Ciencia y Sociedad, Vol. 40, No. 1, Enero-Marzo, 2015: p.77-107, • ISSN: 0378-7680 (impresa) • ISSN: 2613-8751 (en línea) • Sitio web: https://revistas.intec.edu.do/


CULTURA MATERIAL, PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y DIÁSPORA AFRICANA EN LA REPÚBLICA DOMINICANA. UN ENFOQUE CRÍTICO-EPISTEMOLÓGICO1


Material culture, archaeological heritage and african diaspora in the Dominican Republic. Critical and epistemological approach

DOI: http://dx.doi.org/10.22206/cys.2015.v40i1.pp77-107

Recibido: Aprobado:

INTEC Jurnals - Open Access

Cómo citar: Ulloa Hung, J. (2015). Cultura material, patrimonio arqueológico y diáspora africana en la República Dominicana. Un enfoque crítico-epistemológico. Ciencia y Sociedad, 40(1), 77-107. https://doi.org/10.22206/cys.2015.v40i1.pp77-107

Resumen

Una de las principales carencias relacionadas con el estudio de la diáspora africana en la República Dominicana se vincula con las investigaciones sobre su cultura material, y en especial, con las formas en que se ha manejado su patrimonio cultural arqueológico. Este artículo ilustra algunas de esas problemáticas generadas desde los enfoques de investigación, conservación, y puesta en valor del patrimonio cultural arqueológico, además de las deformaciones impuestas por ciertos procesos históricos y políticos. Propone un estudio de la cultura material a partir de experiencias en otras áreas del Caribe y de categorías que prioricen reconocer la presencia y actividad de todos los agentes sociales en los llamados registros arqueológicos, en aras de fomentar la comprensión de la complejidad y el abanico de identidades en ellos representados.


Palabras clave:

Diáspora africana; cultura material; patrimonio arqueológico; agencia.1

Abstract

One of the main shortcomings related to the study of the African Diaspora in the Dominican Republic is linked to research on material culture, and in particular with the ways in which it has handled its archaeological heritage. This article illustrates some of the problems generated from research approaches, conservation, and enhancement of the archaeological cultural heritage and the deformations imposed by certain political and historical processes. Proposes a study of the material culture of the African Diaspora from other experience of the Caribbean and categories that prioritize to recognize the presence and activity of all social agent in the archaeological record, in order to promote understanding of the complexity and range of identities represented.


Keywords:

African Diaspora, cultural material; archaeological heritage; agency.

1. Introducción

Es innegable que en las últimas décadas los estudios sobre la diáspora africana han alcanzado mayor representatividad entre los temas abordados por las Ciencias Sociales en la República Dominicana. A tono con esto las tendencias generales de estos estudios perfilan un énfasis marcado en aspectos vinculados con la permanencia de rasgos africanos en las expresiones lúdicas (Ellen Davis 2006; Lizardo 1979); religiosas (Andújar Persinal 1999; Ellen Davis 1981; Esteban Deive, 1975,1978; Hernández Soto 1996, 2004, 2006; Ripley 2006), o en la vida cotidiana, los que han sido abordados esencialmente desde enfoques folklóricos (Esteban Deive 1978a, Lizardo 1988), etnográficos (Albert Batista 2001; Andújar Persinal 2006, 2012); sociológicos (Andújar Persinal 2006a; Franco Pichardo 2006; Solano 2006) o de género (Albert Batista 1990, 2006); pero con escasa incidencia en los aspectos de la cultura material.

En correspondencia con lo anterior también sobresalen las aproximaciones desde una perspectiva histórica, dirigidas básicamente a la identificación de las etnias representativas de las poblaciones africanas esclavizadas o la trasmisión trasatlántica y la criollización de sus elementos culturales y lingüísticos (Julian 2006; Esteban Deive 1978b; Guerrero 2006; Vega 1987), pero sobre todo, el estudio de la rebeldía esclava y las incidencias de la esclavitud en aspectos de orden político y económico vinculados con el desarrollo de algunos de los procesos socio-históricos dominicanos (Andújar Persinal 2010; Esteban Deive 1985, 1989, 2006).

La baja frecuencia de estudios sobre la cultura material asociada con la diáspora africana en las Ciencias Sociales de la República Dominicana, en nuestra opinión, se vincula con una tendencia a estudiar un fenómeno socio-cultural extremadamente complejo, diverso y diacrónico, desde una perspectiva esencialmente homogeneizadora y sincrónica. Aspecto que evidentemente ha tributado a perfilar las preferencias por algunas de las temáticas antes mencionadas y también ha incidido en las formas de abordarlas (desde lo lúdico, religioso, racial, lingüístico, folklórico, etc.), y de hecho ha contribuido a configurar algunos de los paradigmas esenciales al momento de investigar estos temas desde disciplinas como la Antropología y la Arqueología.

