de la higiene y la vacunación. Primer secretario de la embajada dominicana en París, delegado en Europa de la República de Cuba en armas, benefactor de la hermana República de Haití y defensor tenaz de la independencia filipi na. Hombre de una sola pieza, Betances cultiva el periodismo, escribe poemas, es novelista, diplomático, abolicionista e internacionalista , pro­mueve nuestro Grito de Lares, vive enamorado del proyecto confederativo antillano y nunca deja de pensar en el mejora­ miento general de los pueblos del Caribe.

En esta ocasión voy a tratar de escudriñar un tramo de su vida en espera de nuevos estudios, en espera de mayor inves­tigación: su compromiso con la libertad e independencia del pueblo dominicano. Pero por favor no me vean cual agente de una cofradía cultural misteriosa o antagónica. Yo no ven­go a esta casa de hermanos a hacer alardes de conocimientos en la historia del Caribe. Sin embargo, sería deplorable ig­norar, pasar por alto, todas las gestiones que el impenitente revolucionario de Cabo Rojo hizo por esta patria de sus an­tepasados.

Resulta pertinente añadir que los vínculos con el mundo de Quisqueya serán examinados a la luz de un conjunto de docu­mentos que desde 1920 se encuentran depositados en manos privadas. Se trata de la Colección Giusti, un valioso libro co­piador de cartas que la viuda de Betances, Simplicia Isoli na Jiménez Carlo (1842-1923), regala a esa familia de San Juan en agradecimiento por su ayuda para que ella pudiera trasladarse a Puerto Rico, junto a los restos de su esposo. La colección goza de incalculable valor. Reúne 299 folios que abarcan 169 cartas suscritas por el doctor Betances, la inmensa mayoría de ellas desconocidas hasta el momento.

El libro copiador corresponde a los años 1883 -1884 y es principalmente un epistolario con los Azules, aquellos patrio­tas de antaño que supieron garantizar la independencia de la nación dominicana. Sobresalen, entre otras, las misivas dirigi­das a Gregorio Luperón , Femando Arturo de Meriño, Ulises Heureaux (cuando era patriota, claro está),1 Eugenio Generoso de Marchena, Casimiro Nemesio de Moya, Jacobo Pereira, Vi­cente Flores y Eliseo Grullón. Puntualicemos ahora un hecho importante. El doctor Be­tances es hijo de padre dominicano en madre puertorriqueña. Mucho más, para el tiempo de esas cartas, en un acto de de solidarización total con España, Betances renuncia a la ciuda­danía metropolitana para abrazar la ciudadanía dominicana. También, en los documentos a los que hacemos referencia. Betances fija en 1861 el inicio de sus gestiones de solidaridad con el pueblo dominicano.2 Es decir, en los momentos cuando el presidente Santana decreta la anexión a España.

No quepa la menor duda, los independentistas de Puerto Rico siguen de cerca el proceso restaurador dominicano. Por las calles de nuestro país circulan manuscritos furiosos en so­lidaridad con el pueblo de Quisqueya. Conmueve y es motivo de satisfacción saber que aquellos pasquines clandestinos ex­hortan a la rebelión de las milicias que el gobierno colonial se dispone enviar a Santo Domingo en auxilio de las tropas es­pañolas. Por su estilo y posición ideológica no cabe la menor duda de que algunas de esas piezas sediciosas responden a la pluma del doctor Betances.

Estamos viendo entonces cómo, desde principios de la dé­cada del 1860, comienza a evidenciarse una de las premisas estratégicas más importantes del pensamiento político be­tancino: el antillanismo militante. No ponemos una pica en Flandes si decimos que la intervención de España en Santo Domingo, junto a los generosos servicios que privadamen­te presta a la República Dominicana en los momentos de la Guerra de la Restauración, precipitan su segundo destierro de Puerto Rico.

Durante esos días de extrañamiento, en la aledaña isla de San Thomas, el general Melitón Valverde le extiende nom­bramiento de agente diplomático de la República Domini­cana en París y Londres. Lamentablemente, la representación diplomática no puede material izarse. Y Betances regresa a Puerto Rico cuando se decreta la paz en esta hermana tierra de Quisqueya.

