Ciencia y Sociedad, Vol. 45, No. 3, julio-septiembre, 2020 • ISSN (impreso): 0378-7680 • ISSN (en línea): 2613-8751 • Sitio web: https://revistas.intec.edu.do/

LA LUZ DE YARA: UNA LEYENDA CUBANA

The Light of Yara: a cuban legend

DOI: https://doi.org/10.22206/cys.2020.v45i3.pp113-123

Investigador de la Casa de la Nacionalidad Cubana, Bayamo, Cuba. Correo-e: jmyerom@gmail.com. ORCID: 0000-0002-3082-3935.

Recibido: Aprobado:

INTEC Jurnals - Open Access

Cómo citar: Yero Masdeu, J. M. (2020). La Luz de Yara: una leyenda cubana. Ciencia y Sociedad, 45(3), 113-123. Doi: https://doi.org/10.22206/cys.2020.v45i3.pp113-123

Resumen

Esta investigación aporta reflexiones en torno a la leyenda de La Luz de Yara, desde perspectivas históricas, ubicación territorial y mutaciones como contribución a narrativas culturales e identitarias. Surgida en torno a Yara, poblado en la actual provincia de Granma en Cuba, conserva su manifestación física, aunque no los argumentos y explicaciones sobre el motivo del surgimiento de la luz. Estos testimonios se diferencian notablemente en la primera y segunda mitad del siglo XIX. Al evaluar la información histórica disponible se aprecia un marcado cambio de los argumentos en el siglo XIX. En la primera mitad se relaciona con un incendio en la iglesia de Yara; en la segunda, a criterios patrióticos; y para inicios de siglo XX, con el nacimiento de la república y la necesidad de realzar los valores patrióticos del nuevo Estado-nación. Unido a estos cambios, en los argumentos sobre la manifestación de la luz, también se pondera la complejidad de las narrativas culturales de los actores sociales que han recontextualizado la leyenda en el tiempo.


Palabras clave:

leyenda cubana; Yara; narrativas culturales; identidad.

Abstract

This investigation contributes reflections about the legend of the Light of Yara, from historical perspectives, territorial location and mutations as contribution to cultural narratives and identities. Sprung up about Yara, settled in the current province of Granma, keeps your physical manifestation, although not the arguments and explanations on the motive of the starts of the light. In the first and second half of the XIX century, the testimonies are notably different. When evaluating the historical available information appreciates a marked change of the arguments in the XIX century. In the first half, the light has been in relation with a fire in the church of Yara; in the second, to patriotic criterions and for start-ups of XX century, with the birth of the republic and the need to emboss the patriotic values of the new state-nation. United to these changes in the arguments on the manifestation of the light, also ponders the complexity of the cultural narratives of the social actors that it have re contextualized the legend in the time.


Keywords:

Cuban legend; Yara; cultural narratives; identity.

Introducción

En los procesos culturales de identificación de los grupos sociales pueden establecerse dinámicas de actores sociales en torno a narrativas, donde se entretejen elementos de la realidad concreta, del contexto y otros que pudieran considerarse “sobrenaturales”. 

La aparición de luces en ríos, mares, campos, ha estado presente en narrativas en múltiples áreas geográficas, entre ellas la caribeña. Una de estas construcciones en torno a luces es la leyenda cubana de la Luz de Yara, a la cual se atribuyen más de 500 años.

¿Sería posible afirmar que se trata de una expresión de identidad cultural en la región oriental, o incluso en Cuba?

¿Su génesis tendría alguna relación con construcciones identitarias en torno al ser cubano?

Identidad y cultura son temas transversales en muchas investigaciones y han sido abordados desde diferentes ciencias sociales y humanísticas. Algunos autores (Geertz, 1992; García Canclini, 1992; Giménez, 2007) sostienen la tesis de que, al concebir la cultura en términos simbólicos o representacionales, el cambio cultural tendrá que manifestarse obviamente en forma de movimientos o desplazamientos de significados y de la constelación simbólica que los sustenta. (Giménez, 2007, p. 98)

Siguiendo a G. Giménez, el autor de este texto considera, como una arista de la cultura su carácter procesual y simbólico (Geertz, 1992), que se expresa en la dimensión analítica de la vida social, aunque relativamente autónoma y regida por una lógica (semiótica) propia, diferente de las lógicas que rigen, por ejemplo, otras dimensiones de la vida social (Giménez, 2007, p. 30).

