Ciencia y Sociedad, Vol. 29, No. 4, enero-marzo, 2019 • ISSN: 0378-7680 • ISSN: 2613-8751 (en línea) • Sitio web: https://revistas.intec.edu.do/

LA GEOPOLÍTICA DEL ANTILLANISMO EN EL CARIBE DE FINES DEL SIGLO XIX

THE GEOPOLITICS OF ANTILLANISM IN THE CARIBBEAN OF THE END OF THE XIX CENTURY

DOI: https://doi.org/10.22206/cys.2004.v29i4.pp570-615

*Universidad de Puerto Rico, Río Piedras y Centro de Estudios Avanzados de Pueño Rico y el Caribe.

INTEC Jurnals - Open Access

Cómo citar: Gaztambide Géigel, A. (2004). La geopolítica del antillanismo en el Caribe de fines del siglo XIX. Ciencia Y Sociedad, 29(4), 570-615. https://doi.org/10.22206/cys.2004.v29i4.pp570-615

Resumen

Esta ponencia examina las ideas y actividades de los tres como parte de un proceso de construcción de identidades y de imaginarios de integración. Así, las ideas y proyectos de estas figuras -y de otros políticos e intelectuales de su época- no se asumen como pre-exis­tentes y aceptadas. sino que se examinan en el proceso mismo de su construcción. Se argumenta. de hecho. que los proyectos para una Confederación de las Antillas se articularon para viabilizarlas inde­pendencias de Cuba y Puerto Rico, y para defender las de Haití y la República Dominicana, frente a todos los imperios. Casi todos los proyectos coincidieron también -estimulados por la gran rivalidad contra Estados Unidos en Francia y España- en la promoción del latinoamericanismo para intentar conseguir apoyo regional para sus luchas antillanistas. basada en la amenaza a todos de parte del "Coloso del Norte." Persiste. sin embargo, cierta tendencia a asumir el antillanismo y el latinoamericanismo en Betances, Hostos y Maní, por ejemplo, como dimensiones de un solo ideario. además relativamente ge­neralizado y aceptado en la época. La ponen ciaidentifica en los mismos . sin embargo. imaginarios a me nudo contradictorios y en muchos sentidos más precursores y excepcionales que reflejo de las ideas predominantes entonces. Tanto más si hablamos de latinoamericanismo. A pesar de la noción que toda vía prevalece. Universidad de Puerto Rico, Río Piedras y Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, mientras que Betances y Hostos adoptaron la identidad latinoame­ricana -aunque de distinta manera-. Martí parece haber sido más "nuestro americano" que latinoamericano y él y Hostos más americanistas que Betances.


Palabras clave:

Amillanismo, Puerto Rico, Betances, Hostos, Marti identidad latinoamericana

Abstract

This paper examines the ideas and activities of the three as part of a process of construction of identities and integration imaginaries. Thus, the ideas and projects of these figures - and of other politicians and intellectuals of their time - are not assumed to be pre-existing and accepted. but they are examined in the very process of its construction. It is argued. in fact. that the projects for a Confederation of the Antilles were articulated to make viable the independence of Cuba and Puerto Rico, and to defend those of Haiti and the Dominican Republic, in front of all the empires. Almost all the projects coincided - stimulated by the great rivalry against the United States in France and Spain - in the promotion of Latin Americanism to try to get regional support for their anti-Cuban struggles. based on the threat to all from the "Colossus of the North." Persist however, a certain tendency to assume antillanism and Latin Americanism in Betances, Hostos and Maní, for example, as dimensions of a single ideology. also relatively generalized and accepted in the period. They put it in their identities. Nevertheless. imaginary to me contradictory and in many ways more precursors and exceptional than reflection of the prevailing ideas then. All the more so if we talk about Latin Americanism. In spite of the notion that all ways prevail. University of Puerto Rico, Río Piedras and Center for Advanced Studies of Puerto Rico and the Caribbean, while Betances and Hostos adopted the Latin American identity - albeit in a different way. Martí seems to have been more "our American" than Latin American and he and Hostos more American than Betances.


Keywords:

Amillanismo, Puerto Rico, Betances, Hostos, Marri identity latiamerican

Introducción

De Ramón Emeterio Betances y de Eugenio María de Hos­tos puede decirse que su antillanismo nació en la cuna. que el mismo era inseparable de sus identidades personales Se ha di­cho, en el caso de Betances, que el origen de su regionalismo es tan temprano como la experiencia revolucionaria francesa de 1848, a los 21 años, y en el caso de Hostos tan temprano como la redacción y publicación de su "novela" La Peregri­nación de Bayoán, a los 24.1 Hay en ambos, sin embargo, una evolución, una maduración, y a veces giros notables en su pensamiento que no siempre se han pesado lo suficiente, al menos en cuanto al tema de esta ponencia. Hay también, entre ellos, diferencias tan notables como sus coincidencias, en el significado de su antillanismo, en su contenido y en la manera en que lo propusieron y defendieron.

Del Apóstol cubano José Martí puede decirse -en muchí­simos sentidos- que es "otro cantar." Sin raíces dominica­nas o puertorriqueñas, su antillanismo no parece haber fluido tanto de experiencias familiares como de las luchas de Cuba y Puerto Rico por su independencia, y de la inserción del resto de las Antillas Mayores en la misma.

I- Antillanismo y latinoamericanismo en Betances y Hostos hasta 1876

En un texto previo, presenté sobre los múltiples orígenes del antillanismo y los roles de Betances y Hostos en la gé­nesis y adopción del proyecto confederativo.2 Señalé que el esquema confederativo de Hostos -contrario al de Betances que siempre incluyó a Haití- sufrió múltiples evoluciones: se originó con sólo Cuba y Puerto Rico y al final del período terminó añadiendo sólo a la República Dominicana, es decir, las Antillas hispanohablantes. Así, a pesar de una fundamental coincidencia republicana, anti-anexionista y geopolítica, Hos­tos y Betances adoptarían antillanismos y geopolíticas afines, pero distintos.

Entre su famoso discurso en el Ateneo de Madrid, en di­ciembre de 1868, y su paso por París de camino a Nueva York, en septiembre de 1869, Hostos se plantó en una geopolítica antillanista y americanista, con débiles ribetes latinoamerica­nistas. Ahí prefiguró lo que articularía -a mitad de su estadía neoyorquina en 1870- como definición geopolítica:

Pienso que es necesario que América complete la civiliza­ción, sirviendo a estas dos ideas: unidad de la libertad por la federación de las naciones; unidad de las razas por la fusión de todas ellas. A este trabajo han de concurrir todos los miembros del Continente; tierra firme e islas: la tierra firme ha entrado en fusión... fuera de la esfera de acción americana, intentando entrar en ella, las Antillas: ¿qué son las Antillas? El lazo, el medio de unión entre la fusión de tipos y de ideas europeas de Norte América y la fusión de razas y caracteres dispares que penosamente realiza Colombia (la América Latina): medio geográfico natural en­tre una y otra parte del Continente, elaborador también de una fusión trascendental de razas, las Antillas son, polí­ticamente, el fiel de la balanza, el verdadero lazo federal de la gigantesca federación del porvenir; social, humana­mente, el centro natural de las fusiones, el crisol definitivo de las razas.3

Naturalmente, no se puede ser al mismo tiempo el fiel de la balanza y uno de sus brazos. Pero el pensamiento de Hostos continuará -al menos durante este período- atravesado por esta paradoja: "América" será a veces la del Norte y el hemis­ferio, "el continente" será hemisferio y la parte sur, las Anti­llas serán parte de la América Latina y fiel de la balanza. Pero esas contradicciones son en gran medida aparentes. Propongo que Hostos inició desde ese texto una distinción entre el rol "político" del fiel de la balanza, y el rol "social," "humano" -que hoy llamaríamos cultural- de la fusión de razas. Para explorar esta hipótesis, examino a continuación la evolución y contenido de su latínoamericanismo, su concepto de raza y su americanismo.

