Introducción
El uso actual del término “Formativo” en la cronología peruana hace referencia al momento en el cual se comienza a gestar la institucionalización político-religiosa, expresado en la construcción de imponentes centros ceremoniales, rodeados de espacios agrícolas y habitacionales, entre los años 2500 y 50 a.C. (Kato y Seki, 1998, citado por Shibata, 2004, p. 82 y Seki, 2014, p. 6).
Las primeras investigaciones enfocadas en el período Formativo del nororiente peruano fueron desarrolladas por Pedro Rojas (1995 [1985]), entre 1958 y 1961. Mediante sus excavaciones en Huayurco planteó que dicho lugar correspondió a un foco de fabricación de objetos líticos durante el Formativo, desde donde se distribuyó por gran parte del área Andina.
Con base en la propuesta de Pedro Rojas Ponce, los arqueólogos Donald Lathrap (2010 [1970]) y Richard Burger (1995), consideraron importante determinar el área de comercio e interacción en el que se encontró Huayurco y otros sitios del nororiente peruano. Luego del trabajo de Pedro Rojas Ponce, se han realizado cada vez más investigaciones en diferentes lugares del período Formativo en el nororiente peruano (véase Clasby, 2014, 2019; Gamonal, 1982, 1983, 2014; Miasta, 1979; Olivera, 2008, 2013, 2014; Ruiz, 2017, 2022; Shady, 1971, 1973; Valdez 2013a, 2013b; Villar Quintana, 2021 [2019], 2021, 2022; Villar Sánchez, 2021 [2019]; Yamamoto, 2010, 2013; etc.), específicamente en los actuales departamentos de Amazonas y Cajamarca, incluyendo el área vecina del Zamora-Chinchipe en Ecuador.
Las investigaciones sobre el distrito de Chillia y el período Formativo en el oriente del departamento de La Libertad son aún escasas. Entre los ejemplos más resaltantes al respecto se encuentran las excavaciones en la Cueva de Manachaqui (provincia de Pataz-La Libertad), sitio cercano al norte de Chillia, donde Warren Church (1996, pp. 282-541; 2018, p. 294) definió dos fases correspondientes al período Formativo denominadas como Manachaqui (1500900 a.C.) y Suitococha (900-400 a.C.), momentos durante los cuales la cueva sirvió como sitio de pernoctación para viajeros que transitaban por esta área de intercambio.
Otros sitios cercanos a Chillia, también presentan ocupaciones durante el Formativo, estos corresponden a La Galgada (provincia de Pallasca-Ancash), donde se ubica un complejo arquitectónico monumental (Bueno, 1998; Grieder et al., 1988), y Los Cóndores (provincia Santiago de Chuco-La Libertad), donde se encuentra una cantidad considerable de rocas con petroglifos (Bueno, 1997, pp. 54-61).
Los reportes de una gran cantidad de litoesculturas en Chillia (Campana, 1988, pp. 13-20; Mosna, 2017; Tello, 2004 [1937], pp. 289-299) y el reconocimiento de ocupaciones durante el período Formativo en la Cueva de Manachaqui hizo que nos preguntáramos si la actividad de realizar esculturas en piedra tuvo un origen previo, el cual podría remontarse al período Formativo en la zona, ya que durante este momento muchos lugares como Pacopampa, Kuntur Wasi y Chontali contaron con una industria lítica en el norte peruano.
En 2016, observamos algunas fotografías que circulaban en las redes sociales sobre una estela en Chillia grabada con un motivo que nos recordaba a ciertas representaciones observadas en los bloques líticos que componen el frontis de Cerro Sechín, esto llamó nuestra atención de inmediato. Posteriormente, una fotografía de otra litoescultura ubicada en Chillia fue publicada por Federico Kauffmann (2017, p. 260), el motivo grabado en esta nos recordaba a una escultura lítica procedente de Pacopampa. La existencia de ambas litoesculturas nos animó a realizar investigaciones sobre el Formativo en Chillia, ya que este estudio contribuiría a un mayor entendimiento de este período y sus interacciones.