Bueno sería añadir ahora que al igual que en las guerras independentistas cubanas del siglo diecinueve, los fusiles de Betances, es decir, las armas del movimiento independentista puertorriqueño también se emplean en la República Domini­cana para combatir la dictadura de Buenaventura Báez, cuan­do el pueblo de Quisqueya inicia suena de seis años contra la anexión a Estados Unidos. No debe extrañarnos, entonces, que a principios de la década del 1880 a Betances se le nombre primer secretario de la Legación de la República Dominicana en Francia y encargado de sus negocios en las ciudades de Londres y Berna.3 En tal capacidad ayuda a mercadear los pro­ductos dominicanos en Europa, intenta desarrollar un puerto franco en la bahía de Samaná, colabora en el establecimiento del cable submarino internacional que comunicaría a Quis­queya con el resto del universo y dedica grandes esfuerzos a la institucionalización del Banco Nacional de la República Dominicana.

Los documentos de la Colección Giusti ponen de relieve, entre otras tareas, una muy especial que se echa sobre sus hombros el doctor Betances. Buena parte de su tiem­po lo emplea en socorrer a jóvenes antillanos residentes en Francia. Betances los asesora económicamente, vela con esmero por su salud y los ubica en distintas instituciones educativas de Europa. En carta al general Gregario Luperón esto dice nuestro héroe nacional : "Figúrese que estoy encargado de unos diez muchachos distribuidos en diferen­tes colejios : puertorriqueños y dominicanos. Cuando tenga doce los haré apóstoles; y si el diablo no se lleva a España ¡que me hunda!".¡ Jacobo Luperón es uno de esos jóvenes a quien Betances guía y asesora en sus estudios. En cierta ocasión, al padre del adolescente, al expresidente amigo le dice: "Jacobo está, como le dije, muí crecido. Lo he hecho entrar en Ja Institución Jauffrey donde han prometido tenerlo listo para el bachillerato dentro de pocos años".5 Algo bueno saldrá de ese muchacho. piensa Betances. Mientras tanto, observa con atención el esfuerzo de Jacobo en sus estudios y el marcado progreso académico que en poco tiempo logra. Pero lo que más le atrae del hijo del famoso gue­rrero dominicano es que se hace querer mucho. Los documentos de la Colección Giusti dan la impresión que Jacobo es el hijo biológico que Betances nunca puede tener. En varias ocasiones defiende al adolescente de las fuer­tes críticas del general : "Jacobo sigue bien de salud ... Le he mandado el párrafo de su carta que me parece un poco dura", apostilla Betances en mensaje a Luperón . Acto seguido, reitera con mucha tranquilidad: "Es bueno estimularlo pero no desesperarlo. No se puede exigir de ese niño más de lo que hace . .. Esa inteligencia fina, delicada, penetrante i ese carácter reservado y decente necesitan muchos cuidados y no deben ser atropellados". 6 Franco, firme, sincero, Betances le habla al soldado restaurador en el lenguaje de un hermano generoso.

Protegido de Betances es también el joven Emilio de Mar­chena, quien luego de revalidar sus títulos académicos logra matricularse en las escuelas de medicina de Francia.8 Hay un momento, sin embargo, en que Betances se muestra pre­ocupado. A Emilio no le quedan dineros. Es importante que la familia envíe la ayuda indispensable, pues "si salgo de París", escribe Betances, "quedaría el estudiante sin los recursos necesario s".

Emilio es hijo del ministro de Hacienda y Comercio, Eu­genio Generoso de Marchena , quien lanza su candidatura a la presidencia de la República durante la campaña electoral de 1 892. Pero como era de esperarse, Marchena sale derrotado gracias al fraude fomentado por Heureaux. En represalia , el candidato derrotado ordena congelar todos los activos que el Presidente tenía depositados en el Banco Nacional, institución que Marchena administraba. Seguidamente ,Heureaux lo hace apresar y después de tenerlo encarcelado durante un año, lo fusila a fines de 1893. Se comete así uno de los crímenes más execrables de la dictadura (1886-1899).