2. Arqueología y diáspora africana en la República Dominicana

En relación con la Arqueología es importante recalcar que, salvo contadas excepciones de estudios pioneros relacionados con el cimarronaje o limitadas intervenciones en ruinas de antiguos ingenios azucareros (De Soto 1989; García Arévalo 1986; Landers 2003; Peguero 1989; Vega 1987a; Weik 1997), en el ámbito dominicano los estudios sobre la cultura material desde esta disciplina se han inclinado hacia los temas indígenas o hacia los contextos representativos de la colonialidad como encarnación esencial de lo hispánico. Esto evidentemente no se encuentra divorciado del contexto social y político teñido de exclusiones en el que han tenido que abrirse paso los estudios sobre la diáspora africana, y a su vez señala hacia una limitante dentro de ese campo de investigación. Limitante que contribuye a generar la idea de una supuesta invisibilidad de la cultura material vinculada con ese fenómeno.

En concordancia con esta carencia resaltan los estudios sobre los espacios monumentales urbanos relacionados con las formas de despliegue del poder (ya sea militar, social o religioso) de las élites colonizadoras en el pasado (Flores Santana, 1986; Ortega, 1982; Ortega y Valdés, 1982; Olsen Bogaert et al., 1998,1989). Aspecto que a su vez ilustra cierta prioridad de los estudios sobre la cultura material presente en ese tipo de contextos, los que además son intervenidos desde una óptica que prioriza básicamente la restauración arquitectónica como propósito central.2 Esta situación contribuye a aupar, consciente o inconscientemente, una conexión histórica y cultural aislada y prioritaria con ciertos grupos sociales y étnicos, lo que promueve un sentido casi univoco de correspondencia e identificación con ellos.

Esta preferencia por develar y estudiar la cultura material inherente a ciertos grupos étnicos o sectores sociales evidentemente mutila o deja trunco lo que la sociedad considera como su “patrimonio”, y por consiguiente aquello con lo que históricamente y simbólicamente se considera conectada o identificada, con las consecuentes incidencias que esto acarrea para la aceptación o proliferación de ciertos temas de estudio, la protección, conservación, divulgación, o puestas en valor de determinados contextos o elementos de la cultura material, pero sobre todo, retarda y obnubila la compresión de la complejidad y diversidad sociocultural inherentes a su pasado y su presente.

Esa perspectiva tampoco se desconecta del todo de la creencia que los africanos incidieron poco en el plano material, y por tanto su trascendencia cultural debe ser estudiada esencialmente a través del llamado patrimonio intangible. A esos efectos el análisis y la comprensión de varios aspectos relacionados con el tema de la diáspora africana pueden ser cubiertos básicamente, o únicamente, desde los estudios históricos documentales, etnográficos o folklóricos. Esto sin dejar de lado que en ocasiones dentro de ellos se percibe una tendencia metodológica ingenua que intenta establecer correspondencias directas3 entre aspectos culturales o socialesreconocidos para ciertas regiones de África con elementos de la cultura material o espiritual vinculados a la diáspora africana en el Caribe y en especial en La Española.

En el caso específico de esta última tendencia es necesario señalar que, los intentos de establecer una relación directa entre evidencias de cultura material o espiritual y un grupo étnico específico significan obviar los cambios generados por diversas situaciones de dominación e interacción social en las que estuvieron inmersos los africanos, es decir, obviar una convivencia multi-étnica que tuvo lugar en diferentes momentos, situaciones y contextos, y que evidentemente es uno de los factores que incide en la diversidad de expresiones que asumieron las evidencias materiales vinculadas con el fenómeno de la diáspora. A esto se suma que las sociedades del occidente de África, espacio desde donde fueron traídos una cantidad numerosa de esclavos hacia La Española y el Caribe, no estuvieron congeladas en el tiempo, estas sufrieron cambios en sus instituciones sociopolíticas, patrones de intercambio, organización, y formas de habitación, debido a su incorporación al mercado mundial dominado por Europa. Aspecto que pudo incluir nuevas especializaciones artesanales, o la modificación, supresión, o asimilación de otros elementos dentro de las existentes, a partir de su relación con los enclaves comerciales coloniales. En esencia, los intentos de relación directa también son imposibles por loscambios acaecidos en la propia África después del contacto con los colonizadores (Hauser y DeCorse 2003: 82). Esto significa que dentro del contexto de la diáspora la heterogeneidad es un factor que mitiga las supervivencias directas o miméticas desdeÁfrica hacia La Española y el Caribe en general4.

A partir de ambos enfoques limitantes en los estudios sobre la cultura material asociada con la diáspora africana, la materialidad generada por la presencia de africanos desde una interacción multiétnica que tuvo lugar desde momentos, y en procesos y contextos coloniales muy tempranos, no solo se minimiza u obnubila, sino que la invisibilidad de su presencia mutila el contenido diverso y multivalente de algunas de las supuestas propuestas de “patrimonio cultural nacional”, y convierte muchos de esos contextos (o sectores dentro de estos) en algo similar a lo que el antropólogo francés Mark Auge (1993: 85) define como no lugares. Es decir, espacios que son condenados a no definirse o señalarse como espacios de identidad ni como espacios relacionales e históricos, al ser vaciados de una experiencia o de una parte de su vinculación con el mundo. Un ejemplo especial de ese fenómeno fue el hallazgo hace unos años de los restos humanos de un esclavo africano con un grillete en excavaciones arqueológicas en las ruinas del Convento de San Francisco en la llamada ciudad colonial, cuyo estudio fue prácticamente prohibido a los investigadores (Luna Calderón 1992: comunicación personal) y su presencia ha sido ignorada o silenciada dentro de la información disponible para la compresión de ese contexto colonial urbano.

