Introducción
El conocimiento científico se convierte en un saber para producir y desarrollarse en determinados espacios, tales como: laboratorios, industrias, centros de investigación y desarrollo tecnológico, que posibilitan el origen y los avances de las tecnologías. De tal manera, la industrialización del conocimiento está generando que los procesos científicos solo se estén mostrando en esos espacios. Por tanto, es fundamental que se promuevan perfiles de investigadores/as basados en el compromiso social que mantienen las universidades con sus respectivos países para poder cumplir con la misión de fomentar la investigación científica, la generación y la divulgación del conocimiento.
La ciencia y la tecnología conforman elementos decisivos para la transformación social, cultural y económica de los países. En cada región se busca innovar a través de la investigación generada en los espacios científicos, pues se pretende competir a nivel internacional y formar una comunidad científica que sirva de referente de la población académica, ya que esta forma a nuevos investigadores.
El avance de la ciencia y la tecnología en México ha sido elemental para incrementar las condiciones de vida de la población en el país. El Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 (Diario Oficial de la Federación, 2013) señala la importancia de consolidar la continuidad y disponibilidad de los apoyos necesarios para que los investigadores en México puedan establecer compromisos en plazos adecuados para abordar problemas científicos y tecnológicos relevantes, permitiéndoles situarse en la frontera del conocimiento y la innovación, y competir en los circuitos internacionales Estas actividades que se realizan en los centros de investigación, universidades e institutos son espacios para la generación de investigadores/as en cada región, lo que permite que se construyan nuevas miradas con relación a las ciencias y, por lo tanto, se genere una mejor calidad científica y tecnológica.
En México encontramos diversas propuestas para mejorar la calidad educativa; los programas buscan incorporar recursos que permitan estar a la vanguardia en la ciencia y la tecnología, y responder a las demandas de intereses de políticas dictadas desde los diferentes organismos internacionales, como es el caso de la Organización de Cooperación de Desarrollo Económico (OCDE). Por esta razón, para realizar estas demandas es necesario identificar a los actores que desarrollan la ciencia y los recorridos que estos hacen desde los espacios científicos. Entonces, el objetivo de este artículo es reflexionar acerca del concepto de carrera académica desde la perspectiva de la trayectoria de Bourdieu, ya que esta mirada posibilita recuperar las normas, los actos y los espacios de distinciones a través de los cuales se mueven los investigadores en el campo científico.
La carrera académica
Las investigaciones y los estudios sobre las carreras académicas han resultado de gran interés, ya que son el punto de partida para comprender los factores que influyen en la formación y configuración del quehacer cotidiano en los espacios de investigación. La carrera académica en el espacio laboral permite identificar una serie de actividades que el investigador realiza con base en la posición en la que se encuentra. Entre los trabajos académicos relacionados con este tema se encuentra el de Goudeth-Galindo (2011). Este autor señala que existen diferentes necesidades que son inherentes a las personas; estas, al ser relacionadas con la formación pedagógica y los materiales, van encontrando otras posibilidades de recorrer el espacio universitario; asimismo, existe una necesidad de crear y construir, lo que da relación al campo de investigación y divulgación.
Otro trabajo destacable es el de Grediaga (1998), quien analiza la importancia de identificar aquellos rasgos y vínculos que tiene la docencia y su relación con la investigación en las instituciones de educación superior, pues señala que es ahí donde se transmite la generación del conocimiento; además, las características en la carrera académica se van estableciendo con base en los criterios que las normas educativas le dan a partir de reconocimientos y prestigio establecidos por las instituciones; al mismo tiempo, se contemplan para las políticas educativas como indicadores. En ese mismo sentido, Tapia & Varela (2014) señalan de qué manera las instituciones de educación superior en México están insertas en una lógica de evaluación de la carrera académica, que responde a las políticas educativas del país y, por lo tanto, se traduce en disciplinar a los docentes e investigadores con el objetivo de obtener una mejor calidad en la formación del capital humano: la distinción, el reconocimiento y el ascenso.