Hostos no adoptó el latinoamericanisrno -corno han suge­rido algunos- corno resultado de su periplo por la América del Sur, sino al comienzo mismo de su entrada al escenario su­ ramericano. Y lo haría corno resul tado de una estrategia geopo­lítica de apoyo a la independencia de Cuba y Puerto Rico y al proyecto de la confederación antillana. Hostos elaboró dicho pensamiento en un texto -titulado "En el Istmo" e inédito hasta 1939- escrito en Panamá en 1870 mientras esperaba el transporte al Perú.4 Así, la propuesta de que la América Latina debería apoyar la independenci a de Cuba y Puerto Rico por su propio interés geopolítico se convirtió en una constante de su prédica durante todo el periplo, de 1870 a 1874.

En el transcurso de sus dos últimos años de actividad revolucionaria, hasta 1876, Hostos desti laría de esa experiencia una correlación entre antillanismo, latinoamericanismo y america­nismo más madura, plasmada en el "Programa" de la Liga de los Independientes, publicado en Nueva York entre octubre y noviembre de 1876. Todavía al final de este "ciclo revolucio­nario antillano"durante el cual maduró la mayor parte de sus ideas sobre estos temas, y de llegada a fines de año a la Caracas donde su vida comenzaría otra época claramente delimitable, Hostos reiteraba el orígen y contenido geopolítico de su lati­noamencamsmo:

Horizonte más extenso todavía, el designio culminante de Bolívar -la unión latinoamericana-, tiene una forma ac­cesible en nuestro tiempo. Esta forma es la liga diplomática de todos los gobiernos de esta América, en una personalidad internacional. Por falta de esa personalidad carece de fuerza ante el mundo nuestra América latina... De todos los obstáculos que dificultan la institución de esa personalidad internacional, la falta de un interés común es la mayor. Ni gobiernos, ni pueblos, nadie hay en los pueblos latinoame­ricanos que no sepa, que no presienta que es interés común de todos ellos la independencia de las Antillas.5

Mientras tanto, Betances se había enfrascado en los comien­zos de lo que podemos denominar "antillanismo organizado" al fundar una "Liga de las Antillas... en París, a fines de 1873 o principios de 1874, conjuntamente con otros antillanos y latinoamericanos 'fieles a la revolución de las Antillas'... y el propio general Gregorio Luperón, 'teniendo ésta por objetivo la inde­pendencia, la libertad, y la confederación de las Antillas'.6 Hacia 1876, Betances reiteraba también la geopolítica latinoamerica­nista, refiriéndose sin embargo –equivocada y significativa­ mente– a los países "sudamericanos." De regreso en Francia, escribió sobre "el derecho natural que defiende Cuba desde hace casi ocho años contra España impotente. Este es el derecho que los gobiernos sudamericanos -Perú, Chile, Ecuador, Guate­mala, Costa Rica, etcétera- han reconocido al soldado independiente de las Antillas españolas." Replanteaba igualmente, el imaginario del "equilibro americano" al proponer que "Con las otras Antillas, esta isla aparenta estar destinada, por la indepen­dencia, a convertirse en la llave del golfo americano y, por su posición, a servir de columna de balanza de las dos Américas."7

El latinoamericanismo como categoría cultural8

Aunque ese imaginario geopolítico puede considerarse precursor del latinoamericanismo tercermundista contemporáneo -y hasta sugiere por qué no prosperó entonces- todo el discurso de Hostos se ve atravesado por el manejo del la­tinoamericanismo como una categoría cultural.9 Nótese, por ejemplo, que el temprano texto de 1870 dispone claramente esa distinción entre lo político y lo cultural: "unidad de la li­bertad por la federación de las naciones; unidad de las razas por la fusión de todas ellas."10

En su correspondencia con la Junta Central Republicana, de camino al Perú, Hostos hilvanó la propuesta geopolítica con la proclamación de "la confederación de todas las Anti­llas y, como fin por venir, la liga de la raza latina en el nuevo continente y en el archipiélago del Mar Caribe."11 Reitero, sin embargo, que es en el texto "En el Istmo" donde se presentan y elaboran todas las dimensiones de los pensamientos que he estado disectando, en este caso que la afinidad cultural y el interés común latinoamericanos entre las Antillas y "el conti­nente" coincidían en la deseabilidad de que aquellas cumplie­ran el rol de fiel de la balanza.

Es en este contexto cultural donde se produjo el presunto abandono del nombre de Colombia al que tanta importancia atribuirían en nuestro tiempo Arturo Ardao y Paul Estrade,12 referiéndose a una nota al título del texto "La América lati­na" de 1874.13 Unos cuatro años antes, Hostos había publicado su "Ayacucho" donde proclamaba: "Entonces el continente se llamará Colombia, en vez de no saber cómo llamarse..."14 He llamado la atención, sin embargo, el tono culturalista de la tan citada nota y la evidente exclusión del Brasil de la "Colombia" de "Ayacucho" en un pliegue que se haría cada vez más trans­parente. Como destacaron múltiples estudiosos y comentaristas de Hostos hasta mediados de este siglo, 15 la "América latina" de Hostos (nótese además su uso persistente de "latina" como adjetivo, no como nombre) era en realidad Hispanoamérica.

El Programa de los Independientes y el concepto de "raza" Ahora bien, si "En el Istmo" Hostos elaboró todas las di­mensiones de estas ideas, en el "Programa" de la Liga de los Independientes -publicad o en Nueva York entre octubre y no­viembre de 1876- destilaría de lo que considero su etapa re­volucionaria una correlación entre antillanismo, latinoamericanismo y americanismo más madura, y mucho más compleja. El mismo incluía un novedoso, todavía hoy novedoso, "Principio de unidad, paz y nacionalidad en las Antillas" que sostiene que "La nacionalidad no se establece cuando se quiere, ni como se quiere. Se establece cuando conviene, si se puede." Y elabora: En las Antillas*, la nacionalidad es un principio de organi­zación en la naturaleza; porque completa una fuerza espon­tánea de la civilización; porque sólo en un pacto de razón puede fundarse, y porque coadyuva a uno de los fines po­sitivos de las sociedades antillanas, y al fin histórico de la raza latinoamericana. El principio de organización natural a que convendrá la na­cionalidad en las Antillas, es el principio de unidad en la variedad. La fuerza espontánea de civilización que comple­tará, es la paz. El pacto de razón en que exclusivamente puede fundarse, es la confederación. El fin positivo al que coadyuvará, es el progreso comercial de las tres islas. El fin histórico de raza que contribuirá a realizar, es la unión mo­ral e intelectual de la raza latina en el Nuern Continente. 1 6 Evidentemente, el "Programa de los Independientes" con­solida la visión culturalista a la que su experiencia surameri­cana le había resignado. Nótese que los "Estatutos de Ja Liga de los Independientes " incluyen como tercer "fin:" "La sus­titución de la confraternidad sentimental que hoy aproxima tibiamente a Ja sociedad latinoamericana de las Antillas y del Continente, con la fraternidad de intereses materiales, intelec­tuales y morales, idénticas en origen y en tendencias." 17 Al mismo tiempo, este texto reitera el rol político del Archipié­lago de las Antillas, llamándole "centro del mundo civilizado, camino del comercio universal, objetivo de la industria de am­bos mundos, fiel de una balanza que ha de pesar algún día los destinos de la civilización cosmopolita."1 8 Finalmente, el "Programa de los Independientes" revela una mayor complejidad -y me atrevo a decir incomodidad- en el manejo del concepto de raza. Tal vez este uso de "raza" en un sentido cultural haya sido una manera en la que Hostos -y sus contemporáneos y herederos- evadieran el explosivo problema del racismo en América Latina y el Caribe. En este texto se observa un tratamiento mixto y contradictorio del concepto. Por una parte, identifica la "verdadera raza de las Antillas" como una fusión afro-latino-americana. Sugiere por lo tanto las virtudes de la integración racial y el mestizaje en las Antillas de un modo que coincide con el tratamiento del tema en Maití y antecede a la "raza cósmica" de Vasconcelos. Por otra parte, la referencia a ''raza de color," "raza blanca" y a "subrazas" reproduce el dis­curso racial ista que se consolidaba en Europa y Estados Unidos. Adicionalmente, la precisión de las "aportaciones" europeas contrasta con la vaga referencia a las "virtudes" africanas. 