Nuestros trabajos de reconocimiento arqueológico en el distrito de Chillia, programados para mediados del año 2020, quedaron truncados, debido a la crisis sanitaria mundial generada por el virus del SARS-CoV-2, que ha arrebatado la vida de millones de personas y desde sus inicios alteró el desarrollo de diversas actividades, incluyendo las investigaciones en campo.
Sin embargo, al tener presente que la ausencia de trabajos de campo no debe afectar nuestra labor como investigadores, decidimos realizar un trabajo preliminar sobre las esculturas líticas del Formativo en Chillia, previo al reconocimiento de sitios de dicho período en la zona.
De esta manera, para desarrollar el presente trabajo se contó con el apoyo de Alin Argomedo Cueva, quien nos facilitó fotografías de las litoesculturas y un dibujo de la parte posterior de una de estas. Dichos materiales visuales fueron de suma importancia al momento de observar ciertas caracterís ticas que nos permitieron aproximarnos a su estilo y cronología.
Ubicación y características geográficas
Las litoesculturas analizadas en el presente trabajo fueron halladas por los pobladores en áreas aledañas al pueblo de Chillia, lugar donde actualmente se encuentran. Chillia es uno de los trece distritos de la provincia de Pataz, departamento de La Libertad (Figura 1). Se encuentra al lado oriental de la cordillera; a la margen derecha del río Marañón y próximo a la cuenca del Huallaga (por su margen izquierda), a aproximadamente 3118 m s. n. m.
Como gran parte de la cordillera andina, el área presenta una topografía accidentada. Asimismo, su emplazamiento en el lado oriental de esta cordillera, genera un estrecho vínculo con la Amazonia, y por ende habría facilitado el contacto entre sociedades andinas y amazónicas desde hace miles de años.
En 1937, Julio César Tello visitó el distrito de Chillia durante su expedición por la cuenca del río Marañón, y registró los sitios arqueológicos de Wampu, La Deliciana y Nunamarca. Este último fue considerado por dicho investigador como una fortificación construida con grandes rocas, asociada a cerámica “Sub-Chavín” y una gran cantidad de piedras areniscas labradas con distintas representaciones; menciona también un cuenco lítico de estilo “Chavín” procedente de dicho sitio (Tello, 2004 [1937], pp. 289-299), es decir, correspondiente al período Formativo.
Posteriormente, en 1988, Roosevelt Campana realizó un estudio tipológico de algunas piezas en colecciones privadas de Chillia y destacó la existencia de representaciones humanas, felinos, personajes alados y de felinos con rasgos humanos, considerando una relación estilística con Recuay (Campana, 1988, pp. 13-20). En 2004, el equipo dirigido por Thibault Saintenoy (2004) realizó un reconocimiento arqueológico en una amplia área que incluyo a Chillia, donde exploró la meseta de Pían, área donde se encuentra Nunamarca, y el cerro Hunchun con sitios arqueológicos como Cueva de los Loros, Cueva Muchika, Alistuna, entre otros.
Por su parte, Federico Mosna (2017) realizó una prospección en Nunamarca y sitios arqueológicos aledaños, y notó que tanto la cerámica y litoescultura del sitio correspondían estilísticamente a la tradición Recuay. De esta manera, podemos observar que los ejes de investigación en los estudios arqueológicos de Chillia no estuvieron enfocados en el período Formativo.
Litoesculturas del período Formativo en Chillia
Estela de Chillia
Esta litoescultura (Figura 2) actualmente se ubica en la plaza de Chillia, y según información de algunos pobladores habría sido hallada en el cementerio de dicho pueblo. Corresponde a una estela de unos 1.40 m. de altura, y posiblemente correspondió a un relieve pétreo de la fachada de algún edificio. Presenta un tallado en alto relieve correspondiente a una figura antropomorfa de apariencia dinámica con el cuerpo orientado hacia el frente y la cabeza de perfil.