Por otra parte, Aceytuno & Sánchez (2014) indican que en la carrera académica del investigador existen diferentes elementos que van a determinar la rama o el área de conocimiento de la investigación, la antigüedad y/o temporalidad que tiene el investigador en el campo científico, la posición o categoría profesional y el grado académico que haya obtenido; a mayor campo académico, antigüedad y experiencia, mayor será su producción científica.
Los investigadores van marcando una serie de registros, a través del reconocimiento, que son obtenidos a partir de su producción científica y su divulgación. De manera que, al conocer la carrera de los investigadores se puede visibilizar sus investigaciones, su divulgación científica y su inserción en redes nacionales e internacionales de investigación. Ahora bien, estas también son analizadas desde la perspectiva del corporativismo. García (2004) realizó un estudio en el cual señala que las mujeres, al insertarse en la cultura académica, relacionada con la dinámica clientelar y con la diferencia entre puestos de categorías altas y bajas, están condicionadas por la cuestión del tiempo y de las redes; es decir, a mayores relaciones, nexos familiares, activismo político y/o experiencia en un área, mayores serán sus oportunidades de ascenso.
También, se encuentra otro elemento de análisis en la carrera académica: la institucionalización vista desde la perspectiva de la teoría de las organizaciones. Algunos autores, como Gil (2001), han señalado la importancia de realizar estudios y diagnósticos en las instituciones que permitan comprender la movilidad y el tránsito de los académicos, así como su caracterización, para a partir de esto comprender cómo se construye la identidad institucional y académica de los investigadores.
Por todo lo expuesto, estas aproximaciones en la cultura científica han sido pertinentes para generar conceptos que posibiliten el análisis de las tareas del investigador en los institutos de educación superior, como en los centros de investigación. A partir de estas perspectivas, se puede ir definiendo la manera de conceptualizar la carrera académica y explicar las formas de marcar los recorridos de las diferentes rutas académicas y de investigación. Cada paso que da el académico (profesor-investigador) durante su tránsito por la universidad, o centro de investigación, es una posibilidad de llegar a consolidar su identidad de investigador, además de cumplir con las exigencias de las políticas institucionales que son trazadas por el sistema educativo, ya que su carrera tiene consecuencias en el quehacer de su vida académica; por esto, es necesario identificar de qué manera llega a la docencia, la investigación y la divulgación de sus trabajos académicos.
Es importante recuperar las marcas que dejan los académicos-investigadores durante su tránsito por el espacio universitario, pues las trayectorias académicas se encuentran ocultas en la dinámica de los propios espacios de las instituciones de educación superior, ya que las lógicas administrativas regulan la producción académica y de investigación a través de sus planes y programas. Las trayectorias se manifiestan en un orden individual a partir de procesos estructurales institucionales donde la dinámica suele ser compleja.
En ese sentido, para el contexto mexicano algunos elementos clave a destacar en el recorrido de la carrera académica hacia la investigación son las políticas educativas creadas a partir del incremento en la matrícula universitaria, pues esta situación provocó que este grupo de profesores universitarios tuvieran mayor profesionalización en el campo académico; esto para pasar del tiempo parcial a tiempo completo, de profesor en el aula, a profesorinvestigador. Algunos programas son: el Programa para el Mejoramiento del Profesorado, creado en 1996; el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI), creado en 2001 y el Programa de Fortalecimiento de la Calidad en Instituciones Educativas (PROFOCIE 2014). Con estas políticas se buscó no solo mejorar la calidad del profesorado y la formación y consolidación de grupos académicos, sino incrementar la contratación de académicos y aumentar los tiempos completos (Heras, 2005; Rivera, 2003, 2010).
