La dimensión espiritual de la realidad
La dimensión espiritual de la realidad como percepción e intuición humana ha sido estudiada desde diferentes perspectivas, tendencias y disciplinas, que abarcan teorías científicas, filosóficas, religiosas, entre otras. Pensadores, filósofos y teólogos del mundo antiguo, medieval, y moderno, han tratado de explicar los fenómenos y manifestaciones que conforman el mundo de lo intangible, de lo inefable. Asimismo, en el ámbito literario, sobre todo los escritores metafísicos y místicos, han establecido una relación empática y afectiva con la esencia que subyace en el sentido último de las cosas, que trasciende al individuo y la realidad sensorial.
En el trabajo que nos ocupa, se presenta un enfoque estético‐espiritual del Movimiento Literario Interiorista, mediante el análisis del cuerpo teórico que lo sustenta y las obras de creación de los poetas que siguen sus postulados. Este estudio tiene el objetivo de poner de manifiesto la vertiente espiritual de la estética interiorista, definida por el doctor Bruno Rosario Candelier como “realidad trascendente”, que constituye la base fundamental de la Poética Interior.
Existe una amplia bibliografía sobre el Movimiento Interiorista y las obras de los creadores que forman parte de esta tendencia literaria; sin embargo, son escasos los estudios dirigidos a develar la dimensión espiritual de su estética. El conocimiento de la vertiente trascendente en los principios que sirven de sustentación al Movimiento y en las creaciones interioristas, contribuye a una mayor profundización en los valores que promueve, a una elevada comprensión de la estética de sus creadores y a un mayor entendimiento de la literatura dominicana a partir de 1990. Esta valoración pone de manifiesto aspectos humanísticos y estéticos presentes en la literatura dominicana, que coadyuvan al crecimiento de los propios creadores y, en un contexto amplio, al desarrollo espiritual mediante el uso del lenguaje literario.
El Diccionario de la lengua española, en su 23.a edición (2014), define “espíritu” (del latín spiritus), entre otras acepciones, como “Ser inmaterial y dotado de razón”, “Alma racional”, “don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas”, “Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo”.
Los filósofos griegos utilizaron los vocablos “noûs”, “pneuma”, “psiché”, “thymós”, “ánemos” para referirse a la realidad intangible y vital de la existencia. Estos vocablos pasaron al latín, y posteriormente al castellano como “soplo”, “aliento”, “razón”, “intelecto”, “fuerza vital”, “alma”, “espíritu”, entre otras acepciones. En el contexto cristiano, algunos de estos términos adquirieron la connotación de fenómenos espirituales, como manifestación de la presencia de Dios y la unión con Él en el Amor, tal como lo entendió San Agustín de Hipona (354-440 d. C).
Para Platón, lo intangible o espiritual (“kósmos noetós”) está conformado por el mundo de las Ideas, lo que entendía como el Ser, la Divinidad o el Absoluto. En contraposición de este, está el mundo material o sensible (“kósmos horatós”), el cual está constituido por lo tangible o concreto. Este pensamiento adquiere especial significación en Aristóteles, quien se refiere en sus apuntes a materia y forma como sustancia del Ser y al sentido espiritual del intelecto.
Lo espiritual, para muchos filósofos y corrientes filosóficas, se concibe como fundamento, sentido y finalidad última de todo lo existente; una “necesidad inevitable”, inclinación del ser humano a hurgar en lo que no puede experimentar mediante los sentidos corporales.
Las distintas aproximaciones o intentos de definición de la realidad espiritual comparten la idea de la existencia de algo inmaterial y consustancial del ser, que lo vincula con un conocimiento supremo. Desde esta perspectiva, los seres humanos están en capacidad de acceder a planos superiores de conocimientos que, entre otras cosas, les permiten tener una mayor comprensión de sí y del mundo desde la valoración de realidades estéticas, morales y espirituales. Y, asimismo, de reconocer la realidad trascendente como fuente de la vida y sabiduría que emana del Cosmos.
Estos principios son fundamentales para entender la poética interior, puesto que esta plantea el conocimiento de la realidad tangible como punto de partida para acceder a la sabiduría trascendente, a la verdad esencial, al “logos”, que Heráclito de Éfeso (544-484 a. C.) definió como “inteligencia que dirige, ordena y armoniza la existencia” (Carvallo Maliachi, 2009).