Por otro lado, un análisis más profundo de lo anterior indica que la proliferación de no lugares en contextos o espacios vinculados con lo africano no solo se manifiesta a través de los temas priorizados por los estudios de Arqueología o de cultura material en general, es decir, no solamente pasa por la exaltación de unos contextos o lugares en detrimento de otros, sino también por las formas en que se abordan o estudian los que supuestamente han sido definidos como lugares “prioritarios” o “representativos de lo nacional”, además de los esquemas o clichés generados al estudiar la materialidad inherente a los espacios considerados “menos trascendentes” por su vinculación con grupos étnicos o sectores sociales considerados marginales o menos significativos.

3. Los supuestos “contextos prioritarios”

Comencemos por el análisis de aspectos relacionados con el estudio de los contextos históricos que han recibido mayor atención, o al menos han sido más propensos a ser intervenidos desde la Arqueología. La revisión de las investigaciones realizadas en ellos ilustra que a pesar de haber existido cierto interés en estudiar la cultur material inherente al llamado periodo de contacto (García Arévalo 1978, 1991), la Arqueológica desarrollada en espacios coloniales, y sobre todo en enclaves coloniales urbanos, se ha distinguido por intervenciones que priorizan lo “atractivo” o trascendental por su vinculación con ciertos personajes o instituciones, con muy poca atención a los espacios domésticos relacionados con sectores sociales menos relevantes económica o políticamente. Aspecto que evidentemente no está del todo divorciado del predominio de los objetivos empíricos y poco generalizadores de una Arqueología que ha estado definida por su carácter contingente y argumentada esencialmente por propósitos de conservación y rehabilitación de ciertos inmuebles o monumentos relacionados con un sector social en el pasado. Esto ha generado que elementos relacionables con las culturas africanas o indígenas presentes en algunos de esos espacios pasen inadvertidos, sobre todo porque fue precisamente en los contextos domésticos dentro de los mismos donde esos grupos o sectores sociales tuvieron mayor dinamismo e interacción, y donde a su vez realizaron algunos de sus primeros y principales aportes.

Lo anterior se evidencia en ciertos contextos arqueológicos de enclaves coloniales donde la cultura material refleja una interacción social y étnica compleja, demostrada por patrones emergentes que evidencian la incorporación de elementos indígenas o africanos en áreas o infraestructuras no llamativas o poco visibles (Ewen, 2000; Ferguson, 1980; Ortega y Fondeur, 1982; Smith, 1995; Veloz y Ortega, 1992; Weik, 2004), y en aspectos como la dieta o la preparación de alimentos (Reitz y Mc Ewan, 1995). Esto además de precisar investigaciones más certeras, implica sobre todo enfoques que trasciendan el reporte de la cultura material indígena o africana solo como meros indicadores cronológicos o étnicos, y contribuyan a comprender procesos más complejos como adaptación, dominación, desintegración social, hibridación cultural, pero también resistencia y mestizaje.

Ilustremos lo anterior con algunos ejemplos de investigaciones arqueológicas en La Española y en otras partes del Caribe, en ellos la cultura material presente en diversos escenarios fue estudiada sin una visión preconcebida y desde enfoques que priorizaban perspectivas como interacción multiétnica, transculturación y etnogénesis.

Un primer ejemplo en relación con las primeras villas fundadas en La Española por los colonizadores europeos lo refieren las recientes investigaciones en La Isabela, donde los estudios sobre las patologías existentes en la población de ese primer enclave de dominación colonial de Las Américas a través de los restos humanos presentes en el mismo, han arrojado la presencia de individuos de origen africano entre los tripulantes de esta primera expedición colonizadora (Cucina et al., 2013: 216), los que posiblemente fueron utilizados como esclavos o sirvientes.

Otro ejemplo lo constituyen los estudios realizados por la Dra. Katleen Deagan y sus colaboradores en la villa de Puerto Real (Deagan, 1995), una de las primeras trece villas coloniales fundadas durante el siglo xvi en La Española. El estudio cuidadoso de los espacios domésticos en las ruinas de ese antiguo enclave colonial, ilustró la presencia de cerámicas confeccionadas por africanos5 en coexistencia con las alfarerías indígenas y españolas. Aspecto corroborado por estudios tecnológicos especializados (Smith 1995: 356-365) y complementado por la información de los registros históricos.

En Puerto Real, las investigaciones sobre las cerámicas como componente arqueológico mostraron la presencia de esta alfarería que fue producida localmente pero cuya manufactura y composición no la relacionan con las tradiciones indígenas o españolas, sino que parecen haber estado vinculadas con la población esclava africana. Además de que su aparición es precisamente coincidente con cambios importantes en la composición étnica del lugar generada por la introducción de esclavos africanos, aspecto reflejado claramente en los registros históricos sobre ese enclave colonial (Hodges y Lyon 1995).