II - El americanismo internacionalista de Hostos y Martí

No en balde José Martí, demostrando tener noticias desde mucho antes, pero en su primer reconocimiento público de coincidencia con Hostos, a fines de 1876, escribió: "Eugenio María Hostos es una hermosa inteligencia puertorriqueña cuya enérgica palabra vibró rayos contra los abusos del coloniaje, en las cortes españolas, y cuya dicción sólida y profunda anima hoy los periódicos de Cuba Libre y Sur América que se publi­can en Nueva York." Exaltó el Programa de los Independientes con sugerencias de que tal vez no todos lo recibieron tan bien: Hostos, imaginativo porque es americano, templa los fue­gos ardientes de su fantasía de isleño en el estudio de las más hondas cuestiones de principios, por él habladas con el matemático idioma alemán, más claro que otro alguno, oscuro sólo para los que no son capaces de entenderlo.

Ahora publica el orador de Puerto Rico, que ha hecho en los Estados Unidos causa común con los independientes cuba­nos. un catecismo de democracia , que a los de Cuba y su isla propia dedica, en el que de ejemplos históricos aducidos hábilmente , deduce reglas de república que en su lenguaje y esencia nos traen recuerdos de la gran propaganda de la escuela de Tiberghien y de la Universidad de Heidelberg.

Al hacerlo, Martí entra -tal vez por primera vez (al menos documentadamente )- en el escenario del antillanismo.

Muchos de los textos antes citados demuestran que el lati­ noamericanismo de Hostos y muchos de sus correligionarios estaba inscrito en un imaginario internacionalista o, como él lo llamaría, "cosmopolita." Ahora bien, su cosmopolitismo estaba atravesado por un doble dualismo: uno entre el Viejo y el Nuevo Mundo, plasmado en su visión sobre el rol del hemisferio americano, y otro entre Estados U nidos y América Latina. Aún antes de salir de Europa, consignó en su diario.

Siempre creo en la realización del porvenir racional de la América , es decir, en la dilatación del progreso mediante la unificación de la raza. Pero dos razas igualmente fuer­tes, igualmente representantes del espíritu humano , como las que pueblan ambas partes del bello continente, están llamadas a resolver el problema por medio de fuerzas es­peciales, del carácter particular de las ideas, de los medios, de la educación, de la vocación, de los fines etnológicos, históricos y geográficos de cada una.

Meses antes, y con motivo de sus gestiones conspirativas en Venezuela, Betances escribió desde Caracas, reveladora­mente mezclando identidades como Hostos entonces, y en un uso temprano de "nuestra América:

" Art. 60. Son venezolanos los nacidos o que nazcan en cualquiera de las repúblicas hispano-americanas o en las Antillas españolas, etcétera [Enfasis en el original. j Art .

119. El Ejecutivo nacional tratará con los gobiernos de América sobre pactos de alianza o de confederación. "Una es la patria de todos los americanos," decía Bolívar, y sin duda a ese pensamiento grandioso responden los artícu­los 60. y 1 19 de la Constitución de los Estados Unidos de Venezuela, fecundos, como ha dicho ya un orador, pero que están lejos de haber dado los frutos que de ellos han de na­cer. Uno de los primeros, que debió ser el complemento de las victorias, será sin duda la independencia de Cuba y Puer­to Rico que,--después de haber conquistado Colombia sus libertades, han sido el arsenal en que se han armado todas las expediciones contra los pueblos de América ... [sigue lista]

Bolívar, que veía en el porvenir, mirando con tristeza las Antillas, le escribía a un amigo: "Las islas de Puerto Rico y Cuba son las que más tranquilamente poseen los españo­les, porque están fuera del contacto con los independientes. Mas, ¿no son americanos esos insulares? ¿no son vejados? ¿no desearán su bienestar?"

A sus soldados les decía: "Para nosotros la patria es la América..."

Justo es que, recogiendo nosotros mismos en nuestra América la semilla preciosa, la sembremos con nuestras manos y la reguemos con nuestra sangre y si los españoles son siempre los mismos, para que crezca libre y fecunda basta que los americanos de hoy sean los mismos que los ameri­canos de la independencia de Colombiana. Ya en Nueva York -y en el texto de 1870 citado al prin­cipio- decía Hostos: "es necesario que América complete la civilización." Revela ahí, sin embargo, el otro dualismo al ha­blar de "la fusión de tipos y de ideas europeas de Norte Améri­ca y la fusión de razas y caracteres dispares que penosamente realfiza Colombia (la América Latina)."2:1 Los europeos tenían, entonces, "tipos e ideas" mientras que, el resto, sólo "razas y caracteres dispares."

A fines de ese año, nuevamente el texto "En el Istmo" de­vela esa compleja dialéctica entre latinoamericanismo y amerincanismo:

Ese mar Pacífico, que un día será el mar de la paz, si las civilizaciones contradictorias se unifican y de ellas sale la civilización del trabajo y la libertad, inspira yo no sé qué recogimiento, científico y patriótico a la vez. La fe científica anuncia un nuevo mundo moral e intelectual. La fe patriótica anuncia una patria latinoamericana que, agregando a la po­tencia política de los angloamericanos la potencia difusiva, imaginativa y heroica de nuestra raza, ponga en la nueva civi­lización completamente americana el elemento ético y estéti­co que ha faltado hasta ahora a las civilizaciones humanas. 

 

El porvenir racional de la América es, entonces, "la civi­lización del trabajo y la libertad." Pero a ella aportarían los angloamericanos su "potencia política" mientras que el resto pondría "la potencia difusiva, imaginativa y heroica."

Con toda y la previsión geopolítica contra el expansionis­mo estadounidense que hemos examinado antes y se reitera, este dualismo conlleva una idealización de Estados Unidos que no terminaría del todo hasta la Guerra del 98. Así, Hostos (se) aclara su posición:

Los pobres pensadores y los menguados anexionistas a quienes ha sido denigrante deber mío combatir, me han atribuído rencores que yo no puedo tener a los anglosajo­nes de América. Es lo contrario, admiración hacia ellos y devoción cientifíca por el ideal político que ellos han em­pezado a realizar, lo que ... me ha hecho tan implacable enemigo de las anexiones y tan áspero opositor de las am­biciones territoriales de los angloamericanos. (p. 80 - Én­fasis añadido.)