Para Betances, Heureaux es "un salvaje" que posee una capa muy fina "de barniz de civilización ". Nuestro héroe na­cional desconfía de Heureaux. Y para disputar su gobierno le propone a los cubanos y puertorriqueños de Nueva York ir a Santo Domingo a establecer una base de apoyo en donde ha­brían de montarse las expediciones que liberarían a Cuba y Puerto Rico del coloniaje español :

Ah ¡si la Junta Revolucionaria de Nueva York ... hubiera querido comprender mi plan! Hacer entrar á Sto. Domin­go en la revolución  tener la bandera en el mar; sublevar luego á Pto. Rico  luchar las tres islas juntas ... no! eso no era delirio;  todavía lo creo que si se hubiera hecho esa combinación tan fácil entonces hoy serían independientes las dos Antillas ...

Al doctor Betances se le nombra primer secretario de la Legación Dominicana en Francia precisamente cuando la Re­pública está bajo la presidencia de Femando Arturo de Meri­ño. Durante ese bienio (1880-1882), el puertorriqueño utiliza con gran efectividad los canales diplomáticos. Su voz se hace sentir, incluso en el Vaticano, gestionando la designación de Meriño como Arzobispo de la Nación Dominicana.

Pero ¿por qué un libre pensador de ideas tan radicales promueve el nombramiento arzobispal de un hombre tan compromet ido con la Iglesia? 1 2 Presidente de la República, educador, escritor, orador y político, Meriño se ordena de sacerdote en 1856. Un año más tarde, es electo diputado al Congreso y en 1858 sirve en la Catedral de Santo Domingo, donde los feligreses admiran su palabra fogosa, tierna, pode­rosa, persuasiva.

Betances conoce a Meriño mucho antes del Grito de Lares, cuando Meriño predica en Mayagüez, luego de ser expulsado de su país por la valiente postura que asume al condenar la anexión de la república a España durante la presidencia de Santana. En carta a José Francisco Basora esto dice Betances sobre Meriño:

Hombre de una virtud sin manchas, de sentimientos pu­ramente evangélicos ... de firmeza probada con Báez, de talento superior, este hombre está con nosotros porque nos quiere. porque estamós oprimidos y porque sus ideas, que son las del siglo, no pueden estar de acuerdo con la domi­nación española. Lo estimo y lo quiero sobremanera. Ya ves que un cura que obtiene de mí semejante declaración, debe tener algo que merezca ser considerado. Dispuesto a desembarcar con nosotros. Cuando queramos ...

 El padre Meriño, que llegaría a ser uno de los presidentes más admirados de la República Dominicana, es comisiona­ do por el independentismo betancino para investigar si había sido natural o no la muerte del boricua Segundo Ruiz Belvis en Yalparaíso. Y poco después, cuando se amplía el Comité Revolucionario de Puerto Rico, que sirve de cuerpo rector al proceso insurrecciona! que culmina con nuestro Grito de La­res, Meriño se integra como nuevo miembro. Es decir, que Meriño, venerado hoy como prócer por el pueblo dom inicano, forma parte de la alta dirección del movimiento revoluciona­rio puertorriqueño.

El arzobispo de la nación dominicana procede de una es­tirpe de hombres comprometidos con la independencia y la solidaridad antillana. En los días de su presidencia se abren las puertas del país, sin discriminación, a todos los que se hallan en el exterior. Meriño quiere establecer un gobierno donde im­pere la ley y se garantice la soberanía e independencia de la nación. No por eso flaquea ante la agresión externa. Todo lo contrario. actúa con mano dura, particularmente en los mo­mentos cuando desembarca la expedición del ex presidente Cesáreo Guillermo, avituallada por la Casa Gallart. de Ponce. y estimulada - como bien informa Jaime de Jesús Domínguez­ - por las autoridades españolas que consideran "indeseable" 14 la presencia del general cubano, Antonio Maceo Grajales, en suelo dominicano.

Interesado en reanudar la lucha armada por la independen­cia de Cuba, Maceo se hallaba en Puerto Plata donde sostiene, el 11 de febrero de 1880, extensa conversación con el general Gregario Luperón. Mientras, España sigue presionando a los dominicanos para que expulsen de su suelo al héroe legenda­rio, pero Quisqueya se niega a cumplir con las pretension es españolas.