Las cerámicas relacionadas con los africanos en Puerto Real aparecen esencialmente después de 1550 y van en aumento de acuerdo al ciclo de vida en esta villa hasta alcanzar su mayor representatividad después de 1578, sus recipientes son mayormente cuencos simples de forma hemisférica, sin decoraciones y con paredes gruesas, además de que en la pasta predominan las inclusiones de cuarcita. Por otro lado, la alta presencia de deposiciones de hollín en fragmentos de vasijas recuperados ha sido considerado el reflejo de su uso esencialmente para cocinar (Smith 1995: 338-347).

Por otro lado, la existencia de estas cerámicas en Puerto Real en coexistencia con cerámicas europeas y otras en las que se rememora la presencia importante de tradiciones indígenas ilustra que, lo que en ocasiones se ha definido por la Arqueología bajo etiquetas generales como colono ware ; cerámicas de transculturación, o loza común, pueden ser variables en el tiempo, en relación con los contextos en los que aparecen así como los componente étnicos que coexistieron o fueron introducidos o reflejados a través de ellas, además de las propias necesidades de los colonizadores y la variedad de sus vínculos con la población sojuzgada.

Lo anterior no solo indica la coexistencia e interacción multiétnica presente en muchos de los espacios domésticos de los enclaves coloniales, sino que también llama hacia una revisión con otros enfoques y métodos de una buena parte de la cultura material, sobre todo de las cerámicas que hasta ahora han sido absolutamente atribuidas a un grupo étnico, o en el mejor de los casos han sido consideradas como expresión de procesos de transculturación dicotómicos en los que solo intervienen europeos e indígenas.

Esa revisión si bien no puede perder de vista las necesidades específicas generadas por los procesos de adaptación del colonizador europeo, tampoco puede desechar interacciones complejas entre individuos sometidos a distintas situaciones de dominación colonial, lo que propició el desarrollo de múltiples formas de “agencia” como respuestas ante condiciones concretas.


Un tercer ejemplo que ilustra cómo el enfoque con el que se acomete el estudio de los espacios coloniales urbanos puede contribuir a develar la cultura material relacionada con la diáspora africana, lo encontramos en los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas en el área de letrina de un inmueble de la segunda mitad del siglo xviii (1781) en la Habana Vieja conocido como Casa del Comendador. En ese espacio se exhumaron enterramientos humanos caracterizados por una marcada ritualidad indicada por la selección y preparación cuidadosa de un área que permitía aislar su contenido, además de colocarse elementos asociados a los restos óseos cuyas particularidad ritual los asemejan a un culto congo de origen bantú, especialmente el conocido en los estudios de las religiones afrocubanas como palo monte. Modalidad fundamentada en el culto a una nganga o recipiente contentivo de diferentes sustancias minerales, vegetales y animales que simbolizan fuerzas concentradas y cuya función precisamente consiste en apropiarse de esos poderes. Además de vincularse con un culto a los antepasados que incluye los restos de un difunto como elemento fundamentalen el contenido del ritual (Roura Álvarez 2002: 4-10).

Este tercer ejemplo es posiblemente el indicador de una aptitud de resistencia cultural, y de la capacidad de “agencia” en los africanos que supera por mucho las ideas tradicionales de meros sujetos colonizados, deculturados, e incapaces de poner en práctica o de manejar formas de representación material y simbólicas de su identidad aún en condiciones de dominación, y en situaciones y contextos diversos dentro de la misma. Dentro de estos últimos no solo se incluirían los espacios rurales, sino como ya hemos dicho los contextos urbanos, incluso algunos de ellos considerados como los más representativos e icónicos del poder colonial, en los cuales pudieron encontrar o crear las condiciones para esas representaciones, ya fuera de manera oculta o bajo la máscara de la supuesta asimilación cultural.

Un cuarto ejemplo en este sentido lo aporta el estudio arqueológico de uno los cementerios indígenas más importantes de las Antillas y el Caribe en el siglo xvi, el Chorro de Maita. Este cementerio vinculado a un contexto de dominación de indios encomendados en el oriente de Cuba arrojó (Valcárcel Rojas et al., 2011: 231) la presencia inequívoca de al menos un individuo africano además de dos individuos de origen mestizo uno de ellos con posibles ancestros africanos y europeos (Valcárcel Rojas, 2012).

Las investigaciones en ese contexto de encomienda también pusieron de manifiesto que el mismo fue un espacio de pluralidad humana y cultural que había sido enmascarado por la marginalidad asumida en el estudio de ciertos sectores dentro del sitio y por las visiones de homogenización o dicotomización cultural (solo europeos e indígenas) del contexto. Aspecto que incluso trascendió hacia la forma en que se concebían la relaciones socioculturales articuladas dentro del mundo de los dominados, las que casi siempre han sido consideradas como parte de una postura única frente al poder colonial (Valcárcel Rojas, 2012).