La cabeza presenta una boca curva hacia abajo, una oreja cuadrangular y un ojo en forma de “D”. Asimismo, fue plasmado con la representación de lo que constituirían una cabellera larga y un tocado. Presenta solo el brazo izquierdo flexionado con la representación de los cinco dedos sobre la entrepierna. El brazo derecho se encontraría detrás de la representación de un apéndice que surge de la parte central del cuerpo y que da un giro hacia arriba (como el cuerpo de una serpiente), rematando en una cabeza con facciones similares a su portador, por esta razón se interpretó a esta figura como una cabeza trofeo. Bajo este apéndice se ubica además una figura escalonada con achurados.
Al igual que el brazo, las piernas también se encuentran flexionadas y cuentan con un aspecto volumétrico, que demarca con líneas curvas cada parte de estas. Asimismo, también presenta pies con cinco dedos (en el caso del pie izquierdo, este se encuentra cubierto por cemento) y los talones bien marcados. Cabe resaltar que, las piernas han sido representadas de perfil.
Como se menciona en la introducción de este artículo, el aspecto del rostro de este personaje es similar a muchas de las representaciones de Cerro Sechín. Sin embargo, este tipo de rostro también es común en distintas representaciones atribuidas al estilo denominado por Henning Bischof (2015, p. 148) como “Yurakyako”1, con cuyos exponentes la litoescultura analizada comparte más rasgos, como las piernas voluminosas de trazos curvos y la representación de pies con talones marcados, que pueden observarse en una representación de los petroglifos de Alto de las Guitarras (Ascope-La Libertad) y en uno de los relieves pintados de Garagay (Lima) (Figura 3).
El apéndice que gira y remata en una cabeza trofeo, observado en la estela de Chillia también fue representado en una laja esculpida, procedente de Yurakyako (Ancash), sitio del cual proviene el nombre del estilo (Figura 3), así como en el “plato de Dumbarton Oaks”, descubierto en el valle de Jequetepeque (La Libertad). Asimismo, la figura escalonada ubicada bajo el apéndice de la escultura de Chillia también es observada en un relieve de piedra hallado en Chavín de Huántar (Ancash) (Figura 3), y en otras representaciones, como en algunas litoesculturas de Cerro Sechín y un friso de Punkuri, los cuales son atribuidos al Formativo Temprano (Vega-Centeno, 1998, pp. 204-205).
Si bien no se cuenta con un contexto claro que permita conocer la cronología de la estela de Chillia, su pertenencia al denominado estilo “Yurakyako” nos podría ayudar a atribuirle una antigüedad. Si tomamos en cuenta la posición cronológica referente a algunos de los sitios donde se ubicaron ciertos exponentes del estilo “Yurakyako”, como el mencionado relieve de barro en Garagay (Formativo Medio), así como las consideraciones cronológicas propuestas por algunos investigadores (por ejemplo, Bischof, 2015, p. 153; Gamboa, 2016, pp. 14-21), podemos considerar que este estilo se habría desarrollado entre 1600 y 800 a.C., lapso temporal que abarca parte del Formativo Temprano y Medio, períodos en los cuales podría ubicarse a la estela de Chillia.
Monolito de Ushno de Agotuna
Según los actuales poseedores de este monolito, el lugar de procedencia del mismo correspondería al sitio arqueológico de Ushno de Agotuna, ubicado en La Alborada, anexo del distrito de Chillia. Este monolito de forma semicilíndrica mide aproximadamente 0.70 m. de altura, y fue esculpido en alto relieve por casi toda su superficie.