Génesis y trayectoria del Movimiento Interiorista
El Movimiento Interiorista fue fundado por el crítico Bruno Rosario Candelier en 1990, en la República Dominicana y, posteriormente, extendido al ámbito internacional con la presencia de creadores españoles e hispanoamericanos. Surge con la motivación de impulsar el desarrollo literario dominicano, a través de una labor magisterial proyectada a la conformación de grupos literarios en diferentes puntos geográficos del país, que facilitaran la formación intelectual y estética de sus creadores. Desde sus inicios, el Ateneo Insular fue el órgano regente para promover la propuesta estética interiorista, la cual se alineó al trabajo formativo y disciplinario de sus fundadores. Fundamentó su ideal en el cultivo de valores estéticos que dieran cuenta de la dimensión interior de las cosas, así como de la vertiente esencial y espiritual de lo viviente.
Pedro José Gris, uno de los principales teóricos y miembro fundador del Movimiento, entendía que el poeta debía “colocarse en el interior de las cosas”, para elevar su canto desde dentro de la realidad, de manera que se hiciera uno con esta, como verdad única y totalizante.
En el año 2014, el vocablo “interiorismo” fue introducido en la 23.ª edición del Diccionario de la lengua española con aplicación a los ámbitos de la arquitectura y la literatura: “1. m. Arte de acondicionar y decorar los espacios interiores de la arquitectura. 2. m. Movimiento literario fundado en la República Dominicana, que expresa el impacto de lo real en la conciencia, la dimensión metafísica de la experiencia y la belleza sutil con sentido trascendente”. La introducción de este concepto a la lengua española evidencia la importancia del Movimiento Interiorista y los logros alcanzados a sus veinticuatro años de labor literaria.
Esta nueva sensibilidad artística, con vocación trascendente, surge con una alta valoración por la clasicidad y la modernidad y, al mismo tiempo, con una manifiesta intención de dirigir sus esfuerzos, entre otras cosas, a formular la realidad trascendente como espacio posible de creación y una nueva vertiente que encauzara la literatura dominicana.
Bruno Rosario Candelier sustenta su propuesta principal en el reconocimiento de tres vertientes de la realidad. La “realidad real objetiva” y la “realidad imaginaria”, ambas conocidas y trilladas en el mundo literario, y la “realidad trascendente”, la cual formula como una nueva vertiente creativa. Esta “nueva realidad”, si bien había sido abordada por escritores a través del tiempo, aún no había sido teorizada como espacio posible de una creación que diera cuenta de la experiencia de la sensibilidad en contacto con la esencialidad de lo existe y la energía vital del universo en sus múltiples manifestaciones. El Interiorismo promueve la sensibilidad espiritual y estética en el sujeto creador, mediante la conmoción que la realidad, en sus diferentes expresiones, produce en la conciencia.
Con la publicación del libro Poética Interior (1992), Rosario Candelier da a conocer el Movimiento Interiorista, así como el marco teórico de sustentación del mismo y los primeros creadores que se acogieron a esta nueva propuesta estética literaria. Siguiendo los planteamientos expuestos en esta y posteriores publicaciones, la creación interiorista se centra en “la gestación de una sensibilidad espiritual y estética de tipo trascendente, mediante la expresión del impacto que lo real produce en la conciencia, así como la visión de lo viviente en conexión con la sabiduría cósmica” (Rosario Candelier, 2015, p.1).
Esta vocación trascendente de los creadores interioristas impulsa a hurgar en la realidad mediante los sentidos físicos y a descifrar los destellos de la verdad última y esencial de lo viviente mediante los sentidos interiores, que el Dr. Rosario Candelier enumera como “la intuición, el sentido común, la imaginación, la memoria sensible y el instinto” (p. 66).
Desde su conciencia profunda, el creador interiorista testifica un modo de ficción diferente a los modos comunes mimético y mítico que abarcan la realidad sensorial e imaginaria, y da cuenta del mundo trascendente que lo apela. La realidad espiritual que se devela o revela mediante la alteridad del creador con las cosas produce en este una fruición de la conciencia que, a través del lenguaje u otra expresión artística, se traduce en saber y belleza.
