Si en el entorno académico y universitario en el que nos recibe el Instituto Tecnológico de Santo Domingo les menciono el nombre de Alonso Quijano, todos ustedes, al menos eso espero, evocan la enjuta figura de un hidalgo manchego que fue armado caballero, o eso le hicieron creer, y quien con el nombre de don Quijote de la Mancha recorrió los caminos de España acompañado por su paisano y leal escudero Sancho Panza. Si echan a volar su memoria de lectores, podrán revivir sus hazañas y sus singulares batallas con gigantes, molinos, ejércitos o rebaños. Si se detienen a pensarlo, todo lo que alguna vez supimos de estos personajes y de sus hechos llegó a nosotros a través de las palabras. Y qué palabras, las del genial juego de creación literaria que hace que las palabras de Miguel de Cervantes creen al traductor morisco de las palabras del auténtico novelista, Cide Hamete Benengeli, quien, con las suyas, crea los personajes de la novela, que dan cuenta de sí mismos a través de las palabras; y como culminación la creación imaginaria de la simpar Dulcinea del Toboso, que adquiere realidad como por obra de encantamiento solo gracias a las palabras de su enamorado caballero.
Abandonemos por un momento la literatura y observemos la historia.
De las personalidades que la protagonizan conocemos los hechos documentados en los que participaron y las acciones que llevaron a cabo, siempre analizados desde múltiples perspectivas; sin embargo, a menudo pasamos por alto sus palabras, a pesar de que estas son tan reveladoras y tan significativas como las acciones y los hechos. De los actores de la historia, por encima de todo, debemos escuchar lo que nos dicen sus palabras y la manera en que las dicen, lo que eligen expresar y lo que eligen callar, puesto que sus palabras y sus silencios están preñados de significados que desbordan el sentido estrictamente literal.
Si hemos asumido esta intensidad significativa en los textos literarios, si esa intensidad significativa existe, como ha venido demostrando la lingüística en la expresión cotidiana, incluso en los mensajes más triviales, imaginen el caudal de información y la intensidad significativa que contienen los enunciados compuestos y emitidos por personalidades históricas en momentos de trascendencia indiscutible en los que las palabras le roban el protagonismo a la acción, a tal punto que llegan a convertirse en acción en sí mismas.
Sin embargo, el estudio de nuestros personajes históricos, para bien o para mal, se ha limitado tradicionalmente a la investigación, el relato biográfico o el análisis basado en la documentación de los datos, la cronología o la interpretación y reflexión sobre los hechos. Frente a la atención bibliográfica hacia la acción como protagonista histórica, es precisamente reveladora la ausencia de un acercamiento riguroso a la expresión lingüística del pensamiento.
De esta necesidad investigadora surge la obra de Manuel Matos Moquete, Discurso y acción, publicada por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), la cual constituye un eslabón académico imprescindible para la superación de esta carencia. Si, como se plantea en la introducción, el problema central de la investigación es conocer cómo pensaban en términos políticos Manuel Aurelio Tavárez Justo, Francisco Alberto Caamaño Deñó y Maximiliano Gómez, la respuesta correspondiente debe necesariamente partir de la comprensión de sus discursos, de los sentidos que estos producen y de los sentidos que les han sido asignados por sus receptores. La investigación filológica, en el más amplio sentido de la palabra, es esencial para abordar el estudio del pensamiento y de las ideas. El mismo Matos Moquete (1986) afirma: «La historia sin lengua: un fantasma». Científicamente no podemos ni siquiera atrevernos a esbozar una interpretación rigurosa de nuestra realidad histórica y de sus actores sin estudiar profunda y exhaustivamente su lenguaje. Solo a partir del análisis lingüístico de sus discursos, de las palabras que los componen, es posible construir una teoría que valore sus contribuciones y sus carencias en el contexto histórico y político en el que esos discursos fueron emitidos.
Las páginas de esta obra son el resultado de una investigación académica dirigida a conocer sistemáticamente el pensamiento y los valores encarnados por estos tres protagonistas de nuestra historia y a valorarlos adecuadamente. Esta investigación no puede hacerse, como Matos Moquete preconiza y demuestra, sin un «proceso de visibilización y restauración» de sus discursos, de sus pensamientos y de las expresiones más caracterizadoras de sus personalidades y de sus vidas.