Ya desde entonces Meriño anhela remediar el estado ruino­so en que se encuentra la hacienda dominicana. Interesa amortizar la enorme deuda externa que arruina al país. Para él esa responsabilidad es el asunto más embarazoso que enfrenta su gobierno, 15 una camisa de fuerza que genera serios inconvenientes:

Ya sabrá Ud.-escribe Betances-que el Rey de Holanda no recibió al Barón ... ¿Porqué ha sido ese desaire? No lo sé; pero me figuro que es porque la República. le debe $28,000 a S. M ... "Paga y serás considerado", dice el pro-verbio; i S. M... habrá dicho: "A los deudores, las espal- das"... La verdad en Holanda es también la verdad en In­glaterra; y á cada momento tropieza uno con la deuda domi­nicana que es un estorbo para todo. 

La desarticulación de la economía dominicana es notable. El "estorbo" de la deuda toma proporciones escandalosas. En Londres no se puede hacer nada sin reconocer el empréstito. "En cuanto hemos empezado allí á hablar de Samaná", confie­sa Betances, "nos han salido con el estribillo: 'Esto dependerá del arreglo del asunto Hartmont '.

¿Cómo se contrae la deuda externa dominicana? ¿A quién beneficia? El "asunto Hartmont", como lo denomina Betan­ ces, es una cuestión moralmente insostenible.

Desde que inicia su tercera ronda como presidente (2 de mayo de 1868), Buenaventura Báez necesita fondos para aplastar la amenaza de las fuerzas nacionalistas. Una vez más, Samaná se convierte en "manzana de discordias". Por la codi­ciada bahía la dictadura le pide al gobierno de Estados Unidos un millón de dólares en oro y $100,000 en pertrechos milita­res. Sin embargo, ante la imposibilidad de obtener un acuerdo inmediato, Báez comisiona a un agente suyo para tramitar el empréstito en Europa con un aventurero financiero que res­ponde al nombre de Edward Hartmont.

Es ese el origen de la deuda externa dominicana. En carta a Eugenio Generoso de Marchena, Betances dice: ''Mucho me alegro que empiece Ud. á ocuparse de la deuda de Londres. Esa deuda es un obstáculo para todo; y en Londres no se hará empréstito, no se harán negociaciones ... sino con la promesa de ocuparse del arreglo de este asunto''. 18 Desde París, lleno de magia y de misterios, Betances trabaja como nadie lo hubiera esperado por el mejoramiento económi­co, social y cultural del pueblo dominicano. Por él nos entera­mos de la llegada a la Catedral de Santo Domingo de un óleo magistral, atribuido a Murillo, 19 hallado, dice Betances, "en un Convento en España, muy deteriorado, pero ha sido tan perfectamente restaurado en París que los peritos más distinguidos lo consideran como salido del taller del célebre maestro español. Este cuadro lo debe la Catedral dominicana a la munificencia de nuestro representante en París y en Lisboa, el Sr. Barón de Almeida ...

Por otro lado, el monumento a Cristóbal Colón que desde 1886 se levanta frente a la Catedral de Santo Domingo, tiene que asociarse a las múltiples gestiones que nuestro héroe nacional lleva a cabo en la capital francesa. Los documentos de la Coleccion Giusti ponen de relieve que el 30 de octubre de 1 883 al Dr. Betances se le nombra representan te en París del Ay untamiento de Santo Domingo. Betances tiene la enco­mienda de contratar y hacer cumplir el convenio que se tirma con el escultor Ernesto Guilbert, 21 encargado de ejecutar tan importante proyecto con motivo del cuarto centenario del lla­mado descubri miento de América.

 El 12 de noviembre de 1883 Betances le pide a los do­minicanos que envíen la primera remesa de dinero para ali ­mentar el entusiasmo del escultor que vive "'de carne, sopa y legumbres como los demás cristianos".21 Tres días más tar­de, le confiesa a Meriño que la idea de la india -Quisqueya o Anacaona-inscribiendo el nombre del almirante, "'ha sido u na verdadera inspiración". A su amigo Vicente Flores le dice que el monumento es digno de cualquier plaza europea y que figurará en la exhibición de arte de París del 1884 ··para honra de la capital dominicana". Patriarcal, prestigioso, siempre rebelde, el doctor Betances nos informa que el monumento tiene un costo total de 60,000 francos.2-1 Si el precio negociado resulta tan reducido es porque el escultor espera obtener otros trabajos del gobierno dominicano.