En esta litoescultura podemos observar dos representaciones centrales. La primera corresponde a una figura antropomorfa (Figura 4), dispuesta de frente, con la cabeza cuadrangular que ostenta un tipo de peinado o gorro semicircular, la nariz con lóbulos anchos, orejas marcadas y ojos elípticos. La boca es recta, y de esta emerge un motivo de tres puntas muy conocido para el período Formativo (al parecer desde el Formativo Temprano), denominado como “hálito de poder” (véase Bischof, 2015, p. 146), sobre el cual se plasmó un motivo en forma de “U”.
Tanto las piernas como los brazos muestran bastante volumen mediante curvas. Asimismo, presentan brazaletes y tobilleras como las representaciones previamente mencionadas de Garagay y Alto de las Guitarras, así como en muchas otras. Tanto las manos como los pies evidencian uñas, pero ambas extremidades se diferencian en que las primeras presentan motivos en forma de “U”, mientras que los pies motivos circulares, este último atributo se observa también en el relieve de barro, ya mencionado, de Garagay (Figura 3) y en una litoescultura de Chawin Punta (véase Brown, 2017, p. 97, Figura 8d).
Asimismo, este personaje antropomorfo plasmado en el monolito de Ushno de Agotuna presenta un cinturón con representaciones escalonadas (a modo de media chakana) continuas, lo cual nos recuerda a los ornamentos de un gran muro curvado en Tumshukayko (Huaylas-Ancash), registrado por Alberto Bueno (2005, pp. 66-67). Cabe resaltar que dicho sitio también habría exhibido litoesculturas (Gamboa, 2016, p. 12).
La segunda representación (Figura 4) se encuentra en la parte posterior, y se encuentra conectado al cinturón con motivos escalonados del personaje antropomorfo. Debajo de este cinturón se ubican dos piernas de ave, dispuestas de manera invertida y arrugadas. Mientras que, sobre el cinturón se encuentra apoyado la representación de un ser híbrido con atributos de ave, la cual cuenta con piernas voluminosa, las alas desplegadas en ambos extremos, las plumas alrededor de la cabeza2 y la cola con tres largas plumas en la parte inferior con un cuadrado concéntrico en su interior. Asimismo, este ser híbrido presenta un rostro antropomorfo cuadrangular, con ojos en forma de “D” y orejas marcadas con una representación en forma de “U”.
Las alas de este personaje parecen corresponder a peces3, los cuales son similares a otras representaciones ictiomorfas ubicadas en Cerro Sechín (Casma-Ancash) y Chavín de Huántar (Huari-Ancash) (Figura 5). Por otra parte, las piernas son voluminosas y presentan posibles tobilleras (también podrían ser plumas), y los pies cuentan con uñas y representaciones en forma de “U”, como las manos del personaje antropomorfo ubicado en el lado frontal de dicho monolito.
En tanto, existen algunas correlaciones iconográficas del motivo antropomorfo en el monolito de Ushno de Agotuna con otros sitios podemos plantear estrechas similitudes con una de las representaciones de las pinturas rupestres de Macashca (Huaraz-Ancash), registrada por Anival Támara (2017, p. 223), así como con la famosa Estela de Pacopampa (Chota-Cajamarca), ya que en ambos casos un personaje antropomorfo en posición erguida presenta “hálito de poder” dispuesto en forma vertical (Figura 6).
El período asignado por algunos investigadores a la mencionada escultura de Pacopampa, corresponde al Formativo Tardío (800-250 a.C.) (véanse Burger, 1995, p. 198; Fux, 2015, p. 231). Sin embargo, no se puede considerar fehacientemente la misma fecha para la representación antropomorfa del monolito de Ushno de Agotuna, ya que la posición corporal y la presencia del “hálito de poder” no corresponden a indicadores cronológicos claros; además, este último atributo fue representado en distintos períodos del Formativo y, por otra parte, esta característica difiere en la estela de Pacopampa por contar con un apéndice extra a lo usualmente observado.