Con la obra que hoy presentamos, el autor alcanza el objetivo de «convertir los discursos de esos personajes de la historia dominicana en objetos científicos, en objetos de estudio académico, a fin de propiciar que sus pensamientos adquieran una dimensión durable y trascendente» (2018, p. 31); discursos políticos, diarios de campaña, polémicas ideológicas que se plasmaron de forma oral o escrita y cuya realización o difusión pública supera la esfera de lo individual para adquirir relevancia histórica. La perspectiva de análisis es esencialmente distinta de la que acostumbra a adoptar la comunicación estratégica política; no parte del emisor, sino que se sitúa del lado del receptor para proveerlo de una interpretación crítica de estas producciones textuales.
No busquen en estas páginas aspectos biográficos, acciones armadas o militancia política, si no es como referencia contextual de los discursos. La protagonista es la palabra; la acción es solo el contexto y el referente de la palabra. Para interpretar un discurso no nos basta interpretar su significado literal, pues debemos también interpretar su significado intencional. Para componer esta interpretación, Matos Moquete parte de un análisis de la macroestructura lingüística de los textos para trascender lo estrictamente lingüístico mediante la incorporación de significados psicológicos, históricos o antropológicos.
El análisis filológico individual propuesto se completa con el ejercicio analítico participativo. Esta metodología nos brinda la posibilidad de integrar en la interpretación textual las lecturas de otros investigadores de las Ciencias Sociales y las Humanidades, quienes se acercaron a los textos desde sus propias perspectivas: científica, filosófica, sociológica, semiótica o incluso publicitaria.
Pasamos del análisis intenso y extenso de los textos concretos al estudio de las relaciones que estos textos establecen entre sí. Como nos dice Gutiérrez Ordóñez (2002), unos textos resuenan a otros, por su forma o por su sentido. Así, por ejemplo, un lector que capte las voces de Garcilaso o de Horacio en los versos de Luis de Góngora «realizará una lectura más rica y comprensiva que quien las ignore» (p.65). Y verán que vuelvo a utilizar el análisis filológico de los textos literarios como referente; el estudio de esta transtextualidad, que asumimos hace tiempo para los textos literarios, suele dejarse de lado para la interpretación de otras producciones textuales.
No así en la lectura analítica que nos propone Matos Moquete. A partir de la síntesis de los argumentos y los actos de habla de los tres actores históricos estudiados, en forma de una pancarta lingüística, logra extraer, y lo cito: «lo esencial de su ideario, pero borrando las fronteras entre sus discursos», es decir, despojando a cada discurso de sus coordenadas concretas. Este ideario esencial de cada emisor permite observar la transtextualidad de sus discursos y encontrar en ellos las tres dimensiones semánticas que comparten: los valores, las propuestas políticas y sociales, y los métodos para la consecución del poder. Se trata sin duda de profundizar en el análisis filológico poniendo en relación lingüística e histórica las tres producciones textuales analizadas.
Como nos recuerda Reyes (1995, p. 35): «interpretar lo que otro dice es reconocerle una intención comunicativa, y esto es mucho más que reconocer el significado de sus palabras». Ese significado intencional es al que nos acerca esta obra; o sea, ese significado que se intensifica con las circunstancias en las que se produce un acto de habla. Matos Moquete expone acertadamente los dos elementos contextuales esenciales a los discursos analizados: «la República Dominicana, espacio que les sirve de referente y destinatario; y la condición, en momentos diferentes, de ser luchadores por la libertad y la democracia en ese país» (p. 387).
Pocas circunstancias históricas habrá más trascendentes que aquellas que se vivieron entre 1961 y 1970, que sirvieron como escenario para los discursos de Manolo Tavárez, Francisco Alberto Caamaño y Maximiliano Gómez, el Moreno. Gracias a sus palabras conocemos la vigencia de su pensamiento; las palabras de estos tres grandes hombres resuenan hoy más cercanas y más claras. Y no podemos olvidar, como lingüistas, como historiadores, como lectores, como ciudadanos, como seres humanos, los versos de Ernesto Cardenal (1989, p. 31) en la cantiga segunda de su Cántico cósmico: «Somos palabra en un mundo nacido de la palabra y que existió solo como hablado».
Referencias bibliográficas
Cardenal, E. (1989). Cántico cósmico. Managua: Editorial Nueva Nicaragua.
Gutiérrez Ordóñez, S. (2002). De pragmática y semántica. Madrid: Arco Libros.
Matos Moquete, M. (1986). La cultura de la lengua. Santo Domingo: Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).
Reyes, G. (1995). El abecé de la pragmática. Madrid: Arco Libros.
Datos de filiación
María José Rincón González. Es doctora en Filología: Estudios lingüísticos y literarios de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. Sus líneas de investigación: el léxico dominicano en el Diccionario, los americanismos; Diccionarios y corpus lexicográficos; análisis del discurso ideológico.