1. Introducción
Muchos pensadores, de los llamados pesimistas, han reflexionado sobre la identidad cultural dominicana y sobre nuestro desarrollo humano, desde distintos enfoques y en defensa de distintos intereses personales y grupales; en el caso de José Ramón López, nuestra propuesta pretende dar respuesta a la pregunta: ¿cuáles son los fundamentos del pesimismo en el pensamiento sociológico de José Ramón López? La reflexión se hará mediante el análisis de sus obras La alimentación y las razas (1896) y La paz en la República Dominicana (1915), según los presupuestos teóricos del darwinismo social de Herbert Spencer y la corriente filosófica de la eugenesia.
En el pensamiento sociológico de José Ramón López se evidencian rasgos pesimistas en cuanto a su valoración de la identidad cultural dominicana y en el modo como esta identidad influye en el desarrollo social del Estado, no obstante, su pesimismo se justifica por el contexto histórico al que hace referencia y por la teoría sociológica con la que fundamenta su pensamiento.
En la secuencia de etapas que abarca nuestra propuesta, intentaremos dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿cómo se define el pesimismo desde la filosofía?; ¿cómo se relacionan la identidad cultural y el desarrollo social dominicano?; ¿qué valoración hacen de la identidad cultural dominicana los intelectuales llamados pesimistas?; y, finalmente, ¿cuáles son los fundamentos del pesimismo en el pensamiento sociológico de López?
Sabemos que los temas de la identidad y el pesimismo no son nuevos en la bibliografía dominicana, tampoco lo es el estudio de López como pensador pesimista. Los Apuntes para una bibliografía del pesimismo dominicano, de Rita María Tejeda y la serie de publicaciones sobre El gran pesimismo dominicano, iniciada en 1975 por la Universidad Católica Madre y Madre (UCMM), son una muestra representativa de lo dicho. La novedad de nuestra propuesta radica en un enfoque desde la perspectiva filosófica.
Con esta propuesta nos proponemos explicar los fundamentos del pesimismo en el pensamiento sociológico de José Ramón López. Y se pretende hacerlo, específicamente, mediante el logro de los siguientes objetivos: definir el pesimismo desde la filosofía; relacionar la identidad cultural con el desarrollo social dominicano y analizar los fundamentos del pesimismo en el pensamiento sociológico de José Ramón López.
2. Sentido filosófico del pesimismo
En filosofía, el pesimismo tiene connotaciones metafísicas, antropológicas y sociológicas. Considera que el universo entero conspira contra los proyectos humanos, que vivimos en el peor de los mundos posibles, que la vida es absurda y que el hombre es un ser para la muerte, una pasión inútil; la naturaleza humana se inclina hacia el mal, somos malos por naturaleza, y la vida social, en vez de perfeccionarnos, nos envilece, en tanto que la convivencia con otros genera necesariamente roces, conflictos, suspicacia, odios y otras consecuencias que sacan lo peor de cada persona.
La eugenesia como reflexión filosófica sobre la sociedad nos vincula más directamente con el pensamiento sociológico de López. La corriente eugenesista de pensamiento se define como una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos.
Grosso modo, se podría decir que el eugenismo pretende la propagación de las personas más fuertes, sanas, inteligentes o de determinada etnia o grupo social, para lo que promueve directa o indirectamente la no procreación de aquellos que no poseen esas cualidades, llegando a considerar su aplicación como una ventaja en el ahorro de recursos económicos para los países (Spencer, 1884: 93-158).
El origen de la eugenesia como reflexión filosófica se relaciona con el surgimiento del darwinismo social a finales del siglo XIX.
Se basa en interpretaciones sobre los escritos de Darwin, que fueron planteadas teóricamente por Herbert Spencer en un inicio, y posteriormente, usadas para fines políticos, recibiendo numerosos adeptos. Plantea que, igual que los organismos más fuertes sobreviven en la lucha por la supervivencia, las sociedades más avanzadas o evolucionadas tecnológicamente han de dominar a las sociedades más primitivas.
Este pensamiento filosófico con implicaciones sociológicas fue ampliamente difundido y conocido por muchos intelectuales del siglo XIX. En Santo Domingo, República Dominica, la filosofía eugenesista está presente en los escritos de Eugenio María de Hostos, en Américo Lugo y en las obras La alimentación y las razas y La paz en la República Dominicana, de José Ramón López.
3. Visión existencialista del pesimismo
Antes que una concepción racional, estructurada y sistematizada del mundo y del hombre, el pesimismo comienza por ser la asimilación de una vivencia que condiciona la forma en que vemos y valoramos la realidad. De modo que el mal o lo malo no está en el universo, en la naturaleza humana o en la sociedad, sino en la actitud con que valoramos las situaciones y las personas a partir de las experiencias vividas y asimiladas desde nuestros prejuicios, complejos de inferioridad, rencores y resentimientos; desde nuestros intereses personales y de grupo social, que pueden sistematizarse de acuerdo a determinados lineamientos filosóficos y científicos.
La visión existencialista sería la más apropiada para definir los fundamentos del pesimismo en muchos intelectuales del siglo XIX; y, posiblemente forme parte del pensamiento sociológico de López, como antecedente de su elaboración intelectual.
En la evolución histórica de la sociedad dominicana, el más común de todos los pesimismos corresponde al pueblo en sentido general, a las masas populares y se manifiesta, no en libros o discursos, sino en lo cotidiano. Su valoración negativa de la realidad no se basa en convicciones teóricas razonadas y sistematizadas, sino que nace de cierto adoctrinamiento religioso de corte fatalista y conformista, así como de los fanatismos y engaños políticos, que muchas veces terminan en desengaños y frustraciones. Este pesimismo rechaza todo lo relacionado con la propia cultura sin más argumento que la creencia en que “nada que sea dominicano puede ser bueno”, “esto no lo arregla nadie”.