Por último, y en relación con este tipo de contextos, no está de más referir otras de las particularidades que asume ese fenómeno dentro de los estudios arqueológicos de la diáspora africana en las Antillas Menores. En el llamado Caribe francófono, en islas como Guadalupe y Martinica, la arqueología llevada a cabo en espacios ocupados por los esclavos dentro de las plantaciones (Kelly, 2008) demostró importantes variaciones temporales en los materiales y las formas de construcción de sus viviendas, aspecto que al parecer estuvo en estrecha relación con factores como la disponibilidad de ciertas materias primas locales (lo que abarataría los costos constructivos), pero también con las condiciones que demandó el tratamiento de los africanos en coyunturas históricas específicas como la ocurrencia de la revolución francesa y la abolición y restauración posterior de la esclavitud en el caso de la isla de Guadalupe. Estos últimos fenómenos pudieron implicar cierta mejoría en las condiciones de vida de los esclavos africanos de esa colonia francesa, además de una mayor inserción de estos en la economía local, lo que evidentemente repercutió en los aspectos de su cultura material.

A diferencia de lo anterior, en la colonia francesa de Martinica la situación fue distinta, en ella la esclavitud nunca fue abolida, por el contrario, la construcción de estructuras permanentes de piedra para separar los espacios de vivienda de los esclavos parece haber sido una medida de protección por temor a rebeliones como la ocurridas en Saint Domingue, aspecto que evidentemente también incidió en la cultura material asociada con los africanos y en su inserción en la economía local (Kelly, 2008). En esencia, la repercusión de las diferentes coyunturas o situaciones históricas en este caso contribuyen a ilustrar en parte la diversidad y variaciones tanto en la cultura material como en otros aspectos de la arquitectura relacionados con la diáspora africana, y de hecho dan fe de la complejidad en el estudio e interpretación de los lugares ocupados por los africanos dentro de los propios contextos de dominación colonial en todo el Caribe.

En las Antillas que estuvieron bajo la incidencia de la colonización inglesa quizás el ejemplo más elocuente sobre la presencia cultural y capacidad de agencia desarrollada por los africanos son los llamados caribes negros de la isla de San Vicente, comunidades descendientes de indígenas caribes y africanos traídos al Nuevo Mundo como esclavos (González, 1988). Los llamados caribes negros no solo representan una muestra de la mezcla cultural y biológica entre africanos e indígenas, sino también un ejemplo de resistencia frente a la colonización inglesa de esa isla y de la capacidad (agencia) adoptada por estos grupos marginalizados para mantener una posición que les favoreciera aprovechando los conflictos derivados de las contradicciones entre las propias potencias imperiales coloniales.

En el Caribe anglófono una vez más las cerámicas asociadas con los africanos, también ofrecen un ejemplo interesante de sus actividades y de la cultura material producida por estos en contextos de dominación. Evidencias de esas cerámicas han sido exhumadas en el fuerte militar de Brimstone Hill en la isla de St. Kitts, y muestran similitudes formales con otras confeccionadas en la región, sin embargo, las especificidades en sus temperantes y pastas han permitido identificar los posibles espacios geográficos de procedencia de las arcillas además de rectificar ideas y datos existentes sobre los intercambios de cerámicas producidas por africanos en diferentes islas6 (Ahlman et al., 2008).

El repertorio de estas cerámicas así como el amplio rango de formas que estas presentaron dentro de ese contexto colonial militar demostró el extenso uso de las mismas, e indicó que su producción pudo ser una de las actividades secundarias realizada por los esclavos africanos, al igual que ciertas producciones agrícolas domésticas, como una forma de palear su situación y proveerse de muchos elementos que debido a su propia condición no les eran suministrados, o se hacían de manera insuficiente por sus amos (Ahlman et al., 2009). Esto demuestra que los esclavos africanos no solo pudieron usar estrategias para satisfacer necesidades nutricionales sino también de otro tipo y crear formas de intercambio y cooperación entre ellos. En el caso que nos ocupa la existencia de un mercado e intercambio de esta cerámica además de abarcar largas distancias pudo integrar africanos esclavos o libres, por lo que no debió estar del todo fuera de la ley o debió ser admitido por los amos al proveerle beneficios económicos a partir del comercio de esos bienes, o abaratar sus propios costos de manutención al ahorrar la compra de ciertos utensilios. Este tipo de intercambio pudo contribuir a establecer diferentes lazos o relaciones entre los esclavos o entre estos y africanos libres, vínculos que evidentemente descansaron detrás de la producción, creación e intercambio, no solo de cerámicas, sino también de otros bienes que evidentemente pudieron haber sido producidos o utilizados ampliamente en diferentes contextos y momentos dentro de la dominación colonial.

4. Los “contextos marginales o marginalizados”

La invisibilización de los elementos de cultura material vinculados con la diáspora africana en la República Dominicana también pasa por el poco interés arqueológico y la reducción de la complejidad en temas vinculados al estudio de los espacios considerados marginales o marginalizados, como los palenques o manieles u otras formas de aislamiento creadas por los africanos o sus descendientes para vivir en libertad.