Con la publicación de los ensayos La creación cosmopoética (2005) y El vínculo entrañable (2007), el Dr. Rosario Candelier profundiza en el análisis de los temas literarios interioristas y relativos a la vertiente trascendente de la realidad, lo que junto a una amplia selección de creaciones poéticas de autores dominicanos y extranjeros da mayor significación y cobertura internacional al Movimiento. En estos y otros ensayos, el autor sintetiza el ideal interiorista, su estética, su búsqueda y hallazgos, sus aportes, sus técnicas, sus valores literarios y humanísticos. Presenta un nuevo modo de ficción cifrado en un “realismo trascendente”, que fecunda la conciencia del individuo en su inclinación natural hacia el conocimiento y la espiritualidad, promoviendo la sensibilidad espiritual y estética en el sujeto creador.
Rosario Candelier resume el ideal espiritual del Movimiento Interiorista cuando expresa lo siguiente:
El Interiorismo enfoca la realidad trascendente, encauza los valores permanentes y asume los fenómenos de conciencia a favor de una nueva sensibilidad espiritual y estética. En tanto tendencia estética trascendente, la Poética Interior testimonia el impacto de la realidad en la conciencia mediante la intuición de verdades profundas y la expresión de la belleza sublime. En tal virtud, la Poética Interior ofrece una perspectiva situada más allá de las apariencias de las cosas. Supera la visión fundada en lo real objetivo o en lo real imaginario y se centra en lo real trascendente con especial atención al lenguaje del yo profundo, la búsqueda del sentido y la contemplación de lo divino. (1992, p. 23).
Cabe destacar la incorporación en la Poética Interior, además de nuevas técnicas, modos y tonos, otros aspectos literarios vinculados al mito, a la mística cristiana y a la metafísica. Además, a tendencias y movimientos literarios dominicanos como el Postumismo y la Poesía Sorprendida, y del ámbito internacional como el Surrealismo, Simbolismo, Creacionismo y Trascendentalismo, entre otros.
En la Poética Interior, tanto la creación como los autores revelan una totalidad potenciadora plena de belleza e intuiciones, que rebasa lo perceptible y al sujeto que vive la experiencia. De ahí que la realidad exterior, mediante la contemplación, la intuición y la experiencia creativa, impacta la conciencia y la vincula con lo trascendente. Este sentido de la experiencia estética lleva a los creadores interioristas al cultivo de los valores interiores como vía de creación y de realización. Desde esta perspectiva, la creación literaria deja de ser un producto, para convertirse en una experiencia humana que incide en la conciencia del ser que crea y, por tanto, que lo enriquece y transforma.
Esta mirada hacia el individuo creador, como ser capaz de trascender lo sensorial y trascenderse a sí mismo, pasa a formar parte de la literatura como búsqueda ontológica y sentido de lo existente, desde la sensibilidad espiritual y estética. Los diferentes aspectos que conforman el marco teórico interiorista se orientan a la valoración de los seres humanos como totalidad corpórea y espiritual, al reconocimiento de una fuerza vital capaz de manifestarse y ser percibida mediante los sentidos concretos e interiores del individuo, la elevación de la conciencia humana mediante el conocimiento y la belleza, y la posibilidad de comunión y unión con la divinidad.
Desde el lenguaje, el Interiorismo presenta una nueva forma de percibir el mundo, otros modos de abordar la literatura y, al mismo tiempo, señala un nuevo camino por dónde transitar lo Absoluto. Más aún, describe y hace comprensible el sendero de lo inefable y lo divino, que muchos creadores ya habían transitado, quizás sin saberlo. Asimismo, resalta en las creaciones interioristas el carácter íntimo, sensorial y amoroso, que permea la articulación de vocablos referentes al mundo espiritual y a la sacralidad de las cosas.
Ideal estético del Interiorismo
La presencia de la realidad espiritual en los creadores interioristas rebasa lo puramente conceptual para convertirse en imágenes y vivencias que develan un amplio universo de posibilidades humanas y creativas, como producto de la fruición de la conciencia que se expande en el acto creador y donde confluye lo tangible y lo intangible. Pierre Teilhard de Chardín, en su libro El fenómeno humano (1963), habla de la existencia de “una voluntad de vivir universal que converge y se hominiza” en el hombre (p. 6). En el sentido espiritual de la creación interiorista, la realidad trascendente es interpretada como aquella en la que convergen y se hominizan la conciencia del poeta con la energía espiritual que fluye de lo viviente.