Este americanismo dualista, como cuestión de hecho, jus­tifica además el rol geopolítico que atribuyó Hostos, ya no sólo a las Antillas (como en la clásica cita del Diario), sino a "toda la parte del Estado de Panamá que corresponde al Ist­mo, las cinco repúblicas centrales y las tres grandes Antillas, Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico..." y que yo llamo "Caribe geopolítico.

Entonces, el Archipiélago y este pedazo de tierra que une los dos continentes del Nuevo Mundo, ... tendrían en la ponderación de las masas y las fuerzas continentales la influencia a que las ha destinado la naturaleza. Sueño, largo sueño ... porque sólo con él alboreará la unión internacio­nal de los dos continentes que forjan en los moldes de una nueva civilización el alma de una nueva humanidad ." (pp. 83-84 - Énfasis añadido.)

Al final de su periplo por la América del Sur, y como ya se­ñalé, su experiencia había resignado a Hostos a "la confrater­nidad sentimental que hoy aproxima tibiamente a la sociedad latinoamericana de las Antillas y del Continente." Hay múlti­ples referencias de su desilusión por reseñar, pero la misma no modificaría sino que consolidaría ese americanismo dualista. El 10 de octubre de 1872, por ejemplo, un discurso en Santia­go de Chile mostraba los signos de la desilusión y de reiterado amencamsmo:

... porque Cuba no puede sucumbir; porque Cuba, ampara­da o desamparada vencerá: es necesario que venza, la justi­cia quiere que venza a España.

... la dignidad de Cuba, que es la dignidad de las Antillas, que es la dignidad de toda América, la dignidad de todo el mundo.

El mundo descubierto por Colón fue descubierto para dar mansión a la dignidad, a la paz, a la libertad, a la igual­dad, a la fraternidad hostilizadas y perseguidas en el mundo viejo, y América no puede ser tranquila mansión de esos ideales hasta que las Antillas sean independientes, hasta que América sea de América y no dependan sino de ame­ricanos el progreso y el porvenir americanos.

Y cuando pienso que esos dolores que esas persecusiones; que esos tormentos, que ese martirio, que esa soledad, que ese abandono los sufie Cuba por completar a América por devolver a América la parte del continente que nos roba 

Martí, (hispano) americanista

Como hemos visto, este compromiso con Cuba --{.que no disminuiría con la desilusión- llamó la atención de Martí: este era el Hostos del que tenía noticias. Pero Martí siguió, no sólo una ruta geográfica distinta a Betances y a Hostos,no que recorrió una ruta intelectual en cierto sentidos inversa. Si los próceres puertorriqueños se movieron del antillanismo al (latino)americanismo, el Apóstol cubano viajó del hispano·­ americanismo al (nuestra ) americanismo, al antillanismo.

Luego de su primera deportación a España, Martí comenzó a vivir experiencias comparables, por no decir similares. en un periplo de varios años por México , Guatemala, Venezue­la y finalmente Nueva York. Hasta el regreso de Martí a las Antillas, como cuestión de hecho, España, Venezuela y Nueva York serían las únicas geografías compartidas por los tres y la última muy desigualmente.

En ese recorrido, encontramos al A póstol en u na posición parecida a la de Hostos, pero algo más hispanoarnericanista y nuestra americanista desde sus comienzos.

Como Hostos y otros contemporáneos, Martí estaba inscri­to en un imaginario internacionalista. Como Hostos, su pensamiento estuvo atravesado por la ambigüedad: "América " será a veces el hemisferio e Hispanoamérica, "el continente" será hemisferio y la parte sur, las Antillas serán parte de la Amé­rica Latina y fiel de la balanza. Desde temprano en su vida (tenía veinticuatro años recién cumplidos) y en su estadía en Guatemala, sin embargo, articuló una visión notablemente di ­ ferente, comentando "Los códigos nuevos" que recién apro­baba ese país:

Interrumpida por la conquista la obra natural y majestuosa de la civilización americana, se creó con el advenimiento de los europeos un pueblo extraño, no español, porque la savia nunca rechaza el cuerpo viejo; no indígena, porque se ha sufrido la ingerencia de una civilízación devastadora, dos palabras que, siendo un antagonismo, constituyen un proceso; se creó un pueblo mestizo en la forma, que con la reconquista de su libertad, desenvuelve y restaura su alma propia. Es una verdad extraordinaria el gran espíritu uni­versal tiene una faz particular en cada continente. Así no­sotros, con todo el raquitismo de un infante mal herido en la cuna, tenemos toda la fogosidad generosa, inquietud va­liente y bravo vuelo de una raza original, fiera y artística.

Toda obra nuestra, de nuestra América robusta , tendrá, pues, inevitablemente el sello de la civilización conquistadora ; pero la mejorará, adelantará y asombrará con la energía y creador empuje de un pueblo en esencia distinto, superior en nobles ambiciones, y si herido, no muerto. ¡Ya revive! 

Bien dice Pedro Pablo Rodríguez que Maní, por tanto, "se movió conscientemente a partir de este artículo en una óptica bien diferente, cuya hondura de análisis puede desglosarse en los elementos siguientes:

• Los pueblos aborígenes constituían una civilización original y autóctona, previamente a la llegada de los es­pañoles. La civilización europea, de hecho, tuvo un comporta­ mien to bárbaro por su carácter devastador, al interrum­pir aquella civilización americana.

• Mediante un proceso antagónico se ha creado un pueblo nuevo, diferente al aborigen y al español.

• Lo característico de ese pueblo nuevo es su mestizaje 'en la forma' , es decir, en lo cultural más que en lo bio­lógico.

• La civilización americana original gozó de una libertad que ahora el pueblo nuevo reconquista para desenvolver y restaurar, precisamente, esa alma propia o civilización original.

"Es decir, que -como Hostos- Martí adoptó una defini­ción de "raza" como mestizaje cultural.

Hay que llamar la atención de que "Los códigos nuevos" cierra también con el optimismo que entonces le invadía: "¡Al fin la independencia ha tenido una forma! ¡Al fin el espíritu nuevo se ha encarnado en la Ley! ¡Al fin se es lo que se que­ría ser! ¡Al fin se es americano en América, vive republicanamente la República, y tras cincuenta años de barrer ruinas, se echan sobre ellas los cimientos de una nacionalidad viva y gloriosa. " Así. si bien hablaba de "nuestra América robusta," se inscribía en un "gran espíritu universal '' de signo republicano y masónico , se refería a una "civilización americana" y a ser "americano en América" sin distinción entre partes del he­misferio. No en balde se refirió Emilio Roig de Leuchsenring a sus "muchos más altos y trancendentales propósitos ameri­canistas e internacionalistas."'

Martí, sin embargo, reiteró este americanismo de un modo cada vez más expresamente hispanoamericanista. como si la nuestra fuera la única, la verdadera América. Así, ante los primeros "ruidos" causados por su ideas en Guatemala -y en un texto desconocido hasta los años sesenta- le escribió a Valero Pujo]: "canté una estrofa del canto americano, que es preciso que se entone como gran canto patriótico , desde el brillante México hasta el activo Chile." Y añadía:

Les hablo de lo que hablo siempre: de este gigante desco­nocido, de estas tierras que balbucean, de nuestra América fabulosa. Yo nací en Cuba, y estaré en tierra de Cuba aun cuando pise los no domados llanos del Arauco. El alma de Bolívar nos alienta; el pensamiento americano me trans­porta. Me irrita que no se ande pronto. Temo que no se quiera llegar. Rencillas personales, fronteras imposibles, mezquinas divisiones ¿cómo han de resistir, cuando esté bien compacto y enérgico, a un concierto de voces amoro­sas que proclamen la unidad americana?... ¿qué falta podrá echarme en cara mi gran madre América ? ¡Para ella traba­jo! -De ella espero mi aplauso o mi censura.