En este vasto conjunto de procesos sociales de significación y comunicación puede identificarse la problemática de la producción del sentido y, por tanto, de ideas, representaciones y visiones del mundo, tanto en el pasado (para dar cabida a las representaciones ya cristalizadas en forma de preconstruidos culturales o de “capital simbólico”), como en el presente (para abarcar también los procesos de actualización, de invención o de innovación de valores simbólicos). (Giménez, 2007, p. 33)

De manera que son representados, no solo hechos, prácticas, modos de hacer, sino también conocimientos, valores, creencias, opiniones y actitudes respecto a un objeto determinado (Moscovici, 1961; Abric, 1994).

Esto es, toda realidad es representada, es decir, apropiada por el grupo, reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en su sistema de valores, dependiendo de su historia y del contexto ideológico que lo envuelve. Y esta realidad apropiada y estructurada constituye para el individuo y el grupo la realidad misma (Abric, 1994, pp. 12-13).

Estas representaciones sociales conforman narrativas donde se erigen algunos códigos jerarquizados que matizan las construcciones de sentido (Yero Perea, 2016). La mirada a La Luz de Yara también toma en consideración las mediaciones culturales en la atribución de significados que realizan los actores sociales. Este texto considera la naturaleza simbólica de los procesos culturales en la dirección de la articulación de discursos y significados (Yero Perea, 2016, p. 6).

En el caso de La Luz de Yara, esta narrativa ha sido trasmitida de generación en generación durante más de 500 años y se le reconoce como una leyenda1 . En este estudio se considera como leyendas:

(del lat. legenda, «lo que debe ser leído»), como grupo de obras folclóricas que están ligadas a la presencia de elementos de lo maravilloso, de lo fantástico, pero percibidos como algo auténtico, ocurrido en la frontera entre el tiempo histórico y el mitológico o en los tiempos históricos. (Toporov et al., 2002, p. 242).

También es considerada la relación entre los cuentos, la historia y las leyendas. Flora Basulto, en el prefacio de su obra Cuentos y leyendas cubanas (1955), enuncia:

Dícese que la leyenda es el puente entre el cuento y la historia, por eso quisiera que la infancia cruzara ese puente histórico que como todo puente tiene sus dos cabezas: Una que participa del idealismo semihistórico agradable de comenzar a cruzar sin temor; en el centro la grata leyenda semihistórica que incita a continuar andando y al final, la historia con toda su cruda realidad, sin ningún idealismo [,] pero es la cabeza del puente a conquistar… (Basulto de Montoya, 1955, p. 9)

María del Carmen Víctori Ramos, quien a juicio de Vera y García ha realizado el trabajo más sistemático publicado sobre los cuentos populares en Cuba, junto a varias investigadoras (integrantes del equipo de literatura oral para el Atlas etnográfico de Cuba, compuesto por la propia Víctori Ramos, y las estudiosas Caridad Santos, Martha Esquenazi y Alicia Morales) elabora una clasificación de géneros y subgéneros literarios orales que incluye las leyendas, subdivididas en temáticas de apariciones sobrenaturales, sucesos históricos y elementos sagrados. (Vera y García, 2017, p. 22; Víctori Ramos, 1998). 

Rivero Glean y Chávez Spínola (2005, p. 6) exponen algunas características de las leyendas:

- Las leyendas, están asociadas a la memoria histórica, o étnica, y contienen el archivo folklórico de la comunidad que las crea

- Casi siempre están localizadas en alguna región conocida y época, generalmente pasada.

- Los personajes son humanos o humanizados, y sus actos tienen fundamento histórico y cualidades heroicas o malévolas. 