 

Mientras tanto, hay que prestarle mucha atención a viejos problemas que continúan apaleando al país . La República Do­minicana no tiene instituido un sistema monetario propio. 2c. En todo este asunto inciden los conflictos militares de la época. Añádase a lo anterior la actuación de las llamadas juntas o compañías de crédito que funcionan corno auténticas institu­ciones de usura, exigiendo intereses claramente abusivos cada vez que otorgan un préstamo.

Frente a tan complejo panorama se promueve en París un proyecto de mayor envergadura: la fundación del Banco Nacional. El contrato para su establecimiento lo suscribe el general Gregorio Luperón, Enviado Extraordinario y Minis­tro Plenipotenciario de la República Dominicana en Europa, junto al ingeniero francés Augusto Blondot. Huelga decir que durante este período Betances está al lado de Luperón en todo momento. Trabajan sin perder tiempo.

Lamentablemente, en Santo Domingo se desarrolla fuerte oposición al establecimiento del banco. Pero la oposición la dirigen los portavoces de las juntas de crédito, que controlan el movimiento de capital de préstamo y están enchufados a los sectores dominantes de la nación. La última vez que el doctor Betances pisa la tierra domini­cana es, casual mente, a principios de 1883. En la ciudad pri­mada participa activamente en la polémica que rodea la institucionalización del banco. Una vez más tiene que recurrir al viejo oficio del periodismo y en sus escritos tilda a las jun­tas de crédito de ser verdaderas "juntas de ruina'', que le han"echado un lazo al cuello de la República" y pronto acabarán por estrangularla.

Desde su llegada a Santo Domingo los agentes españoles no pierden tiempo. Lo espían y someten sus informes a las au­toridades metropolitanas.28 El 12 de febrero de 1883 el cónsul de España, Ricardo G. de Palomino, escribe:

Tengo el honor de pasar a manos de V E. el número de la Gaceta Oficial de este Gobierno corre!:>pondiente al día JO del corriente (febrero 1883) en que se inserta el contrato celebrado en París entre el General Gregario Luperón y el ingeniero francés Mr. Augusto Blondet relativa a la crea­ción de un Banco Nacional en esta República. Ynteresado cual se halla en el fa vorable éxito de dicha negociación el General Luperón y su ex Secretario el Dr. Betances , este ha venido de París con el objeto de interesar al Gobierno y al Comercio para que acepten las bases de dicha concesión.

Algunos renglones más adelante el Cónsul añade:

El Comercio por el contrario rechaza tal proyecto y empie­za a hacerle la mas fuerte oposición , en atención a que una vez establecido dicho Banco, desde luego tendrán que ce­sar las leoninas negociaciones que celebra con el Gobier­no así que no dudo aventurar la idea, de que si el Gobierno en la entrante Legislatura llega a prestar su aprobación a dicho proyecto , desde luego serios conflictos podrán ocu­rrir en esta República .

Por esos días el cónsul Palomino se comunica con las auto­ridades españolas en Puerto Rico y les informa que el proyecto para institucionalizar el banco nacional puede considerarse fracasado. A pesar del apoyo que recibe del gobierno y el que éste le presta en el Congreso, el Cónsul cree que el banco no obtendrá la sanción de ese cuerpo, pues la idea ha sido recha­zada por los comerciantes dominicanos. De acuerdo con el Cónsul, la misión de Betances es un completo fiasco: "y este comprendiendolo asi, se prepara a emprender su marcha el 27 del corriente (marzo 1883) para informar a su patrón el Varon de Almeda (sic) de este fracaso".