Ese aspecto necesariamente pasa por la necesidad de aprehensión de los elementos materiales generados por la creación, reproducción o adopción de formas culturales de diversos grupos humanos en las condiciones de vida en esos espacios, lo que una vez más se vincula con la capacidad de “agencia” para sobrevivir y de hecho con la creación de nuevas directrices culturales, lo que ha llevado a que algunos autores (Ewen, 2000; Groovert, 2000; Kelly, 2008; Landers, 1990; Weik, 1997) los definan como espacios de criollización. La complejidad y diversidad asociada a la cultura material de estos sitios en La Española ha sido referida desde aspectos registrados y descritos por los investigadores esencialmente a partir de los documentos históricos (Esteban Deive, 1985, 1989; Landers, 2003), pesquisas que deberían guiar o al menos constituirse en un referente importante para las investigaciones asociadas con la cultura material desde métodos arqueológicos o de otra índole. A esto se suma la necesidad de manejar referentes de procesos similares que han sido bien estudiados o documentados en otras islas del Caribe (La Roza Corzo, 1989, 1999, 2006) o en otros espacios americanos (Decorse, 2007; Orser, 1998; Landers, 1990, Luciano Franco, 1973; Weik, 2004).

Desde el punto de vista arqueológico los pocos sitios de cimarrones reportados arqueológicamente en la República Dominicana contienen evidencias claras del uso de ornamentación africana y amerindia así como de otros elementos materiales europeos modificados. La metalurgia fue aparentemente practicada, así mismo se confeccionaron pipas, armas de metal, implementos de concha y cerámica que muestran evidencia de formas y decoración realizada por los africanos por lo que proveen una aproximación más detallada y realista de la contribución de estos al desarrollo cultural del Nuevo Mundo (Deagan, 1988: 223; García Arévalo, 1986; Vega, 1987).

La riqueza y complejidad de este tipo de contextos en La Española ha sido ilustrada por estos escasos estudios arqueológicos a través de los cuales se ha logrado ubicar el lugar donde en la segunda mitad del siglo xviii en la Sierra del Bahoruco pudo estar enclavado un maniel o refugio de cimarrones (en especial en cavernas y abrigos rocosos). En este lugar las evidencias materiales (en particular los restos humanos) junto a fechados de radiocarbono, indican que debió tratarse de un espacio inicialmente utilizado por los indígenas y posteriormente por los africanos (Vega, 1987), lo que evidentemente ilustra la diversidad de cultura material que puede estar presente en este tipo de contextos marginalizados así como la necesidad de un enfoque diacrónico al momento de enfrentar su estudio.

Otro ejemplo claro lo ofrece el estudio arqueológico del sitio conocido como José Leta ubicado en la provincia de La Altagracia en una zona con pocas vías de acceso, en este lugar los materiales aparecen casi a nivel de superficie y permiten inferir algunas de las actividades relacionadas con la presencia de los africanos en ese espacio. Dentro los materiales encontrados sobresalen las argollas metálicas de cobre de diferentes tamaños, las que probablemente fueron usadas como adorno corporal, a juzgar por las estrechas similitudes con las encontradas en enterramientos esclavos de la isla de Barbados. Las argollas también fueron deformadas con el propósito de confeccionar instrumentos como, punzones, ganchos, o anzuelos. La presencia de tiras de metal laminado usadas para confeccionar otros útiles rudimentario como puntas de flechas, junto a la presencia de escorias de fundición, fragmentos de hierro, hojas de cuchillos, yunques y tenazas rústicas, evidencian la existencia de actividades de fundición y forja o la práctica de otros oficios metalúrgicos por los africanos en ese contexto (García Arévalo, 1986).


Las cerámicas de este lugar también constituyen otro elemento interesante, estas se corresponden con fragmentos de tinajas para agua que difieren en su confección de las tradicionales cerámicas indígenas, aunque también se reportan fragmentos correspondientes a cerámicas de tradición amerindia (Chicoide) junto a un majador lítico y fragmentos de buren.

Otros hallazgos en cavernas de esta zona oriental de la República Dominicana incluyen una daga metálica sin empuñadura, puntas de lanzas metálicas y botijuelas de cerámica, además de argollas similares a las descritas para José Leta. También se han reportado la existencia de vasijas u ollas de difícil identificación cultural con diseños en pintura negra en su interior, y platos o escudillas que reproducen las formas de ese tipo de recipientes españoles aunque utilizando otras técnicas para su confección. Todos estos elementos junto a una datación de radiocarbono (270 +75 AP) remiten la cronología de ese espacio marginalizado vinculado con esclavos fugitivos a los inicios del siglo xviii (García Arévalo, 1986: 48-52).

Otros ejemplos de la variedad, diversidad, y complejidad de este tipo de contextos considerados marginalizados asociados con la diáspora africana se encuentran relacionados con los estudios arqueológicos que enfatizan en la ruptura de los cliché sobre el uso de ciertas áreas o espacios geográficos para crear los mismos, además de su relación con las modalidades o formas de cimarronaje desarrolladas por los esclavos (La Roza Corzo, 1999). Una vez más es lícito referir que investigaciones en ese sentido se ha desarrollado en otras partes del Caribe, y han mostrado la diversidad de paisajes geográficos vinculados a las acciones de cimarronaje como forma de resistencia esclava, incluido un énfasis especial en las zonas pantanosas (La Roza Corzo, 2006) y no solo su asociación con altas montañas o espacios rurales. Aspecto que desde hace algunos años también ha venido abordándose desde las fuentes históricas a través del estudio de lo que ha dado en llamarse cimarronaje urbano (Deschamps Chapeaux, 1983), o de lo que acertadamente Richard Price (1981) ha definido como “ambientes extremos”.