- Recogen acontecimientos humanos significativos, considerados popularmente como históricos, para la colectividad que los crea.

Ello nos coloca en lo que la referida Víctori Ramos (1998) reconoce como “basamento objetivo” de la leyenda, núcleo a partir del cual comienza a desarrollarse una narración que conecta varios acontecimientos, como en La Luz de Yara.

Las definiciones expuestas de leyenda, de diferentes autores (Víctori Ramos, 1998; Rivero Glean y Chávez Spínola, 2005; Vera y García, 2017), confirman la capacidad de los actores sociales para crearlas y recrearlas, garantizando de esta manera su permanencia en el tiempo, como parte del legado inmaterial que los pueblos conservan como valiosos tesoros de su patrimonio cultural. En relación con ello, se plantea el propósito de este texto: reflexionar sobre la leyenda de La Luz de Yara desde perspectivas históricas, ubicación territorial y mutaciones como contribución a narrativas culturales e identitarias.

Desde Yara

La Luz de Yara es una de las leyendas más conocidas en todo el oriente cubano (García Molina, Garrido Mazorra y Fariñas Gutiérrez, 2007, p. 179), que es reconocida por amplios sectores de la población residente en el poblado de Yara, en sus alrededores y en puntos muy distantes de esta localidad. Parra Serrano (comunicación personal) (2020, 3 de marzo y 20 de junio). 

La mayor parte de la población que la conoce, la vincula al suplicio del cacique Hatuey, y de forma indirecta a la fundación de la villa española de San Salvador; pues ambos acontecimientos ocurrieron al unísono en el lejano año de 1513 (Mateizán, 1925; Pichardo, 1977; Salgado Hernández, Futiel O´ Farrill y Parra Serrano, 2014).

Según la tradición oral de los habitantes de esta región de Cuba , la Luz de Yara, es una luz que sale de noche en los campos, no produce daño a las personas, pero provoca que los caminantes pierdan el sentido de la orientación y se extravíen, alcanzando lugares donde no pensaban llegar. Este es el núcleo fundamental de la leyenda, aunque existen otras versiones de su origen y manifestaciones asociadas al topónimo y sus diferentes ubicaciones geográficas (en Cuba existen varias localidades cuyo nombre es Yara).

En la actualidad, La Luz de Yara es el nombre de diferentes instituciones en Yara, provincia de Granma, entre las que se encuentran: la Logia Masónica, una pescadería, un mercado, todos ubicados en este municipio. Existen obras de teatro locales que escenifican la leyenda y se han realizado dos programas en la televisión local “Crisol de la Nacionalidad Cubana (CNC TV)” y uno en la televisión nacional referidos a la ciudad de Yara, que hacen referencia a esta leyenda. (Parra Serrano, comunicación personal, 2020, 3 de marzo y 20 de junio).

En sus inicios, la leyenda surge en una fecha imprecisa, que se ha perdido con el paso del tiempo; en el espacio geográfico de Yara, área cercana a las ciudades de Bayamo y Manzanillo, ubicada en la actual provincia de Granma. No obstante, para los vecinos de Yara, localidad cercana al poblado de Baracoa, provincia de Guantánamo, los hechos a los que se asocia la leyenda, ocurrieron en su territorio y la luz se manifiesta allí, en su demarcación territorial y no en la Yara de la provincia de Granma.

La autora de Cuentos y leyendas cubanas, Basulto de Montoya (1955), recogió otra versión que difiere de la antes expuesta. Según ella, ha sido vista por los pobladores de La Demajagua, área al Suroeste de la ciudad de Manzanillo y al Oeste de Yara, ambas en la provincia de Granma. Esta autora plantea en su libro que la luz se manifiesta en esa zona, y su origen no guarda relación directa con el cacique Hatuey ni la fundación de la villa de San Salvador.