Después de abandonar Guatemala por los mismos celos a los que reaccionaba el texto, y después de u na primera estadía en Nueva York, Martí reiteró la misma nota optimista al fundar la Relista Venezolana en Caracas a mediados de 1881 y exal­tar "la grande América nueva, sólida. batallante, trabajadora y asombrosa."32 Nuevamente quedó trocado su entusiasmo al tener que abandonar precipitadamente el país por los celos del caudillo Guzmán Blanco. No obstante, se despidió, con unos de sus textos americanistas más citados:

De América soy hijo a ella me debo. Y de América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan hijos fieles. Deme Venezuela en qué servirla, ella tiene en mí un hijo. 

III- Evolución y pliegues del (nuestra ) americanismo martiano

Ya establecido en Nueva York, después de los intentos in­fructuosos de asentarse en México, Guatemala y Venezuela y en donde permanecería por más de diez años, Martí se fue mo­viendo hacia un americanismo explícitamente dualista, como el de Hostos. Al asumir, en enero de 1884, la dirección de una publicación titulada significativamente La América, Martí se­ñaló entre sus propósitos el de ser el auxiliar fidedigno de los productores de la América del Norte y de los compradores de la América del Sur, -el observador vigilante de los trascendentales y crecientes in­tereses de la América Latina en la América Sajona, el ex­plicador de la mente de los Estados Unidos del Norte ante la mente de aquellos que son en espíritu, y serán algún día en forma , los Estados Unidos de la América del Sur; la respuesta a todas las preguntas importantes que sobre este país pueden hacerse los nuestros ; el punto de reunión y cita, en suma, de los intereses y pensamientos de las dos Américas.

Como señala Pedro Pablo Rodríguez, al acentuarse el dua­lismo, "ya Martí iba entrando por un camino que buscaba definir mejor esa abstraccion del 'hombre americano' ahora 'hispanoamericano', con mayor precisión:"

-La América viene a servir, en el momento que ambos he­misferios se acercan y hacen preguntas mutuas, de intro­ductor en la gran América ansiosa y emhrionaria, de los productos que con la sazón y sales sagradas de la libertad. han acelerado a punto maravilloso la madurez de la Amé­rica Inglesa.

A los norteamericanos les hemos dicho, que respondere­mos, sin cargo alguno, a cuanto nos pregunten de nuestra América Española.

Con lo observado en Nueva York por más de dos años. Martí ya expresaba la misma previsión geopolítica que Hos­tos contra el expansionismo estadounidense, pero sin la idea­lización de Estados Unidos. Añadía así a los propósitos de La América:

Definir, avisar, poner en guardia, revelar los secretos del éxito, en apariencia,-y en apariencia sólo ,- maravilloso de este país; facilitar con explicaciones compendiadas y oportunas y estudios sobre mejoras aplicables, el logro de éxito igual, -¿mayor acaso, sí, mayor, y más durable!- en nuestros países; es decir a la América Latina todo lo que anhela y necesita saber de esta tierra que con justicia la preocupa...

Sabemos que venimos en el instante en que una empresa de este orden debía venir. Hay provecho como hay peligro en la intimidad inevitable de las dos secciones del Continente Americano.

La intimidad se anuncia tan cercana, y acaso por algunos puntos tan arrolladora , que apenas hay el tiempo necesario para ponerse en pie, ver y decir.

Finalmente, esta postura dualista, hispanoamericanista y geopolítica , coexistía con renovados votos americanistas:

De nuestro alcance y futuros servicios, en pro del espíritu americano y de los brillantes países que engendra ,-decidirá la acogida que nos vaya dando nuestro público.

No periódico queremos solamente que La América sea sino una poderosa , trascendental y pura institución americana. Este es nuestro periódico de anuncios. 

Lo que reiteraría continuamente en La América, sin em­bargo, sería el hispanoamericanismo y el uso de América para referirse a la "española." Este usar de América, y de Améri­ca Latina, para referirse a Hispanoamérica, tanto en Hostos como en Martí, es harto comprensible si tenemos presente, además, de que tenían por fuerza que excluir a Brasil, todavía una monarquía esclavista.

Al mismo tiempo, desde temprano en su período neoyorquino. el Apóstol fue moviéndose hacia el latino (hispano)-americanismo como categoría cultural. Ya en octubre de 1883, con un sentido de urgencia, y en un texto titulado "Agrupamiento de los pueblos de América."escribió: "¡Tan enamorados que andamos de pueblos que tienen poca liga y ningún parentesco con los nuestros, y tan desatendidos que dejamos otros países que viven de nuestra misma alma, y no serán jamás -aunque acá o allá asome un Judas la cabeza- más que una gran na­ción espiritual !10 En enero de 1884, llamó al "establecimiento de un formidable y luciente país espiritual americano"41 y en junio escribió, tratando de mantener el optimismo: "Pueblo. y no pueblos, decimos de intento, por no parecernos que hay más que uno del Bravo a la Patagonia. U na ha de ser, pues que lo es, América, aun cuando no quisiera serlo; y los hermanos que pelean, juntos al cabo en una colosal nación espiritual, se amarán luego."

Siete años más tarde, sin embargo, Martí culminó la tran­sición de un pensamiento hispano-americanista a lo que con­sidero una propuesta distinta, enfrentada al latino (hispano)­ americanismo que había prevalecido hasta entonces y en el que había cifrado sus esperanzas. Con el ensayo "Nuestra América", publicado por vez primera en La Revista Ilustrada de Nueva York el 1ro. de enero de 1891, maduró una propues­ta que no sólo no ha sido igualada y mucho menos superada desde entonces, sino que tal vez ni siquiera hemos asimilado en su dimensión más radical.

Dice Pedro Pablo Rodríguez que, a comienzos de 1876 y en una crítica de teatro, Martí empleó por vez primera la frase nuestra América , cuando escribió "Si Europa fuera el cerebro, nuestra América sería el corazón."41 No obstante, dista mu­cho este uso inicial de la frase de la culminación de este pensamiento muchos años más tarde. Por eso admite Rodríguez igualmente que la frase "con este ensayo cobra plenamente el valor de un concepto en el pensamiento martiano. "

Ciertamente, y como vimos en la sección anterior, continuó utilizando el término durante todo esos años. Al contabilizar la frecuencia en el uso de ese término frente a los de América Latina y de Hispanoamérica, es observable, en primero lugar, que hay un descenso en el uso de América Latina y un ascenso del uso de nuestra América. Incluso, hay más de setenta (70) referencias a nuestra América -así, como adjetivo, mientras que el de América Latina va como nombre- frente a unas cuarenta (40) a Hispanoamérica y catorce ( 14) a la Latina. ( Véase Tabla I).45 En segundo lugar, es observable que hubo una creciente desilusión de Martí con las posibilidades de una acción concertada latino (hispano)-americana.

No es casual, por cierto, que escribiera el texto luego de observar, participar y comentar en la Primera Conferencia Internacional Americana, celebrada en Estados Unidos desde fines de 1889 hasta mediados del 1890. No es que Martí se convenciese entonces de la amenaza que representaba Estados Unidos. Desde los comienzos de la Conferencia, comentó para La Nación de Buenos Aires:

Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repleto de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratados con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, las causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América espa­ñola la hora de declarar su segunda independencia.