Otro tipo de pesimismo ha sido el de los letrados, los intelectuales, entiéndase historiadores, literatos, académicos y ensayistas, cuya formación intelectual les permite sistematizar su valoración pesimista de la realidad, como es el caso de Américo Lugo (1870-1952), un contemporáneo de López que incorpora a su obra las enseñanzas del positivismo organicista de Spencer, dando inicio a la temática de desdén hacia el pueblo dominicano, propia del elitismo liberal. Los hechos y circunstancias que se dan en el transcurso de la historia son valorados y analizados desde postulados parciales con predominio de lo malo o negativo sobre la valoración y análisis objetivo, crítico y equilibrado.
El tercero y último de los tipos de pesimismo se refiere a la clase dominante, en nuestro caso, la pequeña burguesía dominicana del siglo xix. En este tipo, se pone de manifiesto el componente racista, como reacción contra la dominación haitiana (1822-1844) y que tiene como trasfondo una actitud de rechazo o infravaloración de lo afroamericano por su asociación con lo haitiano. Usan a su favor el pesimismo de los intelectuales a la vez que sacan provecho personal y grupal del pesimismo popular.
El pesimismo de José Ramón López es el propio de los letrados, y su valoración de la identidad cultural y la realidad social dominicana tienen un doble componente: la sistematización de su vivencia empírica de la realidad y los presupuestos teóricos de la eugenesia o darwinismo social de Herbert Spencer.
José Ramón López, nació en Monte Cristi, en 1866, en un país devastado por la Guerra de Restauración; vive su niñez y juventud en Puerto Plata, mientras el país padece los últimos y peores seis años de gobierno de Buenaventura Báez; las guerras y gobiernos caudillistas están en su apogeo y, para colmo, da inicio la dictadura de Ulises Heureaux. Perseguido y apresado dos veces por sus críticas al gobierno, se ve obligado a exiliarse, primero en Puerto Rico y luego en Venezuela. En 1896 escribe La alimentación y las razas (obra que reúne los principales elementos pesimistas de su pensamiento) antes de regresar al país, en 1897, después de once años de exilio forzado. Desarrolló una labor intelectual intensa en el periodismo, la enseñanza y el desempeño de algunos puestos políticos, mientras la segunda República se hundía en las deudas contraídas por Lilís. En este clima de incertidumbre y de precariedad económica, en 1915 escribe La paz en la República Dominicana. Contribución al estudio de la sociología nacional (segunda obra que contiene los elementos pesimistas de su pensamiento).
4. Relación entre la identidad cultural y el desarrollo social dominicano
En el supuesto de que la materia prima y el motor de nuestro desarrollo como país depende del capital humano criollo, en una sociedad mayoritariamente rural, analfabeta, de escasa conciencia política y en una situación económica precaria, cabe preguntar si esa mayoría tiene la capacidad y la disposición de hacer aportes significativos al desarrollo del Estado. En esta etapa de nuestra reflexión, pretendemos dar respuesta a la pregunta: ¿cómo se relacionan la identidad cultural y el desarrollo social dominicano?
El pesimismo en las reflexiones sociales de López no se da en el vacío ni se refiere a un mundo utópico, sino que tiene como objeto y motivo a una población de características muy peculiares y una situación política y económica que el autor padecía en carne propia y que conocía muy bien. Y, como dijimos al principio, su posición es la del intelectual que quiere dar una explicación sistemática y racional a esa realidad que conoce, sabiendo, además, que cuenta con los conocimientos y las destrezas argumentativas para hacerlo.
En la sociedad dominicana que conoció José Ramón López, la cultura se manifiesta como síntesis histórica de varios siglos de experiencias acumuladas, transmitidas y heredadas por muchas generaciones, y que al final definen lo que es ser dominicano en ese momento específico.
A fin de precisar mejor el concepto de identidad cultural, nos apoyamos en el trabajo Identidad cultural, un concepto que evoluciona, de Olga Lucía Molano. Esta autora se pregunta algo importante y relevante: “¿Qué es la identidad? Es el sentido de pertenencia a una colectividad, a un sector social, a un grupo específico de referencia” (Molano, 2007: 6). Su respuesta pone de relieve el aspecto racional y consciente de querer ser y saberse parte de un grupo social, no solo por casualidad, sino por decisión propia de querer ser integrante de esa sociedad. Esa primera definición debe completarse con una visión más amplia que implique el carácter variable de la identidad cultural y la relación con otras identidades.
El concepto de identidad cultural encierra un sentido de pertenencia a un grupo social con el cual se comparten rasgos culturales, como costumbres, valores y creencias. La identidad no es un concepto fijo, sino que se recrea individual y colectivamente y se alimenta de forma continua de la influencia exterior. De acuerdo con estudios antropológicos y sociológicos, la identidad surge por diferenciación y como reafirmación frente al otro (Molano, 2007: 6).
Una identidad cultural cerrada sobre sí misma resulta incompleta, mutilada. Lo mismo si el grupo social con el que nos identificamos no conoce o conoce mal su propia historia, su conciencia de pertenencia carecería de firmeza.
La identidad supone un reconocimiento y apropiación de la memoria histórica, del pasado. Un pasado que puede ser reconstruido o reinventado, pero que es conocido y apropiado por todos. El valorar, restaurar, proteger el patrimonio cultural es un indicador claro de la recuperación, reinvención y apropiación de una identidad cultural (Molano, 2007: 17).
Todo intento de conocer la realidad del grupo social al que se pertenece, así como relacionarse de alguna forma con otros grupos sociales distintos y la historia común y propia que nos relaciona y nos diferencia, quedan justificados en función de crear una auténtica identidad cultural, según esta autora.
En la valoración que hace López de los rasgos culturales que identificaban a la sociedad dominicana de su tiempo, no puede evadirse de compararla con otras sociedades próximas (Puerto Rico, Venezuela) o lejanas (Europa, Estados Unidos) y abstraer los rasgos culturales que, según entiende nos identifican y nos diferencian de las demás. En ese proceso intelectual de comparación y diferenciación se define en su pensamiento nuestra identidad cultural, sin olvidar que la misma no se construye desde cero, sino que existe un sustrato básico sobre el cual se moldea.