Existen otras muchas versiones, pero en esencia parten de las enunciadas, o son combinaciones de ellas, que harían interminable la relación al ampliar el entorno geográfico de aparición de la luz y con una lista interminable y en constante aumento de testigos presenciales entre trovadores, impresores, pescadores, músicos, responsables de obras, profesores, obreros, barqueros, marineros, agricultores, amas de casa, jubilados, cuyos testimonios ha sistematizado Samuel Feijóo (2003, pp. 179- 190).

El análisis a desarrollar parte de la poca información histórica y periodística disponible. Se ha ejecutado sobre la base de las adaptaciones realizadas por los actores sociales a la leyenda. De ahí, el ya enunciado propósito de reflexionar sobre ella desde perspectivas históricas, ubicación territorial y mutaciones, como contribución a narrativas culturales e identitarias de grupos de actores sociales que han sido testigos presenciales de la luz y también de quienes creen en su existencia. Este texto considera, además, las que a criterio del autor son adaptaciones a los argumentos que surgen en el decursar de la historia, aunque sin despojar la leyenda de su espíritu misterioso.

Los inicios de una leyenda

Yara es el nombre del poblado cabecera del municipio del mismo nombre y de un río que nace en la Sierra Maestra, atraviesa estos territorios y desemboca en el Golfo de Guacanayabo, en la provincia de Granma, Cuba. Además su nombre se vincula a la fundación de la segunda villa española en Cuba en 1513, a la muerte en la hoguera del cacique Hatuey2 y a la gesta independentista de Cuba, para liberarse del colonialismo español en la segunda mitad del siglo XIX.

En esta vasta zona, en un momento indeterminado del pasado, tuvo su génesis la mencionada leyenda. Su difusión, y la creencia en su veracidad por parte de los pobladores de la zona han propiciado que desafíe el entorno geográfico, temporal e histórico, y sea adaptada a otras condiciones a lo largo del tiempo.

La génesis de la luz, en un principio, fue atribuida a sucesos vinculados al incendio de una iglesia; luego, al suplicio del cacique Hatuey; más tarde, en la primera mitad del siglo XX, la muerte del cacique en la hoguera es vinculada a actos patrióticos trascendentales tales como: el inicio de las gestas independentistas y el intento de la toma del poblado de Yara por las tropas bajo el mando de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria (Rodríguez Expósito, 1944), y finalmente asociada a las ruinas del ingenio Demajagua, sitio donde comenzó el alzamiento.

Actualmente, la mayoría de las personas coincide en que desorienta a los caminantes nocturnos de una amplia zona (Parra Serrano, comunicación personal, 2020, 3 de marzo y 20 de junio); para otros, los menos, anuncia tesoros enterrados por piratas (Rivero y Chávez, 2005). Su aparición se reporta en la provincia de Granma: en un área extensa alrededor del pueblo de Yara; en las montañas del municipio Pilón, en la vertiente sur de la Sierra Maestra; en el sistema deltaico del Cauto; y en las ruinas del ingenio Demajagua. En la provincia de Guantánamo se reporta: cerca del poblado de Baracoa, en Yara, una montaña próxima en el extremo oriental de la isla (Feijóo, 2003; Rivero Glean y Chávez Spínola, 2005).

Resulta significativo, y se podrá apreciar en el desarrollo del presente trabajo, como con el transcurso del tiempo, existen diferencias en las narrativas construidas. El suceso en sí mismo: la aparición de la luz ha sido conservado en las representaciones, aunque se aprecian modificaciones significativas en su interpretación.

En las sistematizaciones y reportes consultados sobre las apariciones de la luz (Parra Serrano, comunicación personal, 3 de marzo y 20 de junio; Feijóo, 2003; Rivero Glean y Chávez Spínola, 2005), se evidencian adaptaciones realizadas por quienes testimonian haberla visto. En ello puede apreciarse, según el criterio de este autor, que la luz ha tenido la capacidad de “instalarse” (Víctori Ramos, 1998) en los nuevos tiempos, siguiendo la lógica de los hechos históricos y sociales, y mantenerse en las representaciones de los actores sociales conformando narrativas culturales.