La disposición natural de los creadores interioristas para vincularse con realidades esenciales desde una perspectiva del yo profundo, les permite captar, percibir y sentir la fuerza del Cosmos y el fluir de lo existente, de la realidad prístina que subyace más allá de lo perceptible.
Rosario Candelier, en su obra Poética del Interiorismo. Teoría de la estética literaria (2015, pp. 8-9), resume los principios artísticos del Interiorismo en diez postulados básicos. Estos ponen de relieve la búsqueda del sentido trascendente de la vida, a partir de las experiencias humanas y la valoración del mundo circundante, así como del yo interior que vincula al sujeto con las realidades inefables de la conciencia y la espiritualidad.
Desde esta perspectiva, el Interiorismo, además de ser una corriente literaria y estética, es al mismo tiempo un estilo de vida, una mirada penetrante a la realidad que convoca y armoniza con la inteligencia, la conciencia y la sensibilidad de los creadores. La belleza se manifiesta como un estado de plenitud que explora las posibilidades humanas y valoriza la dimensión espiritual inherente a su condición y realidad de ser. De esta manera, en cada obra de creación literaria interiorista subyace una valoración por la vida, el cultivo del conocimiento y la exaltación de los valores espirituales.
Estas características se evidencian en los trabajos creativos de autores que siguen sus postulados, y para quienes el acto creador constituye una experiencia única de la conciencia en su dinámica de aprehensión de la poesía que emana del yo interior y de todo lo viviente, en su modo especial de ser y manifestarse, como expresión de lo espiritual a través de la sensibilidad. Entre estos escritores, a modo de ejemplo, cabe destacar la experiencia de entrar en contacto con la realidad espiritual mediante la creación y cómo estos poetas intentan expresar lo inefable a través de la palabra.
Oscar de León Silverio, en su poema “En la hondura del Cosmos”, a través de la experiencia estética logra colocarse dentro de las cosas, al tiempo que intenta describir el sendero que recorre mediante su sensibilidad. Asimismo, expresa cómo lo espiritual es captado por su conciencia, con versos cargados de una emotividad capaz de crear una atmósfera de ternura y espiritualidad: “Allí tengo mi rostro / el rostro verdadero / en la hondura del Cosmos / en lo alto del tiempo / más allá del rumor posible / de las cosas / de la lluvia sin voz / de la noche sin sombra / donde el cielo pesa / lo que pueden mis hombros / y la luz se piensa / en remotos espejos” (De León Silverio, 1996). El poeta describe un sendero y transita por él con su lirismo y elevada expresión humana.
En poetas como Pedro José Gris, la experiencia de la realidad trascendente es tan rotunda, que lo coloca en los espacios interiores de una nueva realidad, esencial y eterna, que se devela en su conciencia y lo transforma con sus verdades cósmicas, como se puede contactar en su poema “Oda al Padre”: “En un baño de espadas disueltas / en una luna líquida y en agua / he empezado a nacer de nuevo / desnudo en la sal, / en la consumación de la blancura./…/ Y más allá del tiempo, / de la sucesión misteriosa del oleaje, / la eternidad resplandece en su hondura intangible! / ¡Hacia Ti convergen la inmediatez del tiempo, / la agonía del agua, el soplo de la luz / en la nada perfecta, / más allá de la forma y de la belleza!” (Gris, 1982). El poeta Gris vive la experiencia creativa en un estado de fusión con la plenitud que lo impulsa a una especie de renacimiento y pureza, donde el resplandor de lo inefable parece atraparlo en la luz perfecta de su belleza e infinitud.
Carmen Comprés, a través de la creación poética, logra trascender la realidad y sumergirse en una interioridad cósmica que la conduce a hurgar y a descifrar el sentido de las cosas. A partir de esta experiencia única e inefable, es empujada a la vastedad, a la amplitud que la posee en su danza y en su murmullo, como lo plasma en “Variaciones I”: “He cruzado el umbral de los credos / En la ventana perecen ahora / secretos que brotan sin ruido / La fiera azul / en ángel alza su locura / buscando asir lo que en ti duerme /…/ Como un latido que vuelve / danzan tus pájaros / Campo de espigas / que el mismo viento empuja / Es que han vuelto / los nidos y las alas / Han vuelto por ti / en murmullo de lirios!” (Comprés, 2007, pp. 27-28). Esta poeta vive una experiencia singular al hurgar en una realidad que parece develarle sus verdades últimas y que su sensibilidad capta como presencia del mundo espiritual que la convoca y al que se aferra en su búsqueda.