Humberto Salazar (2015) aporta algunas ideas que pueden ayudarnos a entender la situación sobre la identidad nacional dominicana que le tocó vivir a López, y que pasó a formar parte importante de su concepto de nación.
Lo que ocurre, y de esto no se dieron cuenta los liberales, era de la imposibilidad de crear una nación donde este concepto no se cumplía por el atraso político y social del nuevo Estado. Es decir, la independencia dio lugar a la creación de un Estado, pero no de una nación, porque ambos son conceptualmente diferentes. Para los fines legales de existencia y representación, existía un estado llamado República Dominicana que poseía un territorio definido, una forma de gobierno, una constitución que le daba soporte institucional y donde los que habitan se someten a la soberanía de las leyes. Ahora, una nación implica la integración de relaciones culturales e históricas entre los miembros del estado creado, es decir, tiene que existir un vínculo de unión entre las personas que integran el estado para que se dé la nación.
En la sociedad dominicana que conoció López es evidente que existía una cultura y una identidad cultural, lo que parece faltar es la conciencia de nación, posiblemente debido a las condiciones especiales que se dieron en nuestro proceso histórico, especialmente, en nuestra independencia, primero de Haití y luego de España mediante la guerra de Restauración.
Y en esos años en el nuevo Estado llamado República Dominicana no existía lo que modernamente llamamos cohesión social, porque la mayoría de sus habitantes, a pesar de compartir un mismo territorio y hablar una misma lengua, tenían intereses muy dispares y por su alto componente anexionista una desconfianza en la construcción de la nación dominicana (Salazar, 2015: 3).
Estamos hablando entonces de una sociedad con una identidad cultural muy sui generis, (real y propia) y con una escasa conciencia política por la ausencia de cohesión social, sin un proyecto común de nación.
Toda la vida de López estuvo marcada por el gobierno de los caudillos y las situaciones propias del caudillismo. Este fue un fenómeno político y social característico del siglo XIX, propio de sociedades atrasadas y de escasa conciencia política.
Anterior a López, la Primera República (1844-1861), estuvo bajo el liderazgo de Pedro Santana (1801-1864) y los primeros gobiernos de Buenaventura Báez (1812-1884).
El atraso económico y escaso desarrollo social de la nueva República, unido a la inexistencia de un proyecto liberal o conservador de inclusión del pueblo en las decisiones nacionales, provocó que surgiera la solución personalista a los problemas políticos y de subsistencia. Es por esto que se desarrolla desde esta época el fenómeno del caudillismo, marca que será una de las principales características de toda la vida política de la República Dominicana durante su historia (Salazar, 2015: 2).
Tras la anexión a España y la Guerra de Restauración, el caudillismo reapareció con más fuerza, favorecido por las condiciones de atraso en que había quedado el país, y se inicia justamente con un nuevo liderazgo de Báez, en su último gobierno; a este le siguieron los liberales del partido azul, la dictadura de Heureaux, los verdes, bolos, coludos, patas prieta y el gobierno de Ramón Cáceres, hasta la ocupación militar norteamericana (1916-1924), que pone fin a la Segunda República. Desde sus orígenes, el fenómeno del caudillismo estuvo asociado al sector rural y a los campesinos tan duramente criticados por José Ramón López en sus escritos. Y es que “la base de sustentación, o clase apoyo de los caudillos regionales estaba constituida por los grupos campesinos, conglomerado social mayoritario, percibido por los sectores ilustrados urbanos como el más grave obstáculo para alcanzar la modernización del país” (Herrera, 2005: 6).
El caudillismo que había nacido para llenar el vacío dejado por la falta de una conciencia de nación, pasa a formar parte de nuestra identidad cultural y crea un clima de precariedad económica, división política y atraso social, que agrava en grado superlativo la falta de conciencia nacional que le había dado origen.
El fenómeno del caudillismo alimenta el concepto de identidad cultural dominicano con elementos negativos al tiempo que divide los intereses personales en simpatías personalistas matando definitivamente cualquier sentimiento de nación, sin el cual no puede darse deseo alguno de aportar al desarrollo social del Estado, de acuerdo con el pensamiento pesimista de López. Más aún, ese mismo fenómeno de violencia generalizada en las guerras partidistas, desde la teoría darwinista, que el autor usa en su interpretación sociológica, se entiende como efecto de la degeneración a causa de la mala alimentación, tal y como lo manifiesta en La alimentación y las razas.
Y entretanto, la raza iba degenerando, perdiendo en tamaño, en vigor físico, en potencia mental. Cuando se realizó la independencia ya habíamos perdido mucho, y las guerras que antes de esa época habían sido concausa de la degeneración, vinieron a ser posteriormente efecto de ella. (…) Nada es tan poderoso, para inveterar hábitos brutales y de privación como la guerra convertida en estado permanente. La riqueza destruida o dejada de producir, amengua lo que a cada uno corresponde de la totalidad de los recursos con que el país contaba; y la frecuencia del espectáculo de la muerte del pillaje relaja los lazos de la moral, acrece el número de malhechores y acostumbra a los demás a no mirar con mucho horror el crimen. Al fin de la contienda, el habitante se ha vuelto un haragán empobrecido y tal vez delincuente, que será padre de pícaros y abuelo de brutos, si no se modifican enérgicamente las circunstancias que lo impulsaron al descenso (1975: 44).
En el pensamiento de José Ramón López, los fenómenos sociales de nuestra historia adquieren un nuevo sentido desde el darwinismo social de Spencer.