Tampoco se trata de que tuviese entonces demasiadas esperanzas en una acción concertada de las repúblicas hispanoamericanas frente a la amenaza. Aún antes del pasaje antes citado, sentenció:

Cada grupo de Hispanoamérica comenta lo de su repú­blica , e inquiere por qué vino este delegado y no otro, y desaprueba el congreso, o espera de él más disturbios que felicidades, o lo ve con gusto, si está entre los que creen que los Estados Unidos son un gigante de azúcar, con un brazo de Wendell Phillips y otro de Lincoln, que va a poner en la riqueza y en la libertad a los pueblos que no la saben conquistar por sí propios, o es de los que han mudado ya para siempre domicilio e interés, y dice "mi país" cuando habla de los Estados Unidos, con los labios fríos como dos monedas de oro, dos labíos de que se enjuga a escondidas, para que no se las conozcan sus nuevos compatricios, las últimas gotas de leche materna. Esto no es un estudio aho­ra: esto es crónica.

Aplaudió, con alivio, que la mayoría de las delegaciones derrotaran la propuesta estadounidenses de una unión adua­nera excluyente de Europa. Y al comentar el rechazo a su otra propuesta principal, concluyó: "Y sin ira, y sin desafío, y sin imprudencia, la unión de los pueblos cautos y decorosos de Hispanoamérica, derrotó el plan norteamericano de arbitraje continental y compulsorio sobre las repúblicas de América, con tribunal continuo e inapelable residente en Washington."48 Después de la Conferencia, y después de haberla comentado en detalle, disectando los motivos y los móbiles de la misma, confesó al prologar sus Versos Sencillos:

Mis amigos saben cómo se me salieron estos versos del corazón. Fue aquel invierno de angustia, en que por igno­rancia , o por.fe fanática , o por miedo. o por cortesía , se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos. ¿Cuál de nosotros ha olvidado aquel escudo, el escudo en que el águila de Monterrey y de Cha­pultepec, el águila de López y de Walker, apretaba en sus garras los pabellones todos de la América? Y la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestros pueblos ; y el horror y vergüenza en que me tuvo el temor legítimo de que pudiéramos los cubanos, con ma­nos parricidas, ayudar el plan insensato de apartar a Cuba, para bien único de un nuevo amo disimulado, de la patria que la reclama y en ella se completa . de la patria hispano­americana , me quitaron las fuerzas memadas por dolores injustos. Me echó el médico al monte: corrían arroyos y se cerraban las nubes: escribí versos.

 "Nuestra América" constituye, entonces y en primer lugar, una impugnación de las repúblicas hispanoamericanas , de la importación formal de modelos europeos y estadounidenses, no sólo inaplicables a la realidad regional, sino para justificar gobiernos eminentemente oligárquicos. Así, sentencia:

La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil , sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país.

Y añade. en un rechazo directo de la consigna dualista de Domingo Faustino Sarmiento: "No hay batal la entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturale­za. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.'' Elabora también, en un pasaje que recuerda las ideas es­bozadas en '"Los códigos nuevos" y maduradas en múltiples textos por casi quince años, la reivindicación de una civilización americana. Y lo hace reivindicando nuestra única, ge­nuina, irrenunciable antigüedad: Conocer es resol ver. Conocer el país. y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferi ble a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los polí­ticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. lnjértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras república s. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas. (p. 1 8- Énfasis añadido.)

"Nuestra América " constituye, además, una impugnación de la desunión de dichas repúblicas frente a Estados Unidos. Desde el comienzo del texto, hay un llamado que recuerda el ya citado al comienzo de la Conferencia Internacional Americana:

Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando , según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tem­pestades; ¡los árboles se han de poner en fila , para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes. (p. 15)

Es. sin embargo, luego del planteamiento principal , cuando advierte directamente: "Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de oríge­nes, métodos e intereses entre los dos factores continentales , y es la hora próxima en que se le acerque demandando relacio­nes íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la descono­ce y la desdeña." (p. 21)

"Nuestra América'' conserva, sin embargo, al menos discursivamente, algo del americanismo optimista con que había cerrado "Los códigos nuevos" o marcado sus comienzos en la dirección de La América. Adopta, sin embargo, un cierto giro de que Estados Unidos se salve de sí mismo:

Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí pro­pios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles: como la hora del desenfreno y la ambi­ción, de que acaso se libre por el predominio de lo más puro de su sangre , la América del Norte ...; como su de­coro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgen­te de nuestra América es enseñarse cómo es, una en alma e intento ... (pp. 21-22 - Énfasis añadido.)

Y añade, en una aguda observación del provincianismo que atraviesa desde entonces a los vecinos: "El desdén del vecino formidable , que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe." (p. 22 - Énfasis añadido.)

"Nuestra América" constituye, finalmente, un salto en la concepción cultural de "raza," para convertirse en una impug­nación del racialismo racista de Europa y Estados Unidos. Antes resume, en un poético pasaje, pero que hoy llamaríamos de perspectiva dependentista:

Con los oprimidos había que hacer causa común, para afian­zar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la re­pública: y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros- de la soberbia de las ciudades capitales, del triun­fo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inícuo e impolítico de la raza aborigen,-por la virtud superior, abo­nada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá; con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.(p. 19 - Énfasis añadido ) Es al final, sin embargo, donde da el aldabonazo antirracis­ta del que se percató, pionero en tantas cosas, el fundador de la antropología antillana Fernando Ortíz.51 Mucho más pionero fue entonces el propio Martí, adelantándose a la denuncia de la ciencia actual del racialismo como una construcción euro­ céntrica:

No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalien­tan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposi­ción y el odio de las razas. (p. 22)

IV - Antillanismo y latinoamericanismo del 1878 hasta la muerte de Martí

Hay todo un capítulo por escribir sobre los avatares del antillanismo de 1878 a 1892. Se trata del período tal vez menos estudiado y documentado de los encuentros y desencuentros ocurridos durante el último tercio del siglo. Betances, de re­greso definitivo en París, fungió como Primer Secretario de la Legación de la República Dominicana en Francia y encargado de negocios en Londres y Berna de 1883 al 84. Prosiguió inin­tenumpidamenle sus gestiones anti llanistas. desde la conspi­ración constante hasta el apoyo a los hijos de antillanos que llegaban a estudiar o a refugiarse, incluyendo al hijo de Lupe­rón. Brilló además por su labor como médico e investigador científico, alcanzando en julio de 1887 la otorgación de la cruz de Caballero de la Orden Nacional de la Legión de Honor.

Ulises Hereaux , cada vez más alejado de su mentor Lupe­rón y del liberalismo con que habían peleado por la restaura­ción, coqueteaba con España y negaba su apoyo a los inde­pendentistas cubanos.53 Demostró con creces su alejamiento del antillanismo al expulsar a Máximo Gómez de su propia patria.

Hostos, acogido por Lilís para fundar la Escuela Normal en Dominicana , terminó aceptando la invitación a dirigir un importante liceo en Chile, debido a sus diferencias irreconciliables con el caudillo.54 Durante su estadía había mantenido los ideales antillanistas, desplazando si acaso el foco vital de Cuba a la República Dominicana. En un texto de 1884, que recuerda el "Programa de los Independientes," proclamó:

Lo que puede ser una gran nacionalidad no es la República Dominicana que conocemos. La República de progresar hasta el punto de organizar todas. Finalmente, el otro tema que llama nuestra atención es el de un desplazamiento aún mayor de la dinámica independen­tista hacia los exilados cubanos en Estados Unidos, sobre todo Nueva York y Florida. Todo esto podría ofrecer pistas para explicar la otra dife­rencia más visible entre José Martí y los demás antillanistas, ya mencionada. Se trata de que Martí no se acogió intensa­mente al antillanismo hasta después de "Nuestra América'' y en camino a fundar el Partido Revolucionario Cubano (PRC). A algunos colegas le ha disgustado que diga que Martí llegó tarde al antillanismo, como si se tratara de un juicio valorativo y no un señalamiento de hecho.