A veces las naciones parecen estar paralizadas, pero no lo están. Se hallan armonizando sus grandes proyectos sociales. Algunos años tiene que esperar el pueblo dominicano para instalar su Banco Nacional. En 1889 los esfuerzos de Betan­ces y Luperón se verían materializados. No obstante, todas esas gestiones emprendidas por aquel médico prodigioso, di­rigidas a mejorar la salud económica del pueblo dominicano, permanecen desconocidas tanto en Puerto Rico como en esta República.

Ya hemos dicho que Betances regresa a la tierra dominica­na, la tienta de don Felipe Betances Ponce, con una agenda de trabajo claramente definida. Además de propulsar el estableci­miento del Banco Nacional, quiere ayudar a fundar un puerto franco y ciudad comercial en el punto más conveniente de la Bahía de Samaná. Históricamente el proyecto de puerto libre lo debemos ubicar dentro de una coyuntura muy particular en donde entroncan intereses diversos.

Importa señalar que bajo la dirección del ingeniero fran­cés, Ferdinand Marie de Lesseps (1805- 1894), se inicia en 1 859 la construcci ón del Canal de Suez. Las obras de in­geniería terminan el 17 de noviembre de 1 869, cuando se inaugura oficial mente la vía que pone en comunicación el Mediterrá neo con el Mar Rojo. Concluida la construcción del Canal en Egipto se piensa que puede hacerse innecesario atravesar el peligroso cabo de Hornos para navegar entre Eu­ropa y América. U na vez más, De Lesseps se propone abrir el torrente que a través del Istmo de Panamá conectaría al Pacífico con el Atlántico.

La construcción del Canal de Panamá la ti ene que aprove­char. con prudencia . el gobierno dominicano. Samaná será el punto donde irían a descargar o abastecerse buena parte de los buques que transiten entre el Pacífico y el Atlántico. El 28 de marzo de 1 883 Betances y el ingeniero francés. Feréol Silvie, someten una exposición a las autoridades dominicanas en la que comentan la importancia del nuevo canal en proceso de construcción.

 La localización de Samaná, desde el punto de vista geográfico, es excepcional. Los buques que salgan de Europa con destino al Pacífico tendrán que pasar delante de la bahía domi­nicana. Betances calcula que no menos de la mitad de las em­barcacion es que transiten por el canal vendrán a abastecerse, a componerse o a descargar en Samaná. La entrada diaria de 12 a 14 navíos en un puerto dominicano sería prueba más que suficiente de la prosperidad de la nación.

No es de suponer que Haití impida el proyecto dominicano. Betances afinna que las dos repúblicas deben desarrollarse en paralelo, sin ser obstáculo una para la otra: "y sin más rivalida­des que la que, por el trabajo, la industria y el estudio, conduz­can ambos pueblos al deseado objetivo de la civilización, esto es, a la paz, a la seguridad individual, al bienestar físico, intelec­tual y moral en esta preciosa isla bastante ancha para todos".

Fernando Arturo de Meriño endosa el proyecto .-13 El 16 de abril de 1883 las autoridades aprueban la ley que establecería el puerto franco y ciudad comercial frente al mar de la bahía de San Lorenzo. A tenor con la legislación aprobada, los con­cesionarios gozarían del usufructo de la empresa durante 99 años. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas dentro de aquella coyuntura. El contrato se otorga bajo condiciones fir­mes y precisas.

A Betances y a Silvie se les exige construir dos edificios para la mejor administración del puerto. Además de conec­tar telegráficamente la ciudad con los distintos poblados de la República, los concesionarios levantarán los faros necesarios para facilitar a los buques el acceso a la bahía. Queda prohibi­do el contrabando. En los terrenos otorgados por el gobierno se construirán plazas, iglesias, hospitales, escuelas, mercados, puestos de policías, aduanas y oficinas públicas. Finalmente, Betances y Silvie establecerán una línea de vapores entre San Lorenzo, Puerto Plata y Santo Domingo. 