Asimismo, la posición de los brazos (similares a los motivos de Alto de
las Guitarras, Figura 3) y piernas, lo voluminoso de las extremidades, y la portación de
brazaletes y tobilleras, nos orientan a pensar en una pertenencia de este monolito al estilo
“Yurakyako”. No obstante,
la forma del rostro difiere de los referentes a los distintos exponentes del citado estilo. De
igual modo, muchas de las características de este estilo, vinculadas al Formativo Temprano y
Medio, se encuentran con ciertas variaciones en representaciones del Formativo Tardío, como la
forma de las extremidades y la representación de brazaletes y
tobilleras, que muchas veces constituyen kennings (véase Rowe, 1973, pp.
259-260), como en el caso de las tobilleras representadas en forma de rostros agnáticos4.
Por otra parte, la representación híbrida del monolito de Ushno de Agotuna no presenta considerables similitudes con otras representaciones del Formativo. Entre las representaciones de aves híbridas más elaboradas destacan las columnas del Portal Blanco y Negro de Chavín de Huántar (Ancash) (véanse Rick, 2015, p. 161; Rowe, 1973, p. 256) y las columnas de La Congona (área andina de Lambayeque) (véase Watanabe, 2010), las cuales son muy similares entre sí y probablemente corresponderían al Formativo Tardío (800-250 a.C.).
Sin embargo, los atributos de estas columnas son distintas a los observados en el monolito de Ushno de Agotuna, ya que los motivos representados en las primeras son más complejos y numerosos. Asimismo, si se considera una comparación de este monolito con representaciones del estilo “Yurakyako”, donde también se observan representaciones antropomorfas con atributos de ave (véase Bischof, 2015, p. 157), también encontramos diferencias en relación a la forma del rostro y su disposición.
Por esta razón, en este artículo se considera un espacio temporal más amplio (entre 1200 y 250 a.C.) dentro del Formativo Medio y Tardío para este monolito, el cual presenta elementos iconográficos que podemos considerar como propios, como la alegoría de alas con forma de peces en el personaje híbrido y la forma del rostro en el personaje antropomorfo y también en el híbrido.
Es importante mencionar que en el sitio de Qaucho o Ushnu, frente a Chavín de Huántar (Huari-Ancash), Julio C. Tello (1960, pp. 244-245) reportó una escultura lítica muy similar al rostro de la representación antropomorfa en el monolito de Ushno de Agotuna, ya que presenta una forma de apariencia cuadrangular, una nariz con lóbulos bien pronunciados, ojos elípticos, orejas marcadas y una boca recta con un apéndice (corto) en el centro de esta (Figura 6).
Otra escultura con rostro similar al monolito acá estudiado, fue reportada por Julio C. Tello (2004[1937], pp. 55-59, 337) en Yanakancha (Hualgayoc-Cajamarca). Este corresponde a un monolito con dos representaciones, la ubicada en el lado posterior corresponde a un ser híbrido zooantropomorfo, mientras que la frontal corresponde a un ser antropomorfo con cabeza cuadrangular, ojos elípticos, nariz con lóbulos bien pronunciados y boca casi recta (Figura 6), el cual presenta un tipo de tocado y extremidades flexionadas.
Ambos ejemplos de litoesculturas similares nos hacen pensar en los contactos que habrían existido entre estas áreas. Sin embargo, aún se desconoce con exactitud al período que pertenecen las litoesculturas de Qaucho o Ushnu y de Yanakancha. No obstante, es probable que pertenezcan a las fases tardías del Formativo (Medio o Tardío) o al período inmediatamente posterior (con el mantenimiento de ciertos elementos del período Formativo).
La Cueva de Muchikay
Consideramos importante agregar información sobre Muchicay (Figura 7), otro sitio arqueológico del distrito de Chillia, debido a que también presenta una forma de litoesculturas similares a los observados en otros sitios del Formativo. Este sitio arqueológico fue registrado previamente por Thibault Saintenoy (2004, pp. 36-37) en su prospección por el cerro Hunchun.