Por su parte, el poeta Ángel Rivera Juliao se coloca en el interior mismo de la realidad creativa para testimoniar, desde su yo profundo, sus verdades espirituales captadas mediante la intuición. Al mismo tiempo, trasciende la realidad objetiva y descubre la realidad trascendente hecha luz y transparencia, lo que se puede apreciar en sus poemas “La noche” y “Una puerta hacia la luz”, respectivamente: “Deambulo entre los huecos del silencio / arrastrando su cadáver de niebla / la noche madre vientre anclada en el éter / como un grito en la gravedad del tiempo” (Juliao, 1999). “Ya el agua no es el agua / ni el cielo es azul porque está tan lejos / en la desnuda claridad del alma / toda transparencia es un espejo” (Juliao, 1999). Su búsqueda espiritual lo lleva a explorar los caminos de la creación poética para reencontrarse consigo y con la fuerza espiritual que percibe fluir de la realidad circundante. La noche actúa como puente que lo conduce hacia las claridades del alma.
Un aspecto peculiar de la Poética Interior se percibe en Jaime Tatem Brache, en el cual se manifiesta el desplazamiento del poeta por pasadizos interiores que le parecen conocidos y cotidianos, donde deja expandir su ser. Inmerso en una interioridad personal y única, en la que no existe frontera entre los distintos planos de la realidad espacio-temporal, de manera simultánea convergen el poema, el poeta y la experiencia sensible, en una dimensión trascendente abarcadora y totalizante que revela el mundo espiritual percibido en el acto creador del poeta, como se puede contactar en el poema “Colapso de la alianza”: “El poema era espacio de lunas / y soles / y lirios / y nostalgias./ Espacio de antiguas hidalguías / donde generaciones de fuego jamás olvidaron sus andanzas. / Lo saqué de una habitación de mis recuerdos / allí donde un espacio en blanco me llevaba tu voz / allí donde mi infancia se llenó de luceros / allí donde supe de un río deshecho en huida / y un árbol deshecho en sangre y llanto / allí donde soñé que era murciélago / y el espanto me obligaba a volar en pleno día / y yo andaba tropezando con todas las paredes del mundo / y con la fatiga / y con la soledad / y con el olvido” (Tatem Brache, 2005, pp. 51-52). La realidad del poeta se hace poesía que emana de su conciencia con los matices de una historicidad que lo aturde en la huida, en el olvido y en la vivencia desgarrada de la soledad.
En Guillermo Pérez Castillo se pone de manifiesto la actitud empática y entrañable del poeta con lo existente, cuya esencialidad devela con una especial sensibilidad. A través de recursos sensoriales y perceptivos, las cosas parecen convocar al poeta en un plano interior de la realidad, en la medida en que este se identifica con lo viviente. El poeta siente y testimonia sus percepciones en una dirección ascendente que muestra la sacralidad de las cosas y, al mismo tiempo, la transformación que va experimentando su conciencia, lo que se transparenta en su poema “El mito de la tarde”: “Un vaho blanquecino entre árboles dormidos / y un leve sol desparramado me entrañan. / El mito de la tarde aún existe… / Algo hay de mí en sus verdores apagados / en esas manchas solitarias / en ese gris transido en rostros. / Pretendo la soledad pero todo me asiste: / solo entre ramas y azahares hay una multitud insólita. / Ahora todo mi universo es fronda / silabario ancestral / brumas desdibujadas y pausas…/…/ Y retengo entre mis manos la tarde abrevada pero cierta / llena de mariposas sombrías / cocuyos fugaces y un tropel de alas en el sueño / en las lindes de mis ángeles…/ Tarde que es espejo / un pasadizo por donde huyo a encontrarme con mis dioses /…/ (Pérez Castillo, 2009, pp. 37-38). La tarde como realidad tangible es trascendida por Pérez Castillo para mostrar esa otra tarde que vive en su conciencia y que lo atrapa en sus “manchas solitarias”, al tiempo que lo colman presencias inefables que le entrañan.