Notablemente, no sólo no hay casi referentes antillanistas en su obra antes de 1892, sino que apenas hay referencias a las Antillas. No en balde nuestro querido y desaparecido colega Ramón de Armas intentó colocarlo desde más temprano:

Cierto es que, allá en su más temprana juventud , muy en los inicios de su largo quehacer -durante la primera de­portación a España, entre 1871 y 1874-, la independencia de la isla mayor pareció alzarse ante él como meta solitaria.

Pero incluso entonces sus textos mencionaban a las Anti­llas españolas como lo que en realidad eran: una unidad en la dependencia colonial. Y muy pronto -como han señala­do otros autores- el común vivir con deportados de Puerto Rico habría de identificar en un objetivo común la indepen­dencia de la isla hermana a la misma causa de la indepen­dencia de Cuba.

A ello debe haber contribuido, en no poca medida, el conocimiento creciente de los diversos esfuer­zos independentistas que antecedieron a los movimientos de Yara y de Lares, en el conjunto bregar organizativo de los mejores hombres de ambas islas por la independencia respecto a España.

Sin duda, Martí estaba consciente, como hemos reseñado, de los proyectos de confederación y de los aportes antillanos a la Guerra de los Diez Años, pero su estrategia revolucionaria no privilegió al antillanismo hasta el final.

¿Cuál es la clave para este marcado cambio en el dis­curso martiano? La clave, propongo como hipótesis, es tan geopolítica como la que llevó a Betances y a Hostos al latinoamericanismo,pero a la inversa. Al fin y al cabo, no se trata de ideas y sentimientos que puede haber albergado desde muy temprano- sino de cuál era la estrategia que viabilizara la independencia cubana. Martí llegó a la conclusión, como antes Hostos, de que no podía contar con el apoyo de las repú­blicas hispanoamericanas. En el proceso de organizar el PRC para reanudar la guerra, concluyó que sus bases de apoyo se­rían los exilados cubanos y antillanos en Estados Unidos, y las propias Antillas.

Una pista aparece en la última crónica de Conferencia In­ternacional Americana, cuando reseñó los brindis y aplausos entre los delegados hispanoamericanas a la verticalidad del representante argentino:

Quintana. vencido por primera vez, sólo acierta a decir "¡Para mi patria acepto estos cariños! ¡Nada más que un pueblo somos todos nosotros en América! ¡Yo he cumplido. y todos hemos cumplido con nuestro deber!" Un ameri­cano. sin patria . hijo infeliz de una tierra que no ha sabido aun inspirar compasión a fas repúblicas de que es centine­ la naturol . y parte indispensahfe. veía, acaso con lágrimas, aquel arrebato de nobleza. Las repúblicas, compadecidas se volvieron al rincón del hombre infeliz , y brindaron por el americano sin patria. Lo que tomaron unos a piedad y otros a profecía. 

Ya le había escrito a su íntimo amigo y colaborador Gonzalo Quesada. a comienzos de la Conferencia: El interés de fo que queda de honra en la América La­tina,- el respeto que impone un pueblo decoroso- la obligación en que esta tierra está de no declararse aún ante el mundo pueblo conquistador -lo poco que queda aquí de republicanismo sano- y la posibilidad de obtener nuestra independencia antes de que le sea permitido a este pueblo por los nuestros extenderse sobre sus cercanías, y regirlos a todos- he ahí nuestros aliados. y con ellos em­prendo la lucha. Con dinero, Gonzalo, a nada le temería. No son sueños.

Pero no quedaba suficiente "honra " en la América Latina, o al menos suficiente para servir de base de apoyo a la reanudación de la revolución independentista cubana. Es así como Martí se volcó, durante el año siguiente a la publicación de ''Nuestra América," a la organización del Partido Revolucio­nario Cubano cuyas principales bases de apoyo serían entre los exilados cubanos y antillanos en Estados Un idos y en las propias Antillas. Es así como fundó, "para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad. la independencia absoluta de la Isla de Cuba. y fomentar y auxi­liar la de Puerto Rico."

 Cuatro meses después de fundado el Partido. Martí escribió un muy citado texto sobre Román Baldoriot y de Castro que ilustra lo consciente que estaba de la imbricada e interactiva historia de las Antillas hispanohablantes. y lo intensamente que iba abrazando el discurso antillanista. Mucho más revela­dor, demuestra lo bien informado que se hallaba de la comple­jidad de la política y la lucha independentista puertorriqueña. en la cual la base organizada del apoyo a la independencia cubana estaba en el Partido Autonomista:

Ni un átomo de lacayo tuvo en vida el previsor puertorriqueño, el invencible Baldorioty Castro, a quien. en símbolo sagaz, tributaron homenaje ayer, en las fiestas de la heróica ciudad dominicana de Azua, las tres Antillas que han de salvarse juntas , o juntas han de perecer. las tres vigías de la América hospitalaria y durable, las tres hermanas que de siglos atrás se vienen cambiando los hijos y enviándose los libertadores, las tres islas abrazadas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.

Nótese , sin embargo, que ninguno de estos textos -u otros que haya podido examinar- hacen referencia a la confedera­ción de las Antillas, tema que sospecho podía resultar divisi­vo en el movimiento independentista cubano. Nótese también como se reitera la imagen de "centinela,'' de vigía." Es decir, hasta ese momento, Martí no apelaba al imaginario del equili­brio americano, ni por tan to a la metáfora del fiel de la balanza. Según Rolando González Patricio, uno de los principales estudiosos de esta etapa, la estrategia seguía siendo hispano­americanista:

En el camino hacia "el equilibrio del mundo," la liberación de las Antillas conforma el plan mínimo e inmediato, no menos complejos y transcendentes, sino aquellos que­ abarcando una zona geográfica más limitada- constituyen "la garantía del equilibrio"; la condición inicial necesaria -aunque no suficiente- para poner en práctica el resto del programa. Es por eso que en 1894, al iniciarse el tercer año de vida del Partido Revolucionario ... al abordar "el de­ber de Cuba en América", precisa en relación con el Caribe insular.

Pero no sería precisamente hasta 1894 cuando Martí adop­taría el imaginario del equilibrio americano. En un texto de agosto de 1893, se refirió a la diplomacia española que neutra­lizaba los apoyos potenciales en Hispanoamérica:

Pero la sustancia no ha de sacrificarse a la forma, ni es buen modo de querer a los pueblos americanos crearles conflic­tos, aunque de pura apariencia y verba, con su vieja España , que los anda adulando con literaturas y cintas, y pidiéndoles, bajo la cubierta de academias felinas y antológías depelucón , la limosna de que le dejen esclavas a las dos tierras de Cuba y Puerto Rico, que son, precisa­mente, indispensables para la seguridad, independencia y carácter definitivo de la familia hispanoamericana en el continente , donde los vecinos de habla inglesa codician la clave de las Antillas para cerrar en ellas todo el Norte por el istmo, y apretar luego con todo este peso por el Sur. Si quiere libertad nuestra América , ayude a hacer libres a Cuba y Puerto Rico.