La explicación más difundida del surgimiento de la leyenda está expuesta en la obra Catauro de seres mitológicos y legendarios en Cuba (Rivero Glean y Chávez Spínola, 2005). Los autores narran:

En las regiones cercanas al poblado de Yara, en la provincia de Granma, ubicada en la zona oriental de Cuba, cuentan que surge de la loma de Yara una luz inexplicable, aunque algunos relatos lo ven venir del mar. El traslado por el aire ocurre a gran velocidad y muchos cuentan que puede dividirse en varias porciones, y que se une después. Unos la describen blanca con destellos deslumbrantes, otros [,] roja. En todos los casos, con una luz brillante. Una de las leyendas cuenta que puede ser atraída rayando un anillo de oro sobre los arrecifes. Nunca ha causado daños a personas, animales o cosas. Las leyendas le atribuyen varios orígenes. Algunos creen que anuncia tesoros enterrados por los piratas, aunque la mayoría de los campesinos tienden a relacionarla con el alma en pena del indio Hatuey, (…). (Rivero Glean y Chávez Spínola, 2005, pp. 332)

Un análisis de lo expuesto, la relacionaría de forma directa con el suplicio del cacique Hatuey, e indirectamente con la fundación de la villa de San Salvador, por lo que la misma tendría más de medio milenio de antigüedad. Respecto al emplazamiento de este núcleo poblacional, pudiera ilustrar la relación o extracto de una carta que escribió Diego Velázquez, Teniente de Gobernador de la Isla Fernandina (Cuba). A S. A. sobre el gobierno de ella, en el año de 1514 (Pichardo, 1977, p. 70).

… é el dicho asiento é sitio se halló á legua y media de un puerto, questá apropósito de la navegación de la isla Española y de Tierra Firme, y cerca de un rio grande muy bueno, que se dice Yara, de muchas crianzas de ganados y disposición para labranzas de yuca y ages y maíz, y muy buen sitio é asiento para el dicho pueblo; é que las minas están a 15 é á 20 leguas de allí, y que fizo poner la iglesia en la parte que convenia, y la nombró San Salvador, porque allí fueron libres los cristianos del cacique Yahatuey, é porque con la muerte suya se aseguró é salvó mucha parte de la isla, y así mismo hizo señalar solares para las grangerias de V. A.; é venidos los indios porque envió, de que arriba hace mincion, dio vezindades á los que las quisieron, para que las tuviesen como las que dió en la Asunción… (Copia fiel del original)

Debemos añadir la situación relacionada con la fundación de la segunda villa española en Cuba, San Salvador, dado la incertidumbre sobre el lugar exacto de su fundación y fecha. Aunque los investigadores coinciden que se encuentra en el área geográfica de la actual provincia Granma. Ello ha generado, a lo largo del tiempo, unas diez propuestas de sitios fundacionales y al menos tres fechas diferentes (Lago Vieito y Yero Masdeu, 2002, pp. 17-31), por lo que su conexión con el suplicio de Hatuey en el siglo xvi, resulta endeble y más si a eso añadimos la ausencia de documentos de época o al menos de fechas cercanas al suceso.

El primer documento disponible al respecto señala que en el año 1846 el sabio español Don Miguel Rodríguez Ferrer (Rodríguez Ferrer, 1876), recorría la zona de Yara, en el área geográfica de la actual provincia de Granma, y pudo valorar la impresión de una joven, al narrar su encuentro con la luz de Yara. Al respecto escribió:

Por esto no he olvidado la preocupación que inspiraba uno de estos fenómenos en el confín oriental de la isla cuando yo la recorría en 1846 por la jurisdicción de Manzanillo. Recuerdo, que explorando el partido de Vicana, perteneciente á dicha Tenencia, me detuve algunos días en las haciendas de la Alegría y Guaro, y en los sitios de San Vicente, la Hermita y el Guayaval sobre el rio Lorenzo Díaz. Pues aquí, en un rancho contiguo, me encontré una joven reclinada, según es costumbre, en un taburete de cuero, arrimado al umbral de su morada y que todavía estaba bajo la impresión de gran susto de que había participado viniendo de un baile campestre, porque caminando á caballo con su marido alumbrada por una luz que éste traía para pasar los trozos de monte, cuyos árboles oscurecen por completo la vía, apareciósele la luz de Yara (…), que es como llamaban por aquí á este fenómeno, por lo que digo en la nota, y mientras más corrían huyendo de su vista, más los perseguía ésta, atraída según ella, por la vela que el marido conducía. (Rodríguez Ferrer, 1876, p. 315, copia fiel del original)