Las carreras de los académicos están configuradas por las políticas antes mencionadas. Diéguez, Rivera & Márquez (2013) señalan que los indicadores para evaluar y medir la calidad académica generaron una serie de tensiones dentro de los espacios de las universidades, ya que la carrera académica entró en una competencia individual con el objetivo de recibir estímulos económicos, los cuales son compensatorios a sus ingresos o sueldos de contratación. De esta forma, las políticas públicas en la educación superior introdujeron nuevas formas de organizar el trabajo académico y, por lo tanto, la carrera académica, lo que derivó en nuevas tareas: la docencia, la generación y aplicación del conocimiento, las tutorías y la gestión.
La generación y divulgación del conocimiento y la ciencia son tareas fundamentales que las universidades públicas tienen como fines para la innovación científica, tecnológica y educativa. La sociedad de la información y del conocimiento fue vital en el desarrollo de la época posindustrial, como lo fue en la tercera revolución industrial. Se planteó la necesidad de construir la visión de la modernidad y la democracia de modo que la información, el conocimiento, el desarrollo y el uso de las tecnologías sean apreciados como recursos claves que han hecho posible que las sociedades científicas se organicen, regulen y puedan generar otros tipos de relaciones sociales, políticas, económicas, a través de discursos ideológicos que determinan la forma de hacer investigación y generar ciencia. Blázquez (2008) ha señalado que la ciencia es una forma de conocimiento del universo y de lo humano, diferenciada por poseer un método que es el resultado de un proceso de transformación histórica; de tal forma que el desarrollo de la ciencia y la tecnología se vuelve un factor determinante para el avance de los países y su crecimiento a partir de los conocimientos.
Las políticas para la generación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología están insertas en espacios como son las instituciones de educación superior, que son campos indispensables para la educación científica, la cual puede transformar al país y ser parte de la sociedad del conocimiento. Los investigadores de alto nivel que han sido reconocidos y distinguidos por sus pares son quienes pueden compartir aquellas experiencias que les fueron útil en su construcción personal y académica, así como en la investigación.
La carrera académica es el resultado de los pasos y del ritmo del profesor-investigador, que marca un sentido desde su origen social, desde el cómo y de qué manera se forma y en qué medida su producción científica va dejando las huellas que posibilitarán el acceso al campo científico. Dicho lo anterior, el escenario de las carreras académicas en investigadores se va consolidando en función de la plaza que ocupan, así como de su investigación, producción y divulgación científica. Estos elementos ayudan a identificar las condiciones por las cuales los académicos transitan para poder ingresar y mantenerse bajo los perfiles de actividades de investigación.
Para Wainerman (2011, p. 30) “la razón básica de la formación de investigadores sociales reside en que no se aprende hacer investigación en los cursos especializados de metodología y técnicas sino se hace investigación junto a un maestrola, como en los gremios medievales, dentro de un proyecto de trabajo dirigido por el maestrola. Es así porque hay algo no codificable del oficio del investigador, difícil de transmitir si no es en el hacer”. De esta manera, la carrera académica también se va construyendo a partir de sí mismo, con los otros, en espacios considerados como élites del conocimiento, en la generación y la producción de saberes.
La educación superior ha sido el foco de atención de las políticas dirigidas a la investigación, especialmente hacia los académicos, debido a que “son los académicos a través de las instituciones de educación superior, quienes pautan y evalúan el aprendizaje que finalmente lleva a la certificación. Son también ellos quienes definen el conjunto de conocimientos que se integran en la currícula...” (Grediaga, 1998, p. 190). Es así como el papel de los académicos fue tomado en cuenta para la creación de políticas públicas que resolverían algunos problemas de la educación superior, como la evaluación, la calidad, la docencia y la investigación. La estructura política en las instituciones de educación superior o centros de investigación se encuentra enfocada en posicionar la innovación y el desarrollo tecnológico a partir de las políticas educativas de ciencia y tecnología que el país demanda, es por eso que se han ido construyendo las condiciones necesarias para la generación del quehacer académico orientado hacia la investigación.