A pasos agigantados progresan las obras. Feréol Silvie viaja a Inglaterra. En los talleres Amstrong, de Londres, se fabrica la maquinaria para dragar la bahía. A fines de 1883 llegan a San­to Domingo los materiales necesarios para la construcción del puerto. Así lo informa Betances a su amigo Vicente Flores:

También irá, con el objeto de volar las rocas que se hallan en el fondo del mar cerca de la desembocadura del río, la dinamita necesaria. Esta no será la dinamita nihilista i des­tructora, sino la dinamita progresista i civilizadora, la que ha abierto caminos por debajo de los Alpes i ha puesto dos veces á Italia en comunicación con el resto del continente europeo; la que va á romper los Andes en Panamá, á unir el Pacífico con el Atlántico iá completar la cintura plateada de la Tierra. ¡Fortuna grande que en nuestro país no tenga que emplearse la dinamita justiciera i libertadora, por tener ya la República instituciones libres i justas!

Sería irreal, tal vez anti histórico, desconocer la existencia de una contradicción práctica entre el bienestar de la nación dominicana y la explotación de unos recursos naturales en beneficio de la empresa creada por Betances y Silvie. Hay, no obstante, un elemento conciliador. La bahía de Samaná es una extensión geográfica codiciada por los grandes poderes internacionales. Frente a tales pretensiones, Betances interesa asegurar la integridad territorial de la República. De ahí que postule su interés en conseguir un balance entre distintas in­versiones de capital. Las riquezas dominicana no pueden ser disfrutadas exclusivamente por las grandes empresas de Es­tados Unidos. Por eso su alianza con Silvie, para involucrar capital francés y neutralizar los apetitos que se asoman por el Norte.

Desde 1866 a 1873, todas las concesiones de minas, mono­polios de fábricas, navegación y ferrocarriles están en manos americanas. Pero después que el Senado de Estados Unidos rechaza el proyecto anexionista de 1871, emprendido por los presidentes Báez y Grant, renace la influencia económica de Francia. Para el patriotismo dominicano tal influencia es preferible por ser la más desinteresada: "el gobierno francés en sus relaciones con la joven República había dado siempre pruebas de que actuaba sin segunda intención y de que nunca había buscado sacar ventajas de las dificultades con que lucha­ba dicha República". 

Nadie puede poner en duda que Betances está dispuesto a rendir su vida por salvar a Samaná de la codicia extranjera. En cierta ocasión, mientras visita la hermosa bahía, escribe:

Aquí ha vuelto a renacer todo mi patriotismo... Aquí me siento dominicano puro, sin flaquezas y sin corrupciones de codicia, y capaz de defender la patria. heroicamente contra todas las fuerzas que contra ella se coaligaran.

Me siento ennoblecido por Samaná; y, con todo el entusias­mo de la juventud, clamaría a voces contra la Europa y el Norte América a la vez.

 Viva la República! j Viva la Independencia! 

Lamentablemente, el puerto franco a establecerse en Sama­ná no llega a materializarse. Los planes financieros del doctor Betances fracasan.

Por aquellos días, este hombre ejemplar, que dedica buena parte de su existencia a ayudar al pueblo de Quisqueya, recibe una oferta para considerar la presidencia de la República. Con pulso firme el puertorriqueño rechaza la proposición utilizan­do palabras cortantes: "Es un error completo", dice y seguida­ mente acota que no es dominicano de nacimiento. La constitu­ción de la República no admite extranjeros en la presidencia. Además, hay otra razón para rechazar el ofrecimiento. Todos los candidatos al más alto cargo son sus amigos:

Es pues, necesario conocerme bien poco para creerme ca­paz de elevar mis pretensiones hasta querer violar a un mis­mo tiempo los derechos constitucionales y los deberes de la amistad y para presentarme como aspirante a un puesto que no tengo el deber de ocupar.

Protesto con toda la fuerza de mi voluntad contra la insi­nuación del amigo, o enemigo que ha enviado esa noticia al periódico de usted y confiado en su cabal lealtad ruego se sirva insertar esta carta en el próximo número del Moniteur des Consulats.

 A principios del 1884, durante la primera presidencia de Heureaux, el médico puertorriqueño le anuncia a sus amigos dominicanos el deseo de renunciar a la labor diplomática que desde París viene llevando a cabo. En temprana carta al gene­ral Gregario Luperón sale a relucir su estado de ánimo: "Me encuentro en la crítica posición de un hombre encargado de defender una fortaleza sin pólvora, sin cañones, sin dinamita i hasta sin machetes; i me veo obligado ó de rehuir vergonzosa­ mente las ocasiones de encontrarme con gente á quien debería frecuentar ó de agotar mis últimos recursos tan pequeños ya que en todo este mes he de decidir si permaneceré en París ó si me iré á Méjico ó á Montev ideo. Le aviso porque le agradece­ré que piense en quien pueda reemplazarme.