Esta observación de Rodríguez Ferrer, nos proporciona una información valiosa, pues permite constatar que ya para el año 1846, la leyenda es conocida, la luz aparece y el autor recoge la apreciación de una joven: 

En tal apuro suplicó al marido que la apagase y el efecto fue peor: porque la luz de Yara, sobre no extinguirse, claro era que había de resaltar más entre la mayor oscuridad. Ya entonces pedían ambos ¡misericordia! á voces, y por fortuna, picando cada vez más á sus caballos, aires diferentes ó menor atracción hubieron de variar la dirección de estos gases y dejaron ambos á la espalda la célebre luz de Yara que causaba tanto espanto por aquellos campos cuando á media noche se aparecía sobre las entradas ó tranqueras de aquellas fincas solitarias. Condolido, pues, dé la preocupación de ambos esposos y del estado físico de la primera, y deseoso de evitarles otro tan pesado rato, me puse á explicarles para su tranquilidad futura su causa natural, y á sosegarlos sobre las extraordinarias de que ellos y sus vecinos las juzgaban hija: pero su turbación no calmaba, y arrebatada la joven me decía: «No puede ser eso: á D. José Vicente se le ha puesto esa luz en su tranquera de varias formas y tamaños. Otras veces aparece como una luz amortecida; otras, como una masa colorada conrayos, otras corre por las sábanas, otras presenta un botón azul en su centro, … (Rodríguez Ferrer, 1876, p. 316,)

En su texto recoge la causa que le atribuyen los campesinos en esa época, y por esos parajes al origen de la luz, y continua el relato: “…y eso no puede ser sino lo que dicen todos y dice mi taitica, que ese es un milagro desde que se quemó la iglesia de Yara con los sacramentos por habérsele caído estos al cura en el suelo” (Rodríguez Ferrer, 1876, p. 316). De lo antes expuesto se evidencia que, para la primera mitad del siglo XIX, la luz ya se manifestaba, y hay testigos que afirman haberla contemplado.

Por lo narrado por el sabio Rodríguez Ferrer, aunque la luz se manifiesta desde la primera mitad del siglo XIX, su origen se vincula a un incendio en la iglesia de Yara y no al suplicio del cacique Hatuey. Sin ánimo de especular, pudiérase concluir que este hecho pudo estar vinculado a otros acontecimientos, de los que no se dispone de información. Tampoco se cuenta con las probables causas ni detalles sobre la magnitud de los daños materiales ni la afectación de los oficios religiosos que debieran haberse producido. El hecho sería una adaptación de este fenómeno natural a una situación objetiva producida en la Iglesia de Yara en el siglo XIX. Esto pudiera cuestionar la supuesta secuencia ininterrumpida desde 1513 de la leyenda y de la causa de su origen.

Otros hechos que vienen a propiciar una renovación de la luz ocurren en la segunda mitad del siglo XIX. El primero se relaciona con la publicación de una serie de documentos del Archivo de Indias, entre ellos una carta de Diego Velázquez de abril de 1514, que hace alusión al suplicio del cacique Hatuey, muerto en la hoguera y a la fundación de la villa de San Salvador, en el sitio de lo que hoy es el poblado de Yara (Pichardo, 1977, p. 70). El segundo suceso es el inicio de las guerras de independencia por Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, en su ingenio Demajagua el 10 de octubre de 1868 y las acciones bélicas en un intento por tomar el poblado de Yara, el 11 de octubre de 1868.