En la sociedad del conocimiento del siglo xxi es innegable que el desarrollo científico y tecnológico de un país depende del desarrollo de su sistema de educación superior. Es en este nivel donde se prepara a los futuros profesionistas y científicos, por lo cual se considera prioritario invertir parte del presupuesto público en los organismos dedicados al desarrollo científico y tecnológico del país. Esto se ha modificado principalmente mediante la implementación de políticas públicas dirigidas a este sector; políticas que fomentan la des-homologación salarial y el financiamiento por méritos, es decir, a quien más produce, más se le apoya (Casillas, 2002).
Los académicos, a partir de la docencia y de sus investigaciones, van trazando rutas que los puedan llevar a pertenecer a grupos que desarrollen investigación dentro de las instituciones de educación superior; al incorporarse en estos espacios, se va generando un proceso de formación y consolidación de científicos que favorece el desarrollo y la innovación, basándose en la ciencia generada en los espacios universitarios. La universidad es una fuente de formación científica y de saberes, lo que se traducirá también en la generación de investigadores de alto nivel.
Lo antes señalado posibilita comprender una serie de matices que se entrelazan en el hacerse científico a partir de la carrera académica: el espacio donde se habita como académico, profesor o investigador, su movilidad, la posición que ocupa y su visibilidad a través de sus publicaciones. De ahí que resulta necesario conocer cómo se articulan estos matices en los espacios de juego: el campo y la trayectoria.
La carrera académica como trayectoria vista desde una perspectiva bourdiana
La sociología de la educación propone una reflexión acerca de las instituciones educativas como creaciones propias de una sociedad con sus estructuras y valoraciones. Según Bourdieu (2008), “el papel del sistema escolar es desde este punto de vista capital, los profesores son un filtro o una pantalla entre lo que los investigadores buscan decir y lo que los estudiantes reciben”. De esta manera, cada institución escolar pondrá sus propias reglas de juego para relacionarse y valorar los conocimientos adquiridos, no solo para medir los saberes, sino para posicionar en espacios de privilegios; es decir, reconocer y distinguir a sus actores, quienes mantienen mayor reconocimiento como investigadores y científicos.
La noción de trayectoria, de acuerdo a Bourdieu, comprende una “serie de las posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en sí mismo en movimiento y sometidos incesantes transformaciones” (Bourdieu, 1997, p.82). En esos espacios, las instituciones juegan un papel importante; estas marcan una cadena de situaciones a partir de las normas y las condiciones que configuran la carrera académica; a través de la trayectoria que pueden seguir los investigadores se configuran posiciones que les permiten moverse para pertenecer a determinados grupos o a ciertas categorías validadas por la comunidad científica.
Es decir, la carrera académica, vista desde la trayectoria, se puede entender como un recuento a través de una serie de condiciones y actividades de tipo académico; investigación para la generación y aplicación de la ciencia y la tecnología que se recupera a partir de las experiencias en los espacios académicos y de investigación durante la carrera del investigador.
Los investigadores, que se mantienen en lógicas de la generación del conocimiento, traen consigo una serie de capitales que les permiten moverse en diferentes campos, ya que es a través de esos recursos obtenidos (capitales) lo que les posibilita desplazarse mejor en su carrera académica. El campo educativo es una estructura social compuesta por agentes (estudiantes y profesores/ as); no está separado de las instituciones o de una estructura mayor, como es el Estado, sino que se configura con una estructura de reglas, las cuales los agentes cumplen; esas funciones diferenciadas son determinantes y se basan en las normas de operación de la institución. Los docentes reproducen los elementos que sujetan las relaciones de poder apoyados en la normatividad planteada en dicho espacio (Bourdieu & Passeron, 2009); de tal manera que en el campo educativo y de investigación estarán posicionadas teniendo como sustento las estructuras con las que habitan.