Luperón toma cartas en el asunto. El 3 de febrero se di­rige al Ministro de Relaciones Exteriores informándole que a Betances no le será posible continuar en su puesto como secretario encargado de la legación dominicana en Francia. La escasez de recursos le impide atender los numerosos gastos, necesarios para sostener la embajada en su debido rango.

La carta de Luperón es categórica: "Yo que sé por expe­riencia propia a cuantos egresos hay que dar cumplimiento en un destino que carece de ingresos, comprendo perfecta­mente la situación del doctor Betances y le doy toda la razón que le asiste. Pero al mismo tiempo considero la pérdida que haría la República con la separación de un hombre tan útil de la Legación , pu es a la vez que le ha prestado ya servicios muy importantes lo ha hecho con un desinterés digno por todos conceptos de profundo reconocimiento". º Acto seguido, Luperón le pide al gobierno dominicano que esta­blezca un sueldo para la Secretaría de dicha Legación, a fin de que sean menos gravosos al doctor Betances los gastos que tiene que atender de su peculio por servirlos intereses de la República.

Ramón Emeterio Betances tiene entonces 56 años. A un lado queda la práctica de la medicina, dedicado exclusivamen­ te a atender sus labores como primer secretario de la embajada dominicana en París y encargado de sus negocios en Londres y en Berna. Es a su sobrino Emilio Tió a quien le confiesa que los asuntos dominicanos le cuestan más de diez mil pesos, oro americano. Si se fuera a medir en dólares el trabajo que ha hecho en Europa, pagado, hubiera costado más de 20 mil.41

El 15 de febrero de 1884, en carta al presidente Heureaux, Betances presenta su renuncia. Pero las autoridades dominica­ nas no le prestan atención a la suplica. El puertorriqueño con­tinúa ejerciendo su trabajo diplomático en espera de ser rele­vado de su cargo. Pero J os días se convierten en semanas y las semanas en largos meses de trabajo. Algunos años más tarde, el régimen de Heureaux va deslizándose por los caminos de la traición. Sin tardanza, Betances quiebra todos sus vínculos con la cúpula gobernante de la República Dominicana.

Caminando por París con sus triunfos y derrotas a cuestas el gobierno de Francia le confiere al doctor Betances una alta condecoración que rara vez se la otorga a extranjero alguno. Ramón Emeterio Betances será el primer puertorriqueño en recibir la cruz de Caballero de la Legión de Honor. La alta distinción Ja recibe en julio de 1 887 por los servicios diplo­máticos que le había prestado a la República Dominicana a principios de aquella década. Pero a Betances, que le molestan los elogios y las condecoraciones, estuvo rehusando la Legión de Honor por espacio de cinco años. En carta todavía inédita, dirigida a Lola Rodríguez de Tió, esto dice el prócer puertorri­queño de la distinción que le confiere su segunda patria: "Gra­cias mil por sus felicitaciones. Lo que han hecho conmigo lo he admitido -sépalo-- por no hacer un desaire grave; pero hace más de cinco años que lo estaba rehusando. Lo estimo como se debe: pero más me ha costado el aceptarlo -por estar fuera de mis principios-que para otros obtenerlo".

No quisiera terminar estas reflexiones sin antes reiterar que la vida del doctor Betances estuvo signada por dos grandes pasiones: la independencia de Puerto Rico y la solidaridad antillana. Pasiones que le permitían caminar sin desfallecer, construir donde se pudiera construir, conspirar donde hubie­ra que conspirar, hacer acopio de fuerzas, mendigar recursos, predicar, suplicar, debatir, combatir y, si derrotado, empezar de nuevo por donde se pudiera empezar, como se pudiera em­pezar, en un peregrinaje que sólo podía tener fin el día que le alcanzara la muerte, en el triunfo o en la derrota, pero siempre en brazos de la patria agradecida.