Es importante destacar que los protagonistas de la Guerra de Restauración (1863-1865) fueron en su inmensa mayoría campesinos, mal armados, mal organizados y con estrategias propias de las guerras de guerrillas; y que, como efectos inmediatos de las luchas el país quedó devastado, desarticulado y políticamente fragmentado. Según Frank Moya Pons (1997: 359-360):
Lo más grave fue la increíble fragmentación política que la guerra produjo en la vida dominicana pues como la lucha contra los españoles había sido llevada a cabo gracias al sistema de guerra de guerrillas, al terminar el conflicto el país quedó dominado por docenas de líderes militares con poca o ninguna instrucción que empezaron a disputarse el poder entre sí. En aquella época el país no tenía caminos ni carreteras que unieran el Sur y el Cibao y hasta entonces estas dos regiones habían vivido como dos países diferentes.
La falta de un proyecto de Estado que involucrara a los ciudadanos, las improvisaciones y las contantes guerras en la lucha por el poder político, fueron dejando un rastro en el desarrollo económico, en el orden político y en el desarrollo social de la República Dominicana.
Si partimos de un optimismo ingenuo, podríamos decir que la historia dominicana de finales del siglo xix y principios del siglo xx, fue testigo del nacimiento de la República Dominicana como Estado, y de dos grandes guerras (Independencia y Restauración) en las que se pusieron de manifiesto tanto la visión de los padres fundadores de nuestra nación como el valor de nuestros principales héroes nacionales. Si bien esta valoración es cierta, también es parcial y carece de argumentación crítica.
Si pretendemos ser un poco más objetivos, podríamos decir que los ideales de los padres fundadores del Estado dominicano y el heroísmo de los hombres y mujeres que lucharon en las guerras de Independencia y Restauración se vieron limitados por escaso desarrollo capitalista y la poca conciencia política de una sociedad en su mayoría rural y sin escuela, ajena a los progresos del mundo moderno; así como por los intereses particulares de una minoría ilustrada más preocupada defender sus privilegios personales y suhegemonía sobre la sociedad que por el progreso del país. Ésta no es una valoración pesimista sino equilibrada, que ve tanto los hechos que contribuyeron al progreso como los obstáculos.
Una valoración pesimista, ante los mismos hechos y circunstancias históricas, sólo ve los obstáculos y la peor parte de los mismos. Desde esta perspectiva se puede decir que el atraso de la sociedad dominicana se debe tanto a causas externas como a circunstancias internas: de las primeras son responsables los europeos (españoles) que exterminaron la raza aborigen y saquearon nuestras riquezas naturales mientras nos sometían a un prolongado dominio que nos impidió desarrollarnos como sociedad libre; también es responsable el país con el compartimos la isla: Haití, de él nos han venido nuestros peores males; también es responsable Estados Unidos, que durante todo el sigo xx nos mantuvo bajo su dependencia económica e influencia cultural.
De las circunstancias internas son culpables, primero, las condiciones materiales de nuestra existencia: una media isla de dimensiones estrechas, el clima húmedo y calor sofocante, los fenómenos atmosféricos y las enfermedades tropicales que nos han debilitado durante generaciones; segundo, la mezcla de razas: sangres de distintas procedencias que han degradado nuestra condición humana y que nos colocan en situación de inferioridad con respecto a otras sociedades de razas más puras que han creado culturas civilizadas.
Sin embargo, lo peor, la más cruda explicación de nuestro atraso social, de nuestras tantas guerras y gobiernos fallidos, es nuestra peculiar naturaleza humana que nos empuja a la violencia, al conformismo y a la maldad. Esta valoración no es pesimista porque contenga falsedades, sino porque exagera los datos, aunque estén bien fundamentados, de manera unilateral, sin considerar otras posibles causas de lo que pretende explicar.
Para muchos intelectuales dominicanos, la valoración pesimista parece ser la que mejor describe la relación de nuestra identidad cultural con nuestro escaso desarrollo social. Tal es el caso de Federico García Godoy (1857-1924); Francisco Henríquez y Carvajal (1859-1935); Américo Lugo (1870-1952); Pedro Francisco Bonó (1828-1906); Manuel Arturo Peña Batlle (1902-1954); Francisco Eugenio Moscoso Puello (1885-1959); Enrique Patín Veloz (1919-2001); Pedro Andrés Pérez Cabral (1910-1981); Antonio Zaglul (1920-1996); Roque Adames Rodríguez (19282009); Juan José Ayuso (1940); Carlos Andújar Persinal (1956), entre otros. Rita María Tejada, en sus Apuntes para una bibliografía del pesimismo dominicano, elabora una interesante propuesta que puede servir para un estudio comparativo del pesimismo en estos autores.
5. Fundamentos del pesimismo en el pensamiento sociológico de José Ramón López
En su condición de periodista y pensador, López es un intelectual de gran fecundidad en la producción de textos sobre distintos temas de la realidad dominicana. Para la realización de estos apuntes nos hemos enfocado en los que más evidencian su “pesimismo sociológico”: La alimentación y las razas, Santiago de Cuba, 1896, (hay una 2da. edición también en Santiago de Cuba, 1899) y La paz en la República Dominicana. Contribución al estudio de la sociología nacional. Santo Domingo, 1915. Para nuestro análisis, estamos usando las referencias de un material que contiene ambas obras; de modo que, nuestras citas bibliográficas se refieren a José Ramón López (1975) El gran pesimismo dominicano, con un estudio de Joaquín Balaguer, editado por la UCMM de Santiago.
En una visión conjunta de estos dos textos, podemos resumir que López defiende la siguiente tesis: la República Dominicana está habitada por gente en su mayoría enferma: las razas indígena, blanca y negra que la conforman han degenerado en una sociedad débil, anémica, raquítica, pálida y triste a causa de la mala alimentación; esa enfermedad social se manifiesta en la imprevisión, la violencia y la astucia como identidad propia del campesino, que, a su vez, dificulta nuestro desarrollo como país.