La materialidad estudiada por las investigaciones arqueológicas en refugios de cimarrones de otras islas también ha mostrado los impactos del consumo de ciertos productos, como la carne de jutías en la dieta de estos individuos (La Roza Corzo, 2006) así como el intercambio y el comercio mantenido con haciendas y tiendas de aldeas cercanas. En esencia han manejado las diferencias contextuales de paisaje y geografía en relación con las posibilidades de subsistencia y sus incidencias en el tipo de relaciones sociales, ajustes en las formas de vivienda así como en los tipos de sistema tácticos de defensa. Además de analizar como las condiciones de vida que imponían esos contextos hicieron posible la puesta en práctica de tradiciones culturales y conocimientos de los que eran portadores los africanos antes de su traslado a América o en conjunción con hábitos desarrollados en las plantaciones y habilidades nacidas de su precaria vida de acoso.

La complejidad y lo controvertido de los tema de cultura material relacionados con la diáspora además de los aspectos ya mencionados incluyen y exigen la revisión cautelosa de otras expresiones como las manifestaciones de arte rupestre (Arrazcaeta y García Pérez, 2008; La Rosa Corzo, 2007; Pereira, 2008). Discusión que al igual que en el caso de las cerámicas se inscribe en la percepción de una relación cerrada entre cultura material y etnia, y por tanto deriva hacia las formas de representación de la identidad y la complejidad de múltiples factores concernientes a su expresión material.

Las discusiones en torno a la identidad africana de ciertas manifestaciones de arte rupestre también parecen recordar una vez más que los grupos de identidades no son pasivos y que no son un reflejo directo de culturas y leguajes, por lo que deben ser entendidos en relación con los contextos culturales y las relaciones sociales en las cuales estuvieron inmersos, lo que evidentemente también se expresa a través de la cultura material. Estas discusiones, una vez más esbozan que no existe un contexto o contextos ideales o únicos al estudiar la cultura material de la diáspora africana. Aspecto que debe ser tomado en consideración por la Arqueología al investigar la formación de identidades en los afro-descendientes, y en especial al estudiar la diversidad de la cultura material representada en distintos contextos así como el significado multi-variado que pudieron asumir distintos objetos y paisajes.

El planteamiento anterior asume mayor relevancia si tomamos en consideración que los patrones culturales, sociales y tecnológicos relativos a la cultura material de los africanos han sido referidos desde fuentes secundarias o aislados en fuentes primarias cuya validez y relevancia en ocasiones son inciertas. En ese mismo sentido, el estudio de la cultura material relacionada con la diáspora africana también exhibe la tendencia a establecer analogías fundamentadas en aspectos externos de forma, sin tener en cuenta contextos, situaciones y en algunos casos cronología o momentos en que esta se generó. Esto implica no solo una diversidad de expresiones materiales que están en relación con la ausencia de un contexto ideal único relacionado con la diáspora africana sino también de un estilo único.

5. Conclusiones

A partir de todo lo hasta aquí esbozado, y a manera de conclusiones, es importante señalar algunos aspectos que a juicio nuestro contribuirían a impulsar o perfilar un estudio más coherente de la cultura material relacionada con la diáspora africana en la República Dominicana, y por tanto contribuirían a desmitificar su supuesto sentido de “invisibilidad”.

Es necesario un tránsito de los estudios arqueológicos en la República Dominicana desde una perspectiva lineal de aculturación hacia una perspectiva más diversa de transculturación y etnogénesis para explicar los primeros momentos del período de contacto y la aparición de las llamadas sociedades criollas. La implementación de esto, se lograría en parte estudiando o enfatizando más en las intervenciones de contextos domésticos o poco reconocidos en los cuales una diversidad y recombinación de conjuntos materiales reflejan los contactos y las interacciones entre personas de diversas etnias, culturas y afiliaciones sociales. Aspectos que en su mayoría no aparecen documentados históricamente.

Los registros arqueológicos (urbanos o rurales) del siglo xvi o incluso posteriores no pueden ser estudiados e interpretados exclusivamente por la dicotomía indios-españoles sino que se requiere la atención a la influencia o contribución de múltiples etnias, géneros y clases. Los conceptos de transculturación etnogénesis manejados desde la perspectiva de sus reflejos en la materialidad proveen un importante instrumento en ese sentido.

Lo anterior también implica la necesidad de una ruptura con la percepción monolítica de lo africano, o lo relativo a la diáspora como un solo contexto. En ese caso la simplificación asumiría un matiz inverso en el que los estudios sobre la diáspora concentrados en categorías generales como “lo africano” o “lo negro” subsumen el abordaje esencial de los aspectos de cultura material así como de patrimonio intangible presentes en otros contextos o espacios.

