“El interminable camino hacia la paz” fue el titulo que sugirió para mi trabajo la doctora Sophie Jacowska. Esto refleja el optimismo decidido y a la vez realista de quien me honra al considerarme su cómplice en esa visión, que es a la vez una intención y un compromiso.
Aunque asumo convencida este optimismo "por encargo", tratare de no pecar de inocente al hablar de la cultura de paz en este espacio que liga lo ético al medio ambiente.
Nicolás Sosa en un trabajo sobre la Perspectiva ética de la Problemática Ambiental1 afirma que la técnica es la única ideología que tiene en el presente un carácter universal. La tecnología como canal para alcanzar el bienestar es centro de la noción de civilización imperante. Que el bienestar y el desarrollo se hayan basado en una "voluntad de dominación" de la naturaleza y de otros seres humanos, "ha supuesto en el ultimo siglo, la ruptura importante de limites y equilibrios globales".
Si aceptamos que la crisis ambiental es producto fundamentalmente de una concepción de civilización y de progreso fragmentaria, desarticulada, egoísta, irresponsable y abusiva, entonces, es a partir de un análisis y una acción que tenga como centro los valores como podríamos lograr nuevas formas de vida tendentes a rescatar los equilibrios perdidos en los diversos órdenes, en esencia por las mismas causas.
Dado que el problema tiene su origen y fundamento en la visión de lo deseable, en cuanto a metas y relaciones entre todo lo existente, entonces la ética es absolutamente clave para abordar la cuestión ecológica. Es central la reconstrucción de los valores que guíen igual las practicas cotidianas, que los programas educativos, los proyectos, y las políticas.
Por eso creo que es fundamental trabajar los valores, elevar la conciencia individual, fomentar el desarrollo espiritual, y el sentido de responsabilidad unido al de tolerancia, al de libertad. Pero sobre todo es necesario sincerar una ética, pues plantear en abstracto el asunto de los valores no encarna mayor reto. Es en lo especifico cuando vernos el doble standard, por un lado los discursos, por otro los valores subyacentes a la realidad económica y social.
Nadie argumenta en contra de la defensa en abstracto de los derechos humanos, de la paz, de la tolerancia. Pero a la hora de discutir la inclusión de la paz entre los derechos humanos fundamentales, surgen argumentaciones en contra ligadas claramente a intereses; a la hora de imponer restricciones mundiales a las experimentaciones genéticas se presenta nuevamente un conflicto de valores y de valores ligado a intereses; seria impensable adoptar resoluciones sobre saqueo de bienes culturales que aplicaran en retroactivo.
Hay nuevos parámetros éticos que impone la competitividad y la globalización, que ademas no están exentos de contradicciones. Queremos pagar poco y tener calidad, pero no queremos que haya monopolio. ni desempleo, ni eliminar del mercado a los pequeñitos negocios. Queremos libertad absoluta en las comunicaciones, pero nos preocupa la violencia y el irrespeto de las minorías en medios de comunicación, el consumo infantil de pornografía a través del Internet y los peligros de limitación de la libertad individual que podría entrañar la cibernetica. La inadecuada distribución del ingreso y las desigualdades que genera o acentuá, no se da por generación espontanea. Se sostiene sobre el predominio de lo individual y la negación de la responsabilidad y de la solidaridad. Es evidente, que afrontar la pobreza y la cultura de la pobreza requieren de la asunción de una postura ética global de la que se desprendan acciones muy concretas. lo demás es retórica.
Hay asuntos que no pueden abordarse sino de forma globalizada, como el medio ambiente, los derechos humanos. la violencia, el narcotráfico, la pobreza, etc. Incluso las riquezas con que contamos debemos repensarlas a la luz de estos procesos mundiales.
El Informe Mundial de Cultura de la UNESCO que aporta una buena base para la discusión en cuanto a la construcción de una etica global, sen.ala normas que toda sociedad debe observar como son:
- Aliviar y erradicar el sufrimiento (vía normas nacionales e internacionales sobre derechos humanos).
- Democracia y protección de las minorías
- Compromiso con la solución pacifica de conflictos y con la negociación justa.
- Compromiso con la equidad entra e intergeneracional, étnica, sexual, etc.
- Universalidad (de derechos y de satisfacción de necesidades) Libertad con responsabilidad. Derechos y deberes.
- Pluralismo (la homogeneización de todos los grupos no es viable ni deseable. La dominación no puede aceptarse como base de estabilidad). El pluralismo r quiere que los individuos y comunidades puedan emprender iniciativas democráticas y expresar su imaginación de manera concreta. Así como de como de disponer de lo medios necesarios para poder comunicarse.
- Respeto al relativismo cultural (que no al relativismo ético, que niega a un grupo sus derecho humanos en nombre de la cultura)
- Conservación y revitalización del patrimonio cultural material (monumentos, sitios, objetos) e inmaterial (folklore, lengua).
Insisto en que lo difícil es, tanto a nivel individual como colectivo, la asunción en lo concreto y en lo especifico de tales valores, sin embargo son estos los que marcan el camino para la construcción de una verdadera cultura de paz. He ahí el desafió. Emprender un camino que une las rutas igual de filosofías antiguas que de movimientos sociales. ¿Interminable? tal vez, espero, pues reencausarnos mas que llegar es el ideal, si aceptamos que la paz no es un lugar o un estado, sino una forma de vivir.
Notas
- Nicolás Martín Sosa. Capitulo sobre la perspectiva ética del libro "El Análisis Multidisciplinar de la Problemática Ambiental” María Novo y Ramón Lara. Madrid, 1997.