En ese sentido, los actores se encontrarán en espacios de privilegios, de modo que los espacios universitarios y de investigación están montadas en esas estructuras planteadas desde el campo científico. Basados en lo anterior, Bourdieu señala que “los campos son como espacios estructurados de posiciones (o de puestos) cuyas propiedades dependen de su posición en dichos espacios y pueden analizarse en forma independiente de las características de sus ocupantes” (Bourdieu, 2002, p. 135). Por esta razón, es fundamental identificar todos los recorridos en la carrera académica del científico, las posiciones que tienen los distinguidos y las condiciones con las que viven. Bourdieu & Wacquant (1995) afirman que los agentes sociales son el producto de la historia, esto es, de la historia de todo el campo social y de la experiencia acumulada en el curso de una trayectoria determinada en el subcampo. Significa investigar cómo llegaron y qué lugar ocupan los sujetos en el espacio académico y cómo accedieron a la posición en la que se inscriben en el habitus.
En el campo universitario se enfrentan diversos poderes específicos que corresponden a trayectorias sociales y escolares. Por lo tanto, los campos son espacios donde se generan áreas de juegos en las que se establecen relaciones de poder entre los participantes; es decir, las y los agentes participantes –estudiantes, académicos y acadé micasbuscan crear maniobras y luchar por obtener el capital cultural (educación y conocimientos); al obtener este capital se le otorga legitimidad, prestigio y autoridad a aquel agente que lo posea.
En el campo académico participan diferentes agentes que buscan compartir, crear y proponer una serie de reflexiones sobre pensamientos científicos con sus estudiantes, con el fin de que adquieran un pensamiento crítico que los lleve a incrementar su capital cultural. Estos agentes se enfrentan a situaciones de reconocimiento o exclusiones de acuerdo a las normas y al orden establecido en el campo científico, o sea, las evaluaciones; estas miden la calidad y el reconocimiento que puede tener o no un agente que se dedica a investigar y a divulgar su producción científica.
En esos espacios se establecen las relaciones de poder entre quienes participan, es decir, las y los estudiantes o académicos que buscan crear y construir sus propios recursos para obtener sus procesos de aprendizaje y generación del conocimiento (capital cultural) y ser reconocidos al obtener el capital que le pueda otorgar prestigio y legitimidad desde quien califica a las personas que lo poseen. Los procesos de evaluación para poseer el título de investigador o investigadora en las universidades están configurados desde esta perspectiva del campo; si quieres ser investigador, tendrás que participar bajo estas reglas y normas establecidas por el campo.
Con respecto a los requisitos para formar y pertenecer al campo científico universitario, estos se establecen bajo las reglas y normas de las políticas que reconocen al investigador o científico, de tal manera que se establecen formas para adaptarse en esas estructuras. Manuel Gil Antón se refiere a esta adaptación de los nuevos modelos que están montados en la estructura y las políticas:
Los modelos, las formas nuevas de relación social afines a los tiempos que corren, ya sean imaginados o trasladados de otras latitudes donde la modernización fue resultado de procesos básicamente internos, no se adoptan de manera simple, sino se construyen de forma contradictoria y creativa, procesual a su vez, generando especies de copias, pero originales merced al impacto de fuerzas culturales poderosas y resultantes de la inercia histórica. No se trata de ponernos un nuevo traje y listo; habrá que modificar la talla del cuerpo y ajustar, a su vez, el corte previsto por el abstracto sastre de la modernidad globalizada. Y eso lleva tiempo, implica paciencia y ocurre de manera gradual y variable en la diversidad de esferas de la vida social. (Gil, 2000, p. 103)
A partir de lo planteado por el autor, las estructuras basadas en los cambios políticos y económicos desde el modelo neoliberal reconfiguran el espacio científico, ya que se ajusta para que los agentes puedan maniobrar, producir capital y mantenerse como agentes participantes. Para esto, la formación como investigadores se va configurando con el tiempo, en función de los estudios de posgrado y de su inserción en espacios de investigación.
Hacerse investigador, a través de la carrera académica, implica obtener una serie de recursos y capitales que se adquieren en diferentes espacios: familiar, cultural, universitario y científico. De ahí que dependiendo del acceso que cada persona tenga a estos será la manera como se irá desarrollando; también implica reconocer en cada momento los criterios que se piden para pertenecer o no a un espacio científico reconocido. Los investigadores se van configurando en el sistema a partir de referentes significativos en sus vidas, del quehacer que se va distinguiendo por otros que ya están clasificados y que pueden otorgar o no ese reconocimiento en el campo científico. Para permanecer en el sistema es necesario identificar la forma y la estructura del capital científico, pues es fundamental para comprender los elementos que lo componen; para algunos será la colaboración y la producción académica y científica.