Esta idea del autor se explica primero en La alimentación y las razas, obra en la que visualiza la sociedad dominicana como un conglomerado de personas mal alimentadas. Y, de todos, los más desnutridos son los campesinos. Considera que la mala alimentación es la causa de muchos de nuestros males, comenzando por la debilidad y deficiencia física y moral de las personas; males que a su vez se manifiestan en la imprevisión, la violencia y la doblez como vicios sociales. La sociedad dominicana no es consciente de su mala condición, y, aunque lo fuera, sería incapaz de superarla por sí misma debido a que, después de tantas generaciones de la mala alimentación, la gente se ha vuelto conformista y la pereza le impide ver el trabajo y el esfuerzo como una forma de rebasar tal situación.
Las constantes guerras que registra la historia dominicana no son otra cosa que un efecto de la degeneración de las razas (indios, blancos y negros), y, por supuesto, la degeneración de las razas tiene como causa principal la mala alimentación. Por ser la falta de alimentos la principal causa de que la nuestra sea una sociedad enferma, sin posibilidad de progresar del mismo modo que las sociedades civilizadas, se plantea la higiene en la alimentación como medio para la regeneración de la raza. La necesidad de cambiar los hábitos alimenticios lleva a José Ramón López a proponer como medida política la creación de escuelas agrícolas y campos de experimentación.
En La paz en la República Dominicana, López parece convencido de que la sociedad dominicana no puede realizar por sí misma las reformas a las que aspira por causa de la degeneración a que ha sido sometida la raza durante siglos; la redención ha de venir de arriba hacia abajo, de las cabezas que aún tienen la capacidad de pensar. Plantea que el nacimiento del Estado dominicano no significa necesariamente la formación de una nación debido a la falta de unidad social. Ciertamente que, antes de la proclamación de la independencia con respecto a Haití (1844), surgen intereses comunes relativos a la lucha contra un mismo enemigo y de iguales deseos de libertad, pero lo cierto es que el acercamiento que se había dado entre los diferentes grupos sociales (amos y esclavos) había sido forzado por la necesidad: la pobreza y la ignorancia los había igualado bajo un vínculo puramente gregario, se había convertido en una “disgregación individualista” (según un término empleado por el mismo López), que, tras la independencia, había tomado la forma de Estado.
Para López, el XIX fue el siglo del personalismo. La República Dominicana había nacido en una sociedad individualista personalista, sin las condiciones mínimas para que se formaran partidos de principios. En tales circunstancias, los caudillos y el caudillismo se imponen como forma de poder político en un Estado sin nación.
6. Presupuestos existenciales del pesimismo en el pensamiento social de José Ramón López
El pesimismo de López, antes de ser un pensamiento sistematizado y con fundamentos racionales, comenzó por ser un sentimiento formado a partir de vivencias propias de su niñez y juventud en Puerto Plata, reforzadas por experiencias de su vida profesional como pensador y periodista en Santo Domingo; también por la visión externa de la cultura y la identidad cultural dominicana que tuvo en sus once años de exilio forzado en Puerto Rico y Venezuela. Ese pesimismo como sentimiento o actitud se pone de manifiesto en sus apuntes cuando se refiere, de modo general, a sus observaciones de lo cotidiano en la sociedad dominicana. Un ejemplo de esto lo tenemos en la valoración que hace en La paz en la República Dominicana de algo tan cotidiano como la expresión grave de nuestros rostros. “Y nosotros mismos los dominicanos, ¿acaso vivimos satisfechos de nuestro estado social ni de nuestras condiciones individuales? Ya aquí ha muerto, lleva casi un siglo de enterrada, la alegría fresca y sana”. (1975: 148) De todas las posibles interpretaciones que podría tener el fenómeno, López elige la más negativa, la racionaliza y la extrapola al plano moral.
Ese malestar económico de cada uno y de todos ha degradado la seriedad, que ya no es en nosotros un estado de ánimo, una función moral, sino un acto fisiológico, un lineamiento áspero del rostro. Se es serio a la manera de los burros, cuando se tiene una cara melancólica o de airados espavientos en la cual jamás florece la sonrisa (1975:149).
Esa seriedad del rostro tan peculiar y que tradicionalmente se asume como parte de nuestra identidad cultural, López la interpreta como falta de alegría por la precariedad económica, y considera que la seriedad de la cara ha reemplazado a la seriedad moral.
Dado que el pesimismo de José Ramón López es el propio de los letrados, trasciende la simple observación y la opinión espontánea y gratuita para dar paso a la racionalización y sistematización de lo que originalmente es un sentimiento. ¿De dónde nos viene la precariedad social y económica que nos hace parecer física y moralmente enfermos? En La alimentación y las razas, López hace uso de su capacidad para argumentar en la defensa de una idea y la usa para situar los orígenes de nuestra identidad cultural. Plantea que el origen de nuestros males presentes se encuentra en nuestra historia remota.
Los indios eran sobrado frugales. Lo demuestra la escasez de alimentos que había en nuestro territorio, donde casi todos los frutos nutritivos y los animales domésticos que ahora poseemos han sido importados después del descubrimiento. (…) Su entendimiento, inhábil para reflexiones profundas, acogía como artículo de fe las patrañas más disparatadas; y era tan escaso de vigor de su organismo que ya sólo soportaba la casi inacción de una vida ociosa (1975: 42).
Inicialmente, se pone de manifiesto la tesis de López respecto a la mala alimentación como principal causa de los vicios presentes en nuestra identidad cultural: los primeros habitantes de la isla eran socialmente más atrasados que otros grupos de la región por lo mal que comían. Como intelectual, López sabe que la sociedad de su tiempo no desciende directamente de los aborígenes sino de la mezcla de éstos con el blanco conquistador y con el esclavo negro.
Todos los pueblos conquistados imponen al conquistador algunas de sus costumbres, sobre todo las que nacen de las condiciones especiales del país. Escasos como eran los alimentos, los españoles hubieron de ceñirse pronto a la frugalidad y a la larga intermitencia en las comidas, que veían practicar a los indígenas (1975: 43).
En vez de que los conquistadores blancos enseñaran a los nativos una mejor alimentación que los dispusiera a trabajar con más eficiencia y ser más productivos, son los españoles los que imitan la mala alimentación, con lo cual quedan prácticamente condenados a la decadencia racial y social. Anulado el blanco conquistador, sólo nos queda el negro africano como elemento de desarrollo.