Es vital, como hemos demostrado, tomar en cuenta experiencias de otros espacios en el abordaje de estas problemáticas de investigación, el fenómeno de la diáspora africana en La Española no puede ser explicado (en todos los sentidos) de manera coherente sin tomar en consideración experiencias, referentes y datos de otros lugares del Caribe o de América. Este no puede ser explicado solo desde el marco estrecho de lo local y desde los vaivenes de la política y las necesidades coloniales inherentes solo a esta parte (oriental) de la isla.

La desconexión y el desfase con estudios en el Caribe donde se discuten estos temas, y donde se discuten aproximaciones metodológicas y las problemáticas que estas entrañan, implica poca percepción de la necesidad de aproximaciones holísticas que engarcen la perspectiva regional o isleña, o que prioricen su comparación y contextualización con respecto a procesos acaecidos en otros espacios.

Por último, están los peligros que esto entraña para la protección del patrimonio, y el reconocimiento de las identidades como procesos diversos y cambiantes que se reflejan en una pluralidad de la cultura material y en la real conformación patrimonial y cultural dominicana.

En esencia no es posible comprender los procesos vinculados a la diáspora africana y su trascendencia cultural y social sin una aproximación lo más holística posible, que tome en cuenta las particularidades regionales, las experiencias en otros espacios caribeños así como una percepción diacrónica, compleja y diversa. Aspectos que también incluyen enfoques desde la Arqueología y los estudios de la cultura material de la resistencia y el mestizaje.

Notas

  1. En la búsqueda de información para este artículo el autor recibió el apoyo de sus estudiantes del INTEC Patricia Villar, Julissa Mercedes y Virginia Ruíz. Si algún valor presentan estas reflexiones también se debe al esfuerzo desplegado por ellas.
  2. Esto implica que esencialmente la Arqueología esté condicionada por la intervención en sitios particulares o preocupada por el rescate de lotes de evidencias con sentido museable, aspectos que priorizan los trabajos de rescate y restauración, con ausencia de enfoques y tratamientos sistémicos y generalizadores. Este aspecto señala hacia una Arqueología que es básicamente acometida o aplicada para obtener fines intermedios, en lo que debe ser el objetivo final de la disciplina como Ciencia Social, la explicación de procesos sociales.
  3. Esta tendencia parece ser parte de una asimilación esquemática de los planteamientos del antropólogo Melville Herkovits quien fue uno de los primeros en plantear que el estudio de los patrones de comportamiento de los afro-descendientes no podían ser entendidos en términos biológicos, sino en base a representaciones de rasgos culturales que podían ser trazados tomando en cuenta el occidente de África. Esos factores incluían lenguaje, música, comidas así como elementos de la cultura material (Hauser y DeCorse 2003: 69)
  4. Los estudios de la diáspora no pueden ser asumidos solamente desde un modelo deemisión- recepción. África como emisora y las Américas como área receptora. Esto debido a que desde el momento en que los africanos partían desde las costas de África ya había numerosas etnias mezcladas. Por otro lado, los esclavos podían pasar de un destino a otro, y podían conocer una variedad de locaciones y sistemas de esclavitud, a lo que se suma que en algunos espacios, europeos, indígenas americanos y africanos vivieron en estrecho contacto por más de tres siglos como en las minas del cobre o de Santiago del Prado en Santiago de Cuba (Landers 2003; Portuondo 2012: 108-135). Estas continuas permutaciones culturales y su entramado motivado entre otros factores por las migraciones múltiples, las interacciones multiétnicas, aún dentro de las grandes categorías de indígenas y europeos enriquece más la historia de la diáspora pero también hace su estudio más complejo y complicado.
  5. Esta cerámica no rememora la cerámica europea o la cerámica indígena local y se ha definido como Christophe Plain, y su análisis morfológico y contextual ha sido la base para sugerir la identidad cultural de sus creadores
  6. Tradicionalmente se había considerado que la mayoría de este tipo de cerámica encontrada en Saint Kitts había sido producida en la isla de Nevis, lugar con una gran tradición de producción de cerámica, sin embargo, el análisis de unos 665 tiestos de esta cerámica recuperados en un contexto colonial como el fuerte militar de Brimstone Hill mostraron (a través de análisis macroscópicos y de neutrón activado) que la mayoría de los tiestos recuperados habían sido producidos localmente (Ahlman, et al., 2009)

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Datos de filiación

Jorge Ulloa Hung. (Santiago de Cuba, Cuba 1965). Doctor en Arqueología en la Universidad de Leiden (Holanda) donde actualmente es postdoctoral Researcher, además de Profesor Investigador delÁrea de Ciencias Sociales y Humanidades en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).

El estudio que ha dado lugar a este artículo ha sido posible gracias al soporte del convenio de cooperación entre el INTEC y la Universidad de Leiden a través de su programa ERC SynergyNEXUS 1492 auspiciado por el Consejo Europeo de Investigación en virtud del Séptimo Programa Marco de la Unión Europea (FP7/2007-2013) / ERC grant agreement n° 319209.

Email: Ulloa12cu@yahoo.com