Thibault Saintenoy (2004, pp. 36-37) menciona que Muchicay corresponde a un abrigo rocoso ubicado frente a un valle, a 3116 m s. n. m., cuya entrada mide aproximadamente 1.6 m. de altura y su fondo 0.5 m En el interior se observa, una gran piedra plana muy pulida, de alrededor de 3 por 5 m; esta se divide en dos partes por un canal y en su superficie presenta una serie (35 aproximadamente) de horadaciones circulares bien pulidas con 35 cm de diámetro.
Si bien, estas expresiones culturales (concavidades sobre grandes rocas) pueden ser comunes en distintos períodos, los de mejor acabado corresponde al período Formativo, como lo observado en Chawin Punta (Daniel Alcides Carrión-Pasco) (Brown, 2017, p. 98), Chavín de Huántar (Huari-Ancash) (Tello, 1960, p. 90) y Poro Poro (Santa Cruz-Cajamarca)
(Alva, 1986, pp. 316-321), de los cuales estos dos últimos han sido interpretados como altares. De esta manera, es posible que las concavidades en la cueva de Muchikay correspondan al período Formativo y tengan una función ceremonial. Sin embargo, se requieren de más análisis que permitan comprobar estas hipótesis.
Aproximaciones a la interpretación iconográfica de las litoesculturas de Chillia
Otro tema importante corresponde a la búsqueda de una interpretación iconográfica de las litoesculturas de Chillia, por lo cual, en esta sección del artículo, trataremos de aproximarnos tentativamente al significado de lo plasmado en cada escultura. En el caso de la estela de Chillia, se trataría de la representación de un personaje antropomorfo en movimiento (al parecer danzando), portando una cabeza trofeo. Llama la atención que del centro de este personaje emana un apéndice serpentiforme que parece conectarlo con la cabeza trofeo, lo cual es similar en otras representaciones del Formativo, donde algunos apéndices que emanan de diversas partes del cuerpo terminan configurando serpientes, lo cual se considera como evidencia de un trance durante ciertas actividades mágico-religiosas (véase Brown, 2017, pp. 96-98; 103-104).
En el caso de las representaciones del monolito hallado en Ushno de Agotuna se observa a un ser antropomorfo por un lado y un ser híbrido (con atributos de ave, humano y pez o serpiente) por el otro. Como se mencionó anteriormente, ambos seres, aunque ubicados en los lados opuestos del monolito, se encuentran conectados por un elemento que al ser antropomorfo le sirve como cinturón, mientras que para el ave híbrida constituiría un área de reposo.
De esta manera, surge la posibilidad de que en este monolito se habría representado la escena de dos personajes antagónicos o complementarios en la cosmovisión de la sociedad que las elaboró. Sin embargo, también podría tratarse de la representación de distintos momentos en la metamorfosis (de humano a ser híbrido) de un posible ser mítico o de un chamán.
Cabe resaltar, la existencia de múltiples evidencias iconográficas que revelan prácticas chamánicas ligadas al consumo de distintas sustancias alucinógenas en sitios del período Formativo como Chavín de Huántar, Kunturwasi, Chawin Punta, etc. (véanse Brown, 2017, pp. 103-104; Burger, 2011, pp. 123-138), por lo cual el monolito de Ushno de Agotuna y la litoescultura de Chillia podrían corresponder a nuevas muestras de este tipo de representaciones.
El ser híbrido plasmado en la parte posterior del monolito, por sí solo, revela un significado con alta carga simbólica y cosmológica. Cada ser que lo compone se encuentra relacionado a uno de los tres mundos, dentro de la concepción andina. El humano se relaciona con el kay pacha (mundo de acá, de los vivos), el ave con el hanan pacha (mundo de arriba, de los dioses) y los peces o serpientes con el uku pacha (mundo de abajo, de los muertos).