A nivel del pensamiento patriótico se sustituye la causa de la leyenda (el incendio de una iglesia, en la primera mitad del siglo XIX) por el alzamiento en armas de la segunda mitad del XIX y la publicación de los —hasta el momento inéditos— documentos de los Archivos de Indias, sobre el suplicio del cacique Hatuey y la fundación de la villa de San Salvador.

Puede apreciarse que tanto la leyenda como los estudios históricos, vinculan estos hechos de significativa importancia para la población cubana. Si bien el intento de tomar el poblado de Yara fracasó, en el tema que ocupa su alusión sirvió para engarzar dos hechos históricos trascendentes para la historia patria con la leyenda: el primero, el suplicio del cacique Hatuey y la fundación de la villa de San Salvador, en los primeros años del siglo XVI; y el segundo, el inicio de las guerras de independencia nacional, en la segunda mitad del siglo XIX. A juicio de este autor, el hecho de que se desarrollaran presumiblemente en un mismo escenario geográfico, contribuyó a que los actores sociales lo adaptaran a las nuevas condiciones en la tradición oral.

La Luz de Yara en el siglo XX

En los primeros años del siglo XX la luz sigue apareciendo, pero con una nueva interpretación, una visión patriótica. Se adapta a la nueva información disponible: la carta de Diego Velázquez de 1514 y las acciones militares por parte de los insurrectos, en el inicio de la rebelión por la independencia nacional el 10 de octubre de 1868, ejemplo de ello es el artículo La Luz de Yara (Betancourt, 1918), expresa:

Tres siglos pasaron. Una noche la luz errante se detuvo sobre el mismo sitio en que se había alzado la hoguera de Hatuey. Era la Luz de Yara, que iba a cumplir su venganza. Era la tumba de Hatuey, que se convertía en cuna de la independencia. Era el 10 de octubre. (Betancourt, 1918, citado por Lago Vieito y Yero Masdeu, 2002, p. 32).

Este artículo de inicios del período republicano, de un carácter patriótico, se enmarca en la necesidad de fortalecer el espíritu nacional, en un momento de afianzamiento del proceso de formación del Estado-nación (la república de Cuba fue constituida en 1902, con la participación de los veteranos de la guerra de independencia).

En esta etapa ha culminado la gesta independentista, pero es necesario resaltar los valores patrióticos y culturales de la nación, y la leyenda como parte de la cultura se esfuerza en preservar la unidad, sobre una base patriótica. Se pudiera valorar que en este momento también pudo ser diseminada por el territorio nacional por aquellos hombres y mujeres que, una vez finalizados los enfrentamientos bélicos y erigida la república, se asientan en diferentes lugares de la isla preparándose para vivir tiempos de paz. Allí donde estuvieren llevaron consigo su acervo cultural, sus prácticas, filosofías, creencias… aunque el autor no puede demostrar esta hipótesis.

Una posición que se aparta de los postulados expuestos hasta aquí aparece en la obra Cuentos y Leyendas Cubanas (Basulto de Montoya, 1955), se recoge la opinión de los campesinos de la zona del ingenio Demajagua3 , donde afirman que el suplicio del cacique Hatuey ocurrió exactamente donde se encuentra el jagüey que aprisiona una de las grandes ruedas dentadas de la maquinaria del ingenio, y que Yara era una joven india virgen, capturada por los conquistadores españoles, ella no tenía oro, y la dejaban en la tienda del jefe como un regalo, la autora relata: “Yara sintió que su corazón aleteaba cual veloz pajarillo, y en un supremo esfuerzo por recobrar su libertad, tomó la espada del propio jefe, e hiriéndolo con ella, se escapó a todo correr” (Basulto de Montoya, 1955, p. 208).

Fue perseguida, se arrojó a los pies de un sacerdote para que la protegiera, en el mismo lugar donde habían quemado al cacique Hatuey, pero fue en vano. Prosigue la autora: “Los perseguidores llegaron y reclamaron la presa de su jefe, echándole mano. La virgen india, viendo perdida su libertad, miró las amarillentas llamas que acababan de consumir el cuerpo de Hatuey, y con un arranque supremo se lanzó a ellas” (Basulto de Montoya, 1955, p. 208).

