Los gobiernos invierten grandes presupuestos en el sector Salud, pero casi siempre estos están dirigidos a la construcción de edificaciones, así como la obtención de medicamentos y equipos, para diagnosticar y tratar enfermedades que van cambiando de generación en generación. Así mismo, la industria farmacéutica y la tecnológica aportan innovaciones en sus respectivas áreas con mucha frecuencia. Hay grandes inversiones en investigaciones en el área médica, aunque dirigidas principalmente a identificar nuevas formas de terapia. Pero, ¿y porque no invertimos en Educación para la Salud? Esto no solo reducirá notablemente los problemas de salud de la población, sino que resultaría más económico para todos.
Un simple ejemplo es el de la Diabetes Mellitus, enfermedad que afecta a miles de personas, las cuales, podrían educarse sobre la misma, pero al no hacerlo, tanto el presupuesto familiar como el estatal aumentan, enfrentando complicaciones previsibles que subsanarían con orientaciones adecuadas.
La educación para la salud debe dirigirla el propio Estado, a través de programas bien definidos, e incluirla en diferentes niveles de la educación escolar.