Veamos entonces , en ese contexto, el también muy citado texto martiano de 1894 y el más conocido en donde Martí uti­lizó la imagen del "fiel de la balanza":

En el fiel de América están las Antillas , que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a ne­garle el poder,- mero fortín de la Roma americana;-y si libres- y dignas de serlo por el orden de la libertad equita­tiva y trabajadora- serían en el continente la garantía del equilibrio , la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte , que en el desarrollo de su territorio-por desdicha, feudal ya , y repartido en secciones hostiles-hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo.

Y sentencia: "Un error en Cuba, es un error en América , es un error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos." No abrigaba ninguna esperanza de que Estados Unidos se salva­ra de sí mismo y poca en la estrategia hispanoamericanista. Así lo confirma la segunda carta, tal vez la más citada, a su amigo mexicano Manuel Mercado, dos días antes de su muerte:

... ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber-puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizar/o-de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan , con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas y de proclamarse en lo que son, levan­tarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pue­blos-como ése de Vd. y mío,-más vitalmente interesa­dos en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América , al Norte revuelto y bru­tal que los desprecia ,-les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio,. que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas-y mi honda es la de David.

Pero, ¿cómo que "en silencio" y "como indirectamente"? ¿No estaba clara esa visión en los textos citados a lo largo de este escrito? No exactamente, tanto el discurso de que Estados Unidos se salvara de sí mismo como aquel de que lo salvaran las Antillas libres eran para consumo público. La desesperan­za con que Martí se expresa en la carta a Mercado y su estrate­gia de las Antillas como trinchera representan sus más íntimas conclusiones. Pero la estrategia antillanista también presentaba sus difi­cultades. Nótese que -salvo la muy poética referencia al final de la primera carta- ninguno de los textos íntimos hace refe­rencia a la confederación de las Antillas, aunque en este caso no pudiera resultar divisivo en el el movimiento independen­tista cubano. Aún en el camino de comenzar la guerra desde La Española, prevaleció una extrema cautela de su parte. El Manifiesto de Montecristi, firmado con Máximo Gómez el 25 de marzo de 1895, es el texto público de esos días tal vez más conocido.

El mismo constituía la máxima preocupación de Martí de camino a Cuba, pues se trataba de proyectar el acuerdo del jefe militar con el "programa político" del PRC. Martí tenía un especial interés de que el mismo llegara a los españoles, según revela por ejemplo su correspondencia con Mercado. En todo ese extenso texto, hay un sólo pasaje que hace referencia las Antillas:

La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo. Honra y conmueve que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la inde­pendencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América , y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas demenen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo. 

La cautela y ambigüedad del texto hablan por sí solas. Meses mas tarde. Eugenio María de Hostos -todavía en Chik y donde intentaba auxiliar al PRC desde comienzos de ese mismo año-- habría de referirse a la carta a Henríquez y Carvajal publicada por éste ya como El testomenro de M(Jrf f. Es u no de los pocos textos en el que hizo referencia al Após­tol, así como el único de Martí sobre Hostos fue el ya citado de 1876. En un revelador pasaje. reclamó a un tiempo el origen puerrorriqueño de la idea federacionista y el significado de su adopción por Martí: No son ideas de Martí. sino de la Revolución, y especial­mente de los revolucionarios puertorriqueños. que, en cien discursos y mil escritos e innumerables actos de abnega­ción , han predicado, razonado y apostolado en favor de la Confederación de las Antillas; pero esas ideas de comu­nidad elevida. de porvenir y de civilización para las Anti­llas, están expresadas con tan íntima buena fe por el último Apóstol de la Revolución en las Antillas, que toman nuevo realce.

"2 No parece que la seguridad de las Antillas, ojeadas de cerca por la codicia pujante. depende tanto de la alianza ostentosa y. en lo material. insuticienre que provocase reparos y justifi­cara la agresión. como de la unión sutil. y manitiesta en todo. sin el asidero de la provocación confesa, de las islas que han de sostenerse juntas han de desaparecer. en el recuento de los pueblos.

 Cuba quiso entonces y quiere ahora ser independiente: pero Cuba no puede ser independiente sin que Puerto Rico lo sea también, y las dos grandes Antillas aun españolas no pueden ser independientes, sin que, en el acto sUija un problema con­tinental ¿A qué ascendiente obedecerán las dos entidades na­cionales? ¿Al ascendiente latino, o al sajón? Y para que no malogren el fin histórico que todas las Antillas están llamadas a servir, y en vez de constituir elementos favorables al Norte o al Sur del Continente, constituyan la fuerza equilibrante a que las destinan su posición, su litoral, su potencia económica y su potencia intelectual ¿cómo han de organizarse? ¿en socie­dades aisladas, o en nacionales federadas? ... Otros antillanos no nacidos en Cuba y consagrados en cuerpo y alma al triunfo de la independencia de Cuba, han personificado tan absolutamente como Máximo Gómez el principio esencial , la independencia de las Antillas. que serán el resultado histórico de la independencia de Cuba: hasta más absolutamente que él han personificado ese o esos antillanos no nacidos en Cuba el principio y el objetivo de la revolu­ción, puesto que él o ellos han sido los que han enarbolado la bandera de la confederación, que materializará ese ideal; pero nadie ha tenido la fortuna de militar tan victoriosamente como Máximo Gómez en favor de ese propósito ...( p. 165)

Máximo Gómez merece la honrosa con fianza que en él han puesto los cubanos. ... Pero, sobre todo, merece la confianza de los cubanos, la nuestra, la de las Antillas, porque representa en la revolución de Cuba el brazo armado y la conciencia militar del ideal de las Antillas. Máximo Gómez, dominicano de nacimiento, cubano de gloria, antillano de aspiración, americano de sentimiento y conexión (sic - debe ser "convicción" ), es hombre universal ... y en mayo recordó que la preocupación de la revista era "la fusión del espíritu de todas en una sola poderosa alma americana." -p.162 Máximo Gómez " la perpetua alianza, entre las An­tillas, reanudando los lazos de antiguo rotos por la conquista." -p.163" he ofrecido a Puerto Rico, la Isla hermana, mi espada moral.

Aquella es tierra preparada para el derecho y es, debe ser, para nosotros antillanos, un gran dolor ver que mueren las esperan zas de hacer de esta, que es una de las tres Grandes Antillas, la República que unida a la cubana y la Dominicana fuese legítimo timbre de orgullo para nuestras razas, reali­zándose así, y por modo completo, la aspiración constante de todos los corazones honrados y levantados."(Fuente Emilio Roig de Leuchsenring en Hostos apóstol de la indepen­ dencia y de la libertad de Cuba y Puerto Rico, Hostos y Cuba.p. 107) Hostos, Eugenio María de. "Carta a Francisco Sellén." Hostos y Cuba , Editor Emilo Roig de Leuchsenring, pp. 260- 262.Notes "Nacer bajo su égida (la de EE.UU.) es nacer bajo su dependencia a Cuba, a las Antillas, a América, al porvenir de la civilización no conviene que Cuba y las Antillas pasen al poder más positivo que habrá pronto en el mundo. A todos y a todo conviene que el archipiélago ... sea el fiel de la balanza ni norte ni sudamericanos antillanos sea esta nuestra divisa, y sea este el propósito de nuestra lucha, tanto la de hoy por la independencia, cuanto la de mañana por la libertad." (Citado por MMD, "La vocación," p. xv) (New York, Julio 12 1896).

"Los Estados Unidos , por su fuerza y su potencia, forman un miembro natural de esa oli­garquía de naciones. Nacer bajo su égida es nacer bajo su de­pendencia a Cuba, a las Antillas, a América, al porvenir de la Civilización no conviene que Cuba y las Antillas pesen del lado del poder más positivo que habrá pronto en el mundo. A todos y a todo (p. 261 )