Otro factor inocente del sistema de privación en que vivimos, fue el vigor del esclavo negro. El poder de resistencia del musculoso etíope animaba a los amos a reducirle las raciones, a sacar de él en los campos el mayor provecho con el menor gasto posible, y cuando el siervo redimido se fundió étnica y civilmente con el resto de la población influyó a su vez en que perduraran esas costumbres que le habían impuesto (1975: 44).
De acuerdo con López, la inclinación a la decadencia racial y social, como efecto de la mala alimentación, pasó del indio al conquistador blanco, y este último la impuso al negro africano por una actitud mezquina de explotarlo en el trabajo sin la debida alimentación. De modo que una inadecuada nutrición condenó a las tres razas que forman nuestro origen étnico, y en lo sucesivo la historia dominicana estará protagonizada por gente débil y degenerada. En La paz en la República Dominicana expone los efectos de la deficiencia alimentaria en los primeros pobladores de nuestra isla:
La población que encontraron en la isla los Descubridores era mentalmente de una inferioridad desesperante. No conocía los metales ni el vestido y su organización política no era de pueblo pastor ni de pueblo agricultor. No había en la isla ganados, ni podía considerarse agricultura la que se hacía sin implementos adecuados al trabajo, pues sólo disponíase, para ella, de barretas de madera. Era un estado social rudimentario, absolutamente primitivo, en el cual la vida no contaba con el esfuerzo inteligente y sistemático del hombre, sino con los medios que espontáneamente proporciona la naturaleza. (…) Las calaveras que han sido encontradas en algunas cavernas comprueban que el indio quisqueyano era del tipo dolicocéfalo; pero con tan poca cavidad craneal que no era mucho mayor que la de un perro grande. (…) De esa raza nada, o muy poco, se puede esperar para el progreso (1975: 101).
De los primeros españoles que vinieron a Santo Domingo considera que ya traían consigo sus vicios y que su degeneración es incluso anterior a la mala alimentación.
Principalmente era, salvo las honrosísimas excepciones que registra la historia, el soldado ignorante y el vicioso holgazán licenciado de presidio. Gobierno, para él, era orden arbitrario al cual había que obedecer ciegamente. La riqueza se obtenía peleando y conquistando, que eso del trabajo era para el siervo, así como el comercio era para el judío que acababa de ser expulsado de la Península. El hombre en sí nada y nadie era. Derecho y grandeza los que confiriera el rey. Fue, pues, el blanco en Santo Domingo, un elemento poco eficaz sociológica y económicamente considerado (1975: 102).
Del etíope traído a esta isla en condición de esclavo dice que también trajo consigo vicios que le hacían inapropiado para fundar una civilización, y que, dichos vicios se agravaron por la explotación a que fue sometido, con el agravante de que su voluntad y vigor fueron apagados por la mala nutrición que le impusieron sus amos.
El negro traído de la costa occidental de África en la sentina de los buques que hacían la trata, era miembro de tribus salvajes, absolutamente ignorante, incapaz de comprender una organización social elevada y de sostenerla, así que era incorporado a ella. La idea de justicia estaba aún amorfa en su cerebro. La libertad era una niebla. La economía no pasaba de proveer al propio consumo quitándole en el combate al vecino lo que éste hubiera producido. Su religión no respondía a una finalidad social estimable, pues no era un código de moral, por lo menos como lo entendemos ahora, sino un estúpido fetichismo que aspiraba a recabar extranaturalmente ventajas ilícitas en favor del profesante contra los demás hombres (1975: 102).
Los datos que José Ramón López extrae de la historia dominicana, tal y como se habían sistematizado a mediados del siglo XIX, sumado a los hechos y circunstancias históricas de las que fue testigo presencial, los interpreta y los usa como explicación de la degeneración racial y social que percibe en su entorno. Sus vivencias, observaciones y sentimientos respecto a la identidad cultural dominicana son confrontados con el dato histórico, pero tanto sus vivencias como los datos de la historia son interpretados en López desde la teoría darwinista, ampliamente difundida en esa época y conocida en el país por algunos intelectuales. De modo que para comprender en su justa dimensión los fundamentos del pesimismo en el pensamiento social de nuestro autor debemos considerar, además de sus vivencias y los datos históricos, los presupuestos teóricos de su pensamiento.
7. Presupuestos teóricos del pesimismo en el pensamiento social de José Ramón López
El darwinismo social está basado en interpretaciones sobre los escritos de Darwin, que fueron formuladas teóricamente por Herbert Spencer, en un inicio, y posteriormente usadas en la práctica para fines políticos. En líneas generales plantea que, igual que los organismos más fuertes sobreviven en la lucha por la supervivencia, las sociedades más avanzadas o evolucionadas tecnológicamente han de dominar a las sociedades más primitivas. En El individuo contra el Estado, Spencer sostiene que “en competencia con los individuos de su propia especie, luchando con los individuos de otras especies, el individuo degenera y sucumbe o prospera y se multiplica, según sus cualidades” (1884: 134).
Sobre la base de esta teoría se puede explicar la relación que guarda la identidad cultural dominicana con el desarrollo social del país. Si nuestros orígenes étnicos están marcados por los vicios propios de las razas que lo conformaron, razas, además, degradadas por la mala alimentación, la relación lógica con el desarrollo social no puede ser otra que una sociedad subdesarrollada, presa fácil de otras, humana y tecnológicamente más evolucionadas. En La alimentación y las razas, López plantea:
Las naciones no están eximidas de esa inexorable ley de la naturaleza, que no tolera nada inútil, cumpliéndose hasta en los seres orgánicos la fatal sentencia que condena a invalidez o muerte todo lo que no sirve, como represalia de la creación contra quienes son reos del delito de no concurrir a la obra común del eterno progreso. (…) Toda raza que degenera pierde la independencia, de hecho o de derecho, y cae en poder de otra más vigorosa (1975: 62).