Frank Rosario, en su poema “Quise arder aún más”, tiende una mirada reflexiva y de ternura a la realidad ante el mundo espiritual que lo apela. Percibe el sentido primigenio de las cosas que observa y la presencia de la Divinidad lo subyuga e invita a fundirse en su resplandor, en esa inmensidad que lo arrebata: “Y miré. / Vi descolgarse el alba primera / como un sueño de agualuna: a mis pies / un río de inocencia absoluta / corría en parpadeo tierno / de estrellas diurnas…/…/ Fue entonces cuando la luz iridiscente de Su gloria / empezó a anegar todos los espacios / transformándolos en auroras repetidas / por todos los rincones ¡Qué pálido el paisaje primero / ante esta luz extrema fosforada completa! / ¡Cómo no sumergirme y morir en ese albor / que todo los traspasaba!” (Comp. Rosario Candelier, 2007, p. 224). Lo espiritual se patentiza en la creación de este poeta como búsqueda y encuentro con lo divino, que percibe como luz e inocencia que llenan todos los espacios de la realidad, la cual palidece ante su resplandor.
Para el poeta Manuel Antonio Jiménez, el trabajo creativo constituye una vía de anulación de la realidad inmediata, un puente entre el mundo circundante y la profundidad de su conciencia, su casa interior, donde acude al encuentro con su verdadero ser, el que se multiplica y transgrede la realidad espacio-temporal para vivir la plenitud, la totalidad de su existencia, en un único espacio de creación trascendente. En el poema “Camina conmigo”, el poeta expresa: “De luz / es un lago sosegado / el día que comienza / con su cisne ceremonioso / en su centro / que está en todas partes / Como en una litografía / la ciudad acontece de blanco / Y yo camino despacio / para no desencajarme / seguir dentro de mí / para estar conmigo / Y llego / finalmente a la casa / donde estoy esperándome” (Jiménez, 2014, p. 84). En su poema “Om”, se manifiesta un encuentro entrañable, un instante de intuiciones y conocimientos que asaltan al poeta y lo iluminan. En su estado gozoso de conciencia, por estar ante la presencia del Señor, que la niebla devela, se hace latente la certeza de que no es fuera de Dios: “En sosiego / de espeso silencio / dice tu nombre la niebla / Y yo me abismo / en sonoro placer contigo / Señor / entramado en la certeza / de que no soy fuera de ti” (Jiménez, 2014, p. 64).
Al igual que algunos poetas referidos anteriormente, muchos creadores interioristas, desde su sensibilidad experimentan el mundo espiritual como presencia de Dios, quien se manifiesta a través del mundo sensorial o en la vivencia trascendente que los subyuga. Mediante el acto creativo, estos establecen una vinculación afectiva y amorosa que los impulsa a la unión con la Divinidad. Entre estos creadores, cabe destacar a Tulio Cordero, quien en sus creaciones asume la promesa de Dios como un manantial que continúa fluyendo, por lo que reclama desde su sed profunda de amor a lo divino el encuentro con la vida verdadera, la que siente que quema sus manos, la que emana amorosa del pozo que lo convoca y en cuyas aguas intenta penetrar, con la certeza de que es lo único que calmará su sed y apaciguará sus pasiones, como bien expresa en su poema “Esta sed”: “Si es cierto / que en este manantial / has de venir a encontrarme, / entonces / date prisa. / Cántaro no tengo / y me dan miedos / estos montes inhóspitos / y estas bestias hambrientas. / Tu sabes que yo sé / de muchos pozos / pero ignoraba el tuyo. / Ven, / que mis manos se abrasan / y esta sed se hace honda. / Esta sed no se calma.” (Cordero, 2012, p. 108). En su poema “La noche, las hojas y el viento”, el poeta sosegado, con el rumor de las norias y de regreso del dolor y la ausencia, desde una exquisita sensorialidad íntima y transparente se sabe observado en las planicies de lo sagrado y se abandona a la danza de la inmensidad que lo contiene en estrecha comunión e iluminación: “Llevo enredado el rumor / de las norias en mi alma. / También traigo el corazón lacerado de sombras, / recocido de llagas. / Pero ahora que sé que me ves / puedo danzar / desnudo / con todo el universo. / Yo amo / los silencios / de este pasillo / que me conduce / a tus / sombras.” (Cordero, 2008, p. 12).