Esta relación entre los tres mundos de la cosmovisión andina se encuentra en distintas representaciones del período Formativo (véase Kaulicke, 1976, pp. 32-35), como en el caso de la estela de Yauya (Carlos Fermín Fizcarrald-Ancash) (Burger, 2008, p. 178), y el Obelisco Tello (Chavín de Huántar-Ancash) (Tello 1960, pp. 178-186). No obstante, esta tripartición en la iconografía del período Formativo también se relaciona a su disposición en la arquitectura de centros ceremoniales como Pacopampa (Morales, 1995, pp. 83-98) y Huaca Partida (Shibata, 2017, pp. 13-27)
Esto a su vez se puede relacionar con la alternancia (arriba/abajo) de los motivos escalonados plasmados en el cinturón del monolito. Según Cristóbal Campana (2016, pp. 109-111) esta alternancia, en distintos períodos, representaría la conexión entre los tres mundos. A su vez estos motivos escalonados se relacionarían con las montañas y el culto al agua (Salazar, 2009, pp. 92-93).
Con lo anteriormente descrito y aunando a las propuestas de distintos investigadores (por ejemplo, Kaulicke, 1976, pp. 32-49; Reinhard, 1997, p. 42, 50-51), podemos considerar que las representaciones plasmadas en el monolito de Ushno de Agotuna ligados al hanan pacha, kay pacha y el uku pacha estarían vinculadas a propiciar la fertilidad de la tierra y el control hídrico.
Apreciaciones finales
La determinación cronológica de litoescultura hallada fuera de un contexto arqueológico resulta una tarea muy difícil y muchas veces imprecisa. Sin embargo, incluso en contextos arqueológicos, muchas veces nos encontramos con la reutilización de estas y otras materialidades, durante distintos períodos. Otro punto importante para tomar en cuenta es que los denominados estilos iconográficos no se encuentran necesariamente ligados a un período preciso. Por esta razón, en muchos casos, como el del presente estudio, obtendremos lapsos de tiempos que pueden involucrar a dos o más períodos.
Gran parte de estos estilos fueron complejizándose y formando el corpus artístico característico del Formativo posterior a su fase inicial (Campana, 1995, p. 25). Los estilos correspondientes a las fases tempranas del Formativo fueron plasmados sobre diferentes soportes y formaron nuevos estilos en sus fases más tardías, al obviarse, modificarse o agregarse nuevos elementos iconográficos (Bischof, 2015, pp. 138-160). Por esta razón, se observan similitudes entre muchas representaciones del Formativo, aun cuando difieren cronológicamente. Por otra parte, las diferencias entre las representaciones no solo se pueden relacionarse con la cronología, ya que también dependen del área en donde se ubican, puesto que cada sociedad contaba con expresiones propias.
Nuestro estudio iconográfico ubica cronológicamente a la estela de Chillia entre 1600 y 800 a.C., lapso temporal que abarca parte del Formativo Temprano y al Formativo Medio. Mientras que, para el monolito de Ushno de Agotuna se considera una antigüedad entre 1200 y 250 a.C., fechas ubicadas dentro del Formativo Medio y Tardío. De esta manera, la estela de Chillia se relacionaría con la fase Manachaqui (1500-900 a.C.) propuesta por Warren Church (1996, pp. 282-354), quien menciona que durante esa fase la cerámica de Manachaqui presentaba relaciones estilísticas con Morerilla (en Bagua), Huacaloma Temprano y Pandanche fase A (en Cajamarca) (Church, 2004, p. 4), así como con algunas cerámicas de sitios ubicados al sur (centro andino) y al este (Amazonía) de la zona de Manachaqui (Church, 1996, pp. 331-351).
Las investigaciones en Manachaqui, ubicado al norte de Chillia, mostraron la existencia de contactos más estrechos con sitios del norte peruano durante el Formativo Temprano y parte del Formativo Medio. Sin embargo, la estela de Chillia presenta más similitudes con representaciones plasmadas en distintos soportes de sitios ubicados al sur de esta área. Si bien es necesario un mayor estudio referente a este tema, creemos que durante este período el territorio de la actual provincia de Pataz habría correspondido a un área donde confluyeron diferentes zonas de influencia cultural, que de cierta forma pudo actuar como un filtro. Esta última idea se reforzaría en la ausencia de representaciones del denominado “Estilo Yurakyako” en otros sitios contemporáneos ubicados al norte de nuestro estudio.