A la luz del darwinismo social la colonización española, la ocupación francesa y el gobierno haitiano en Santo Domingo adquieren un nuevo sentido. El mismo dato histórico adquiere otro significado.
El mundo ha sido siempre del más fuerte, intelectual y materialmente, porque conviene a los intereses y al destino de la humanidad que no impongan su molde los de entendimiento y físico raquíticos. Asirio, faraónico, griego, romano, ibérico, inglés, el mundo ha cambiado sucesivamente de dueño, pero siempre ha confiado el cetro a la raza más fuerte, al tipo que reuniese en esa hora de la historia las condiciones étnicas más recomendables. Digan lo que quieran los enclenques, jamás será de ellos la soberanía, jamás contagiarán tranquilamente el más apartado rincón de la tierra, de su miseria y de sus deficiencias. Hasta los confines del Polo irán los hombres fuertes a sacudirlos de su inercia, a imponerles el vigor y la civilización que neciamente perdieron o dejaron de adquirir (1975: 63).
La teoría del darwinismo social se constituye en prisma a través del cual López puede interpretar la historia dominicana pasada y presente, los orígenes étnicos y hasta situaciones relacionadas a la salud que se daban en la vida cotidiana del autor. La enfermedad de la llamada tisis en su tiempo, es interpretada como una depuración de la raza por parte de la naturaleza.
La proporción en que aumenta la tisis es otra campanada que debería alarmarnos. (…) …por lo general las constituciones robustas son más refractarias que las otras a la invasión de sus gérmenes, de tal manera que muchos sabios han considerado la tisis como uno de los medios de que se vale la naturaleza en las razas degeneradas para ayudarlas a salvarse de la perduración de su debilidad (1975: 53).
De igual forma interpreta los casos de locura y cualquier otro fenómeno relacionado con el desplazamiento o aniquilación de la gente débil y enferma.
8. La identidad cultural dominicana vista desde el pesimismo social de José Ramón López
En el mismo libro de La alimentación y las razas, López amplía la teoría del darwinismo social y aplica las consecuencias de la mala alimentación al plano moral; ya no a casos tan cotidianos como la seriedad del rostro, sino a ciertas actitudes y comportamientos de la gente que afectan de modo directo el desarrollo social.
La mala alimentación afecta física y mentalmente a las personas, y las afecta tan gravemente que condiciona también su moral. “El estado de pereza y de inferioridad mental engendra, naturalmente, una moral menos convincente que las puestas, por ejemplo, en las que se tolera o se aplaude lo que en las otras sería vicio o condición vergonzosa y detestable” (pág. 48) Con este planteamiento López establece una diferenciación importante entre la moral de las razas superiores y otra moral envilecida y viciada para los grupos humanos menos favorecidos.
Señala tres aspectos que identifican la descomposición moral en la identidad cultural dominicana: la imprevisión, la violencia y la astucia o doblez. En la Alimentación y las razas, dice respecto al primer vicio: “Degenerado en esa forma, no podía prescindir de ser imprevisor, porque la previsión es una sucesión de esfuerzos mentales bien dirigidos, de que no es susceptible un espíritu desprovisto de vigor y de conocimientos” (1975: 49).
De una sociedad que arrastra una deficiencia alimenticia de siglos, se esperaría cierta pusilanimidad de ánimo en la resolución de los conflictos que necesariamente se dan en las sociedades humanas. Sin embargo, a la luz de la teoría darwinista, hasta las peleas personales y las guerras encuentran explicación como parte de la selección natural.
Para un entendimiento perezoso e ignorante, razonar es trabajo recio y a veces imposible. En toda contradicción preferirá siempre aniquilar al contrario antes que engolfarse en intrincada argumentación para convencerle. Así se acaba de una vez, y por un medio más al alcance de sus facultades. (…) En los pueblos atrasados las cuestiones personales se resuelven casi siempre por el puñal o el revólver, y las públicas en el campo de batalla (1975: 49).
Quedan justificadas las peleas personales, los odios entre familias y las numerosas guerras caudillistas motivadas por conflictos políticos y personales. Al amparo de la misma teoría se explican también la suspicacia y la astucia de los campesinos y gente pobre de la ciudad que en todo buscan alguna ventaja, que pocas veces dicen lo que piensan y que siempre se están cuidando de ser engañados. Tal actitud corresponde a personas y sociedades que se sienten inferiores.
El instinto de conservación le advierte y le alerta de su propia debilidad y de la fuerza de los otros, y se previene contra ésta con la astucia, que es el arma a que siempre han acudido los débiles, y que se convierte en la mala fe ingénita cuando la desconfianza es perenne y aconsejada por la ignorancia. Jamás da su verdadera opinión el campesino si la tiene (1975: 50).
Esa masa social a la que se refiere José Ramón López, no puede, por más que quiera, hacer aportes positivos a formación de una Nación, pues, por la misma degeneración física, mental y moral que le atribuye, sería incapaz de pensar y actuar conforme a la justicia.
La idea de justicia no es innata en el hombre, sino idea adquirida y mejorada según avanza la civilización. El hombre completamente ignorante no puede ser justo, aunque lo desee con entusiasmo, porque se necesita una suma muy variada de instrucción para conocer en los conflictos lo que corresponde a cada una de las partes. De ahí que tenga que ser violento y cortar arbitrariamente lo que sin ingenio no puede desatar (1975: 49-50).
Ningún hecho social escapa a la explicación pesimista del darwinismo de Spencer. De acuerdo con esta teoría, el desarrollo social dominicano sería imposible si dependiera de esa masa social debilitada y degenerada. El Estado dominicano no tendría nada que esperar de esa mayoría campesina y de gente pobre.
La abstinencia del campesino, la pereza muscular y mental en que ella le ha sumido, no sólo reduce, como acabamos de notarlo, la suma de la riqueza nacional, de producción y consumo susceptible de impuesto, sino que combinándose con las consecuencias de las guerras civiles merma la población de la República y su moralidad (1975: 41).