Y continúa el relato: “Al empezar a arder su cuerpo, los presentes vieron con superstición que empezó a elevarse una llama azul, y muchos exclamaron: “Mira que luz azul sale del cuerpo de Yara” (Basulto de Montoya, 1955, p. 208) y esto dio origen a la leyenda.

Esta versión del origen de la luz de Yara, ofrece una ubicación geográfica un tanto distante del poblado de Yara, y atribuye el origen de la luz, al cuerpo de una india llamada con ese mismo nombre, que se arrojó a las llamas donde había sido quemado el cacique Hatuey, no obstante, el hecho de que ocurriera exactamente donde se encuentran las ruinas del ingenio Demajagua, vincula de alguna manera la luz con el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868. Si bien es una versión distinta a la que tradicionalmente conoce la población, mantiene una alta significación patriótica al asociar un acto de rebeldía temprana, en los comienzos del siglo xvi, con el lugar de inicio de las guerras por la independencia de Cuba en la segunda mitad del siglo XIX.

En el caso del Yara cercano al poblado de Baracoa (Feijóo, 2003), la leyenda recoge prácticamente el mismo origen que la tradición oral de los vecinos de Yara de la provincia de Granma, vinculada al suplicio del cacique Hatuey. Esto pudiera deberse a que durante mucho tiempo se consideró que la captura y quema de Hatuey había ocurrido en esos parajes, del extremo oriental de Cuba, situación esclarecida por las investigaciones históricas, pero que se mantiene en el imaginario de las personas que habitan esa región.

De la luz y del tiempo

Estamos en presencia de narrativas que introducen variaciones a la leyenda, contextualizándolas en un territorio mayor que en las versiones anteriores, aunque se mantiene su origen asociado al suplicio del cacique Hatuey. De los argumentos propuestos se puede concluir que presumiblemente esta leyenda tiene como sustento objetivo el proceso natural que genera la luz; en lo sugestivo, en la primera mitad del siglo XIX, el atribuirlo al incendio de la iglesia de Yara; en la segunda mitad del propio siglo, la coincidencia de la publicación de documentos del siglo xvi, que vinculan el suplicio del cacique Hatuey y la fundación de la villa de San Salvador; y el inicio de las guerras de Independencia en una adaptación patriótica de la leyenda.

La Luz de Yara permite apreciar una arista del complejo campo de la cultura y las identidades. Al valorar narrativas culturales desde esta perspectiva, de redes y entramados de sentidos que los actores sociales actualizan y recontextualizan, pueden atisbarse los movimientos y reconfiguraciones de las representaciones, imaginarios, leyendas que permiten a grupos e individuos (re)conocerse y asumir(se) en su vida cotidiana desde el lugar que habitan.

de identidad cultural de toda la región oriental, o incluso del país, sí valora sus aportes al acervo identitario de la región de Yara y su entramado revelador de las complejas construcciones culturales tanto de quienes testimonian haberla visto como de quienes mantienen viva esta leyenda en sus narrativas, y la han legado a otras.

En este siglo XXI aún hay habitantes de pueblos cercanos que sostienen haber visto la luz, aunque han preferido el anonimato en un mundo donde la tecnología acerca y conecta.

Referencias

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Datos de filiación

Jose Manuel Yero Masdeu. Maestría en estudios culturales. Se desempeña como especialista de la Casa de La Nacionalidad, Bayamo, Cuba. Sus intereses de investigación giran en torno a temas arqueológicos, antropológicos e históricos de los primeros momentos de conquista y colonización de Cuba. Actualmente es líder del proyecto “El poblamiento aborigen de comunidades de bajos niveles productivos en el sistema deltaico del Cauto y áreas adyacentes”, liderado por la Casa de la Nacionalidad Cubana, con participación de varias instituciones. Es investigador del proyecto nacional “Arqueología de prácticas mortuorias en sociedades aborígenes de bajos niveles productivos de Cuba” (P. N. C. T. 0439) del Instituto Cubano de Antropología.

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