Configuración del investigador a través de su carrera académica
El investigador va configurando su producción científica de tal forma que el reconocimiento que socialmente va adquiriendo puede garantizar otros estímulos por la comunidad científica y académica, pues ese reconocimiento está en función del valor que le sea asignado por la producción y el resultado de sus investigaciones, así como por la originalidad que presente; así, estaría acumulando mayores recursos científicos y formas de convivencia (todas ellas componentes de los distintos tipos de capital) transmitidas por la educación recibida de la sociedad adulta. La educación es un proceso de generación y transmisión de saberes, un espacio donde el docente e investigador transfiere ese conocimiento para que permita cumplirse su socialización; para esto, el investigador parte de su origen social y de la forma en como aprendió y en que comparte su cultura.
Los campos y las clases sociales que se mueven en el espacio académico, se van articulando en categorías para que los agentes puedan mantenerse y competir por un lugar específico y evitar ser excluidos, por lo cual hay una posición que crea condiciones para obtener un capital económico, cultural y simbólico. El capital simbólico es la posesión de estudios, títulos, reconocimientos por las personas que se relacionan en el campo científico, por lo que la existencia de este capital será legitimada solo si significa y es distinguido por los otros. Se reproducen determinadas maniobras en el campo educativo para incrementar el capital cultural, que estará condicionado por la reproducción social y cultural. Por tal razón, la reproducción de las relaciones de poder y las relaciones simbólicas se estructuran a partir de las relaciones que se establecen en el espacio académico, las cuales ponen atención en la importancia del capital cultural heredado por la familia y el capital que puede ser acumulado en los espacios educativos y de investigación.
Las personas no se desplazan de manera casual en el espacio social porque las fuerzas que influyen en la estructura de este espacio se imponen a ellos y, por lo tanto, se enfrentan a normas configuradas y mediadas de acuerdo al contexto donde interactúe con otros. Bajo determinado capital heredado corresponde un recorrido de trayectorias más o menos similares que conducen a unas posiciones semejantes y el paso de una trayectoria a otra depende a menudo de acontecimientos colectivos. El recorrido que se traza en la vida de un investigador va configurando posiciones que le permiten moverse para pertenecer a determinados grupos o a ciertas categorías validadas por la comunidad científica; es decir, la carrera académica se va posicionando, va obteniendo capital cultural, social, económico y puede tener una serie de transformaciones para ser reconocida y distinguida.
El habitus científico se configura a partir de las normas del campo científico, de la posición y de las categorías en la que se encuentre el investigador en ese campo, para que se relacione con el resultado de su producción científica y ponderación de su vida académica. El habitus del investigador se va incorporando en el cuerpo científico a través de la clase distinguida que forma un cuerpo simbólico, a partir de relaciones con otros agentes que son reconocidos. Asimismo, este habitus se estructura a través de lógicas de ser investigador y se manifiesta en sus prácticas cotidianas y en sus relaciones sociales en los campos académico y científico. Al estar interiorizado el habitus, los investigadores van construyendo sus objetivos académicos-científicos sin la necesidad de recurrir a una explicación de lógicas estructurales (políticas públicas para la ciencia y tecnología), sino que responderán a las normas establecidas para permanecer en el campo del sistema científico.
Carrera académica, trayectoria y campo científico
Colom (2011) considera que la educación se integra en la base de todo proyecto político que, además de la ideología, condiciona y posibilita las intervenciones a efectuar, ya que no puede existir política sin políticas de intervención para la mejora de la realidad.