Llegado a este punto, el pesimismo de López busca un bajadero al encierro al que le ha llevado su análisis de la identidad cultural y el desarrollo social dominicano. Si la mayoría campesina y agricultora del país, junto con los pobres de las ciudades, están incapacitados para aportar al desarrollo social, entonces ¿cómo puede el Estado dominicano superar el subdesarrollo, la pobreza y el desorden en que se encuentra desde antes de su nacimiento? En su obra La paz en la República Dominicana, declara lo que considera la única salida a todos los males sociales.
El pueblo ha sido reducido a la impotencia para realizar las verdaderas reformas a que aspira. Los dirigentes, la autoridad, los vencedores, los letrados estipendiarios son quienes deben tomar la iniciativa, porque este mal que persevera desde hace cuatro centurias no puede ser extirpado sino viniendo la redención de arriba para abajo, naciendo de las cabezas que aún tienen la capacidad para pensar bien y extendiéndose, como las raíces del cupei, desde lo alto hasta alcanzar la capa de la tierra (1975: 99-100).
Con este tipo de planteamientos, López asume la posición de pesimista interesado y pasa a justificar la hegemonía de la pequeña burguesía criolla; un grupo social que durante generaciones supo aprovechar y sacar partido tanto del pesimismo popular como del pesimismo de los letrados.
9. Conclusión
Según el pensamiento sociológico de José Ramón López, la sociedad dominicana estaba enferma: las razas indígena, blanca y negra habían degenerado en una sociedad débil, anémica, raquítica, pálida y triste a causa de la mala alimentación; esa enfermedad social se manifiesta en la imprevisión, la violencia y la astucia como identidad propia del campesino, que, a su vez, dificulta nuestro desarrollo como sociedad.
Para explicar los fundamentos del pensamiento pesimista de José Ramón López, hemos comenzado por definir el pesimismo desde la filosofía. Aunque el pensamiento pesimista hunde sus raíces en el origen del pensamiento filosófico, su sistematización es propia del siglo XIX.
Al relacionar nuestra identidad cultural con el desarrollo social dominicano, pudimos identificar la falta de cohesión social, la escasa conciencia política y el personalismo caudillista como las características que nos definían como cultura; vimos también que el retraso capitalista en la economía, la carencia de ideologías políticas, la debilidad de las instituciones y la falta de un proyecto de Estado, eran los principales indicadores del subdesarrollo social del país cuando José Ramón López escribe La alimentación y las razas (1896) y La paz en la República Dominicana (1915). En la relación establecida entre lo que éramos como sociedad y el subdesarrollo social, vimos que son posibles muchas interpretaciones, y que la pesimista ha sido la que mejor describe dicha relación. Algunos de los pensadores pesimistas adoptan presupuestos teóricos similares a los de José Ramón López, especialmente Américo Lugo.
En la etapa final de nuestra propuesta pudimos analizar los fundamentos del pesimismo en el pensamiento sociológico de José Ramón López.
El primero de los fundamento se refiere a las vivencias personales experimentadas por López durante su niñez en Monte Cristi, que fue su lugar de nacimiento, luego en Puerto Plata, lugar donde vivió con su familia, hizo sus estudios e inició su vida laboral en el área de la imprenta y la comunicación como periodista; puede considerarse como parte de esas vivencias personales su exilio forzado de once años, durante los cuales tuvo ocasión de comparar la identidad cultural y realidad social dominicana con la de otros países como Puerto Rico y Venezuela. Este primer fundamento de su pensamiento pesimista estás cargado de experiencias relativas a la pobreza generalizada, el desorden, la violencia y el fanatismo político propio del apogeo caudillista posterior a la Guerra de Restauración y la dictadura de Ulises Heureaux. La sociedad de la que formó parte era en su gran mayoría rural, pobre, analfabeta y frecuentemente manipulada y engañada por los caudillos de turno y por los grupos de poder. Consideramos que fue en esas vivencias de su juventud donde comenzó a preguntarse por las razones del atraso y el subdesarrollo de su entorno social y cultural.
El segundo fundamento de su pensamiento pesimista está en su formación intelectual. El suyo se diferencia otros pesimismos, como el de las masas populares, que simplemente desarrollan sentimientos negativos hacia todo lo que se relacione con el país, consecuencia de los engaños y las frustraciones sufridas por las manipulaciones políticas y el adoctrinamiento religioso orientado hacia el conformismo; se diferencia también del pesimismo propio de la clase dominante, que se manifiesta como prejuicio ante el componente negro de nuestra identidad por su relación hacia lo haitiano. El pesimismo de José Ramón López es el propio de los letrados, que se expresa como pensamiento sistematizado y fundamentado en razones más o menos científicas.
El tercer fundamento de su pensamiento pesimista lo encontramos en la teoría darwinista de Herbert Spencer, que le permite sistematizar y dar razones científicas a la tendencia pesimista con que valora la historia dominicana, la identidad cultural de la masa rural campesina, y los aportes que, según López, no puede hacer esta gente por las limitaciones físicas, intelectuales y morales que padece, producto de deficiencias alimenticias acumuladas durante varios siglos de historia.
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Datos de filiación
Elpidio Antonio Canela Amarante.Es egresado de la PUCMM como licenciado en Filosofía (1999) y como magíster en Historia aplicada a la Educación (2012); tiene estudios de maestría en Docencia y Administración Universitaria en la UCSD (2007), así como una licenciatura en Teología en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia, España (1993).
Ha dado varias conferencias: “Relación alma-cuerpo en la filosofía occidental” (2005); “La filosofía existencialista en San Agustín” y “¿Es posible una filosofía dominicana?” (2006); “Relativismo moral y hedonismo en la cultura postmoderna” (2007); “Paradigmas científicos de la postmodernidad” (2008); y “Emergencia de un nuevo orden internacional” (2014).