Introducción
Previo a la pandemia de COVID-19, ya se habían realizado diversos estudios sobre la vulnerabilidad de los estudiantes universitarios con relación a la salud mental en situaciones tales como la transición a la adultez, las dificultades económicas (Cao et al., 2020), el proyecto de vida y las nuevas responsabilidades y presiones sociales (Cardona-Arias et al., 2015). Adicionalmente, se ha identificado que este grupo tiende a presentar menor capacidad de autorregulación de las emociones, en comparación con los adultos (Medrano et al., 2015). Debido a estas exigencias sociales, psicológicas y académicas, los estudiantes universitarios pueden desarrollar problemas de salud mental como ansiedad, trastornos depresivos y abuso de alcohol y drogas (Bohórquez, 2007). Durante el año 2020, los estudiantes universitarios se enfrentaron a todos estos retos mientras, simultáneamente, afrontaron la pandemia de COVID-19 y los cambios que ha significado esta enfermedad en su vida laboral, académica y social.
El virus SARS-Cov-2 es un síndrome respiratorio agudo severo que provoca la enfermedad COVID-19 (Wu et al., 2020). Fue considerado pandemia desde marzo de 2020 y ha afectado a más de 468 millones de personas en distintos países hasta marzo de 2022, causando la muerte de más de 6 millones de personas (World Health Organization, 2022). Ante la rápida propagación del virus, la medida por excelencia para evitar el contagio durante el año 2020 fue la cuarentena, trayendo beneficios a la salud física; sin embargo, esto afectó la salud mental y emocional de las personas (Brooks et al., 2020).
Particularmente, los estudiantes universitarios, en especial aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad (Reyes, 2021), son un grupo sensible a los efectos de la crisis actual, ya que han estado expuestos a efectos emocionales producto de la incertidumbre, la ansiedad por el futuro, los cambios repentinos en la educación y las dificultades financieras (Sahu, 2020). De igual manera, los cambios en las metodologías utilizadas en las instituciones de educación también han significado un incremento en la ansiedad de este grupo (Aker & Midik, 2020).
La ansiedad, según la Asociación Americana de Psiquiatría (2014), se define como la anticipación a una amenaza futura y se diferencia del trastorno de ansiedad debido a que, al padecer del trastorno, el individuo presenta síntomas más excesivos por períodos prolongados. Beck et al. (1985) definen la ansiedad como una percepción al peligro y la sobreestimación de la capacidad que tiene la persona de enfrentarse a tal situación.
Gracias a investigaciones previas en este ámbito, se ha identificado que la ansiedad se presenta como un proceso con cuatro sistemas de respuesta: cognitivo, fisiológico, afectivo y conductual (Clark & Beck, 2012). En primer lugar, se encuentran las manifestaciones cognitivas, consideradas la única vía de acceso de la expresión interna de la ansiedad y pueden ser preocupación, tensión, escasa concentración y memoria, despersonalización, entre otras (Díaz-Kuaik & De la Iglesia, 2019). Con respecto a los procesos fisiológicos, se ha identificado que cuando un individuo experimenta ansiedad, se produce una activación del sistema nervioso autónomo, preparándolo para actuar en situaciones de amenaza o peligro (Cazalla-Luna & Molero, 2014). Algunos de estos síntomas son: tensión muscular en el cuello, sudoración, aumento del ritmo cardíaco, hiperventilación, manos frías, entre otros (Kozlowska et al., 2015).
En tercer lugar, los procesos afectivos, que consisten en la percepción que tiene el individuo sobre la sensación de la ansiedad y los estímulos perturbadores (Díaz-Kuaik & De la Iglesia, 2019b); pueden ser pensamientos intrusivos o preocupación, por ejemplo (Clark & Beck, 2012). Por último, Díaz-Kuaik y De la Iglesia (2019b) definen los procesos conductuales como reacciones que tienen el objetivo de controlar, prevenir, luchar o huir de la situación amenazante, tales como la evitación, la búsqueda de seguridad, la cautela, la paralización o el abandono.
La ansiedad es considerada un proceso distorsionado y posiblemente relacionado con niveles bajos de ciertos neurotransmisores como la serotonina y la dopamina (Bocchio et al., 2016). Cuando permanece en niveles normales y estables, la ansiedad puede ayudar al individuo a afrontar ciertos eventos que resulten desafiantes. Esto indica que la ansiedad tiene una función adaptativa en el ser humano (Cabeza Palacios et al., 2018). Sin embargo, cuando alcanza niveles muy frecuentes o intensos y se mantiene por periodos prolongados, pone en peligro la salud del individuo. La alta activación fisiológica mantenida por periodos prolongados puede desencadenar o mantener una disfunción orgánica, trastornos psicofisiológicos o desarrollo de inmunodepresión (CanoVindel & Miguel-Tobal, 2001). Estas reacciones son las que provocan el escape, la evitación o la lucha como respuesta a un estímulo amenazante (Orozco et al., 2014).
En las últimas décadas, la comunidad científica se ha interesado