Fausto Leonardo Henríquez, también recurre a la fuerza simbólica del agua para abordar la Divinidad en su poema “Gemido de ciervo herido”, realidad que percibe y expresa como luz que emana del corazón mismo del manantial de la vida. El poeta, desde su espiritualidad cristiana, intuye el misterio que fluye en la oscuridad y, a fuerza de fe, tratar de acceder a los secretos ocultos del pozo dador de luz y vida: “La eternidad mana sin ruido en el abismo, / ... / El manantial inagotable se esconde / en lo profundo de la oscuridad; /… / Quien bebe de este pozo, bebe luz. / El misterio fluye en lo insondable. / Yo, como el cántaro, me precipito / tras el interior secreto del pozo, / sin más alas que la fe.” (Henríquez, 2012, p. 21). El amor divino se manifiesta como fuego que quema y enmudece, como silencio sonoro y doliente en la añoranza del amado, lo que hace al poeta decir: “Tengo punzada el alma. Es el amor / el que me quema y mata. / Oh, Señor, oye las campanas / que estoy mudo, sin más voz que su queja. / Tu amor desciende sobre mí / como lluvia menuda. Y yo no sé / más que balbucir cosas que no entiendo…” (Henríquez, 2012, p. 32).
La mística cristiana presente en estos poetas, los lleva a expresar experiencias creativas que son producto de la armonía que surge de la sensibilidad espiritual del creador que percibe la presencia de Dios, quien se devela al poeta en el mundo sensorial y en su sentir interior. En el poema “Hacia la fiesta”, el poeta Freddy Bretón aborda la Divinidad como Padre que armoniza todo lo existente en sus múltiples manifestaciones, por lo que se hace presente en cada expresión de la vida humana y su realidad circundante. El poeta y lo existente en su totalidad, y desde su propia individualidad, son instrumentos a través de los cuales Dios manifiesta sus maravillas, su infinito amor, su armonía perfecta. Como buen poeta místico, Bretón siente su humanidad vinculada con todo lo existente y como peregrino que camina hacia la gracia plena, al encuentro gozoso con el Padre: “Padre de la armonía: / yo sé bien que tu voz / divaga por el mundo. / Te canta suavemente / la brisa en los pinares, / o en los vientos que rozan / las rocas de la altura. / Padre del universo, / Del que soy parte mínima: / preste yo mi voz a tus cantares, / como lo hace la fuente / o el arroyo en las piedras; /que no solo a las aves /les fue encomendado /cantar tus maravillas. / Sea todo mi ser / el instrumento / en que hagas resonar / tus melodías. / Viva yo de tu amor; / Tu armonía perfecta, / Mientras voy, peregrino / hacia tu fiesta.” (Bretón, 2007, pp.240-241).
Conclusión
El Movimiento Interiorista postula tres aspectos fundamentales de la sensibilidad espiritual y estética: La realidad trascendente, como expresión de lo interior, tanto del sujeto como de lo contemplado, percibido o intuido; la dimensión espiritual en sus diferentes expresiones y manifestaciones hipersensibles y como develación de la energía vital; y el desarrollo de la conciencia en su alteridad con las cosas sensoriales y suprasensibles, cuya experiencia la transforma.
De ahí que el lenguaje en la poética interior tienda a registrar el mundo espiritual como luz, transparencia y reflejo en contraposición de sombra y oscuridad. Tanto el agua, como el alba y la noche, se convierten en símbolos especiales para transmitir sentimientos de quietud, silencio, plenitud, pureza, que crean un estado singular para captar el fluir interior del Cosmos, como aspiración del poeta de presencias inefables y de unión con la totalidad y lo Absoluto.
El poeta interiorista persigue la realidad trascendente como dimensión donde tiene lugar la experiencia creadora y lo espiritual manifestado a través de la convergencia de la sensibilidad con la energía esencial que subyace en todo lo viviente y que impacta la conciencia. Así percibió Jacques Maritain la poesía, al decir que entendía por esta “no el arte particular consistente en escribir versos, sino un proceso a la vez más general y más primario: aquella intercomunicación entre el ser interior de las cosas y el ser interior del yo humano” (véase Bustos, 1971).