La investigación científica es un proceso de construcción teórica y metodológica validada por la comunidad científica. Se han establecido criterios para llevar a cabo los procedimientos necesarios para lograr hallazgos que permitan comprender mejor el mundo que nos rodea, sus limitaciones y su propuesta de innovación. En el área de la educación y las ciencias sociales un investigador necesita recurrir a diferentes recursos al alcance de su formación, para esto se acude a Tarrés (2013), quien señala que escuchar, observar y comprender buscar penetrar en una reflexión crucial de las ciencias sociales las cuales son formas de producir el conocimiento científico, es decir, tener diferentes recursos metodológicos para dar el salto del texto reproductivo al texto epistémico.
A partir de este principio, la posición que ocupa esta reflexión es útil para señalar la relevancia de escuchar al grupo de académicos y académicas que han recorrido durante muchos años el quehacer en la investigación. Para producir una investigación se busca atraer no solo un problema para estudiarlo, sino también construir una propuesta que genere alternativas de intervención en diferentes niveles y que se resuelva a favor de la comunidad científica. La sociología de la educación posibilita identificar aquellos fenómenos que suceden en los campos, las normas, las relaciones y las distinciones entre los actores. Así, el diseño se posiciona para analizar las realidades y las experiencias que cada sujeto recorre en un campo científico.
Bourdieu (2008) señaló que mantener una vigilancia epistémica en los procesos de investigación es preguntarse qué es hacer ciencia y saber qué es lo que hace el científico; estudiar y analizar las teorías y los métodos en su aplicación para determinar qué hacen con los objetos y cuáles objetos hacen. A partir de esta postura, la investigación en la educación es una posibilidad de un quehacer cotidiano, no solo en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino en la manera en que se establecen los criterios mismos de la metodología del docente, quien está formado en un campo científico y académico. Por tanto, el reconocimiento de la carrera académica por parte de las autoridades científicas será distinguido y posicionado para cubrir cada vez más las exigencias que las normas demandan para el desarrollo de la ciencia y la tecnología; es decir, lo que Bourdieu ha señalado en posiciones para obtener más capital cultural y científico, por lo que el concepto de trayectoria nos sirve para comprender que la carrera académica no es ajena en esas dinámicas institucionales universitarias y científicas.
Por su parte, Pérez (2013, p. 27) señala lo siguiente: “…el científico tiene la libertad para hacer siempre lo que le gusta, que es lo que sabe hacer bien”. El autor deja la puerta abierta para reflexionar sobre la libertad y el gusto, el saber para hacer, para comprender dónde inicia el gusto; es decir, cómo se van entramando los diferentes capitales culturales a partir de su origen social, la escuela, la familia y el medio donde sociabilizan y de qué manera los aprendizajes previos en el proceso de escolarización formal contribuyen posteriormente en el camino de una trayectoria científica.
Para concluir, el campo científico establece determinados criterios para señalar quién es y quién no es investigador con perfil reconocido ante las demandas de las políticas educativas y/o institucionales. Este reconocimiento estará definido por un grupo de investigadores distinguidos, quienes estarán creando conjuntamente una profesión académica privilegiada y, por lo tanto, en algunas áreas disciplinares excluirán a aquellos que no tengan ese estatus para algunas áreas del conocimiento. Buscar para atraer en la investigación recupera la importancia de indagar sobre elementos que generen inquietud y sean atractivos para quienes invierten en favor de la ciencia, de la formación de capital humano y, sobre todo, para el logro de una mejor calidad de vida en la sociedad a través del desarrollo científico.
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Datos de filiación
Cirilo Rivera García. Estudiante de doctorado en Investigación e Innovación Educativa, Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México). Su línea de investigación es: Sociología de la educación, ciencia y género. Correo electrónico: ciriga73@gmail.com
Lilia Mercedes Alarcón y Pérez. Profesora Investigadora a Tiempo completo del Doctorado en Investigación e Innovación Educativa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México). Su línea de investigación es: Evaluación profesional, así como Lectura y escritura. Es integrante del Cuerpo Académico Práctica y Formación Profesional. Correo electrónico: liliaap@hotmail.com