Por otra parte, la consideración cronológica para el monolito de Ushno de Agotuna (entre 1200 y 250 a.C.) coincide, en parte, con la fase Manachaqui (1500-900 a.C.), y más aun con la fase Suitococha (900-400 a.C.) de la Cueva Manachaqui, momento en el cual, según similitudes alfareras, se observó que esta área mantuvo contactos con la Amazonía y los Andes (Church, 1996, pp. 390-413), incluso expandiéndose hacia el actual territorio de Ecuador.
Las similitudes del personaje antropomorfo en el monolito de Ushno de Agotuna con otras representaciones en las pinturas rupestres de Macashca (Huaraz-Ancash), la litoescultura de Qaucho o Ushnu frente a Chavín de Huántar (Huari-Ancash), la estela de Pacopampa (Chota-Cajamarca) y el monolito de Yanakancha (Hualgayoc-Cajamarca) refuerzan la idea de estas interacciones a gran distancia, aun cuando para todos estos no se tenga un contexto claro y una cronología absoluta (las cuales pueden diferir entre estos sitios).
Llama la atención las estrechas similitudes entre el monolito de Ushno de Agotuna y la litoescultura de Qaucho o Ushnu, sitio ubicado en las inmediaciones de Chavín de Huántar. Esto debido a que, en la zona de Pataz, y específicamente en Manachaqui, no se hallaron fragmentos de cerámica similares a los registrados en Chavín de Huántar (Church, 2004, p. 4; 2018, p. 294).
Las investigaciones en el nororiente peruano (en el área amazónica-andina) han evidenciado ciertos contactos de esta área con Chavín de Huántar. Pedro Rojas (1995 [1985], pp. 181-186) consideró que la gran cantidad de cuencos líticos enteros y fragmentados hallados en Huayurco (Jaen-Cajamarca), habrían constituido pruebas de que es este sitio se habrían manufacturados estos objetos, para su exportación a diferentes sitios como Chavín de Huántar. Dicha propuesta fue apoyada en parte por algunos investigadores como Donald Lathrap (2010 [1970], p. 142) y Richard Burger (1995, p. 218).
En esta área del nororiente se han identificado platos líticos en forma de pez, finamente tallados procedentes de Chamaya y Pomahuaca (Jaén), muy similares a un ejemplar hallado en la Galería de las Ofrendas de Chavín de Huántar, lo cual evidenciaría la exportación de estos objetos (Clasby, 2014, pp. 472-473; Gamonal, 2014, p. 248). No obstante, en el área nororiental se observa una ausencia de fragmentos cerámicos con diseños similares a los observados en Chavín de Huántar (véase Clasby, 2019; Shady, 1971, 1973; Yamamoto, 2010; 2013).
¿Se podría hablar entonces de contactos indirectos o influencias unilaterales entre el nororiente peruano y el área circundante a Chavín de Huántar? Esta interrogante aún queda sin respuesta, pues es necesario realizar más trabajos en la zona, los cuales deben empezar por el reconocimiento de los distintos sitios de período Formativo, que además permitan evaluar los lugares que necesiten investigarse más a fondo.
Agradecimientos
A Alin Argomedo Cueva, por su ayuda con la información visual y descriptiva, sin la cual el desarrollo del presente trabajo no habría sido posible. Al arqueólogo Renzo Ventura, por su ayuda en la búsqueda de fuentes bibliográficas. A los arqueólogos Arturo Ruiz Estrada, Daiana Rivas-Tello, José Palomino Gutiérrez, Natali López Aldave, Jhon Zúñiga Tapia y Nicholas Brown, por sus apreciaciones y recomendaciones referentes al presente artículo.