El acto creador, en el Movimiento Interiorista, es más que palabras ordenadas en una estructura poética; es también alteridad y convergencia con el sentido de las cosas referidas, con lo particular y lo absoluto, con la fuerza vital del Cosmos. Es portal de la sensibilidad hacia el propio Ser, hacia el conocimiento y lo intangible, hacia lo espiritual y lo divino.
Notas
- Profesora editora de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), República Dominicana. Correo electrónico: cperez@pucmm.edu.do
Referencias
Bretón, F. (2007). Entre la voz y el fuego. Santo Domingo: Amigo del Hogar.
Bustos, I. (1971). “El arte y la poesía en el pensamiento de Jacques Maritain”. (Ensayo publicado en el No. 328 de diciembre de la revista Política y Espíritu, edición en Homenaje a Jacques Maritain). Recuperado de www.jacquesmaritain.com/pdf/20_ ART/02_A_Bustos.pdf
Carvallo Maliachi, G. (2009). Heráclito de Efeso. Philosophy notebook: Maliachina. http://philosophynotebook.obolog.es/heraclito-efeso-205176
Comprés Bencosme, C. (2007). Poemas y Variaciones. “Variaciones I”. Santo Domingo: Amigo del Hogar.
Cordero, T. (2008). La noche, las hojas y el viento. Santo Domingo: Amigo del Hogar.
Cordero, T. (2012). Hijo de fuego. Antología poética . Santo Domingo: Editorial Santuario.
Gris, P. J. (1982). Las voces. “Oda al Padre”. Santo Domingo: Editora Corripio.
Henríquez, F. L. (2012). Gemido del ciervo herido. Madrid: Fundación Fernando Rielo.
Jiménez, R. A. (2014). La música de la vida. Media antología personal. San Francisco de Macorís, República Dominicana: Academia Dominicana de la Lengua.
Léon Silverio, O. de (1996). Nostalgia de lo eterno . “En la hondura del Cosmos”. Moca, Provincia Espaillat: Ateneo Insular.
Pérez Castillo, G. (2009). Insondable acecho. “El mito de la tarde”. Santo Domingo: Editorial Búho.
Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23.a ed.). Consultado en http://www.rae.es/diccionario-de-la-lengua-espanola/la-23a-edicion-2014
Rivera Juliao, A. (1999). Ángel de Luz. “La noche”, “Una puerta hacia la luz”. Moca, Ateneo Insular.
Rosario Candelier, B. (1992). Poética interior. Antología del Ateneo Insular. Santiago de los Caballeros: PUCMM.
Rosario Candelier, B. (1997). La creación interior. Antología del Ateneo Insular. Moca, República Dominicana: Ateneo Insular.
Rosario Candelier, B. (2007) El vínculo entrañable. República Dominicana: Ateneo Insular.
Rosario Candelier, B. (2011) Fundamento estético del interiorismo. Moca: Ateneo Insular Internacional.
Rosario Candelier, B. (2011) La lírica metafísica. La conciencia trascendente en la poesía dominicana. Santo Domingo: Ateneo Insular Internacional.
Rosario Candelier, B. (2015). Poética del Interiorismo. Teoría de la estética literaria. Moca, República Dominicana: Ateneo Insular Internacional.
Rosario, Frank. (2007). “Quise arder aún más”. Poesía Mística del Interiorismo. Antología de la lírica teopoética y protomística. Comp. Bruno Rosario Candelier. Santo Domingo: Ateneo Insular Internacional.
Tatem Brache, J. (2005). Rituales de la lluvia. “Colapso de la alianza”. Santo Domingo: Letra Gráfica.
Teilhar de Chardin, P. (1963). El fenómeno humano. Recuperado de http://www.bibliotecaespiritual.com/pdf_obras/El%20Fenomeno%20Humano+.pdf
Datos de filiación
Carmen Pérez Valerio. Profesora, editora y escritora dominicana. Directora del Departamento Editorial de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Licenciada en Educación –mención Filosofía y Letras– de la PUCMM, Postgrado en Cultura Afroiberoameicana de la Universidad Católica de Santo Domingo y la Universidad de Alcalá de Henares, Magíster en Investigación Educativa de la Universidad Tecnológica de Santiago, y especialista en ediciones universitarias por el Instituto Tecnológico de Costa Rica. Correo electrónico: cperez@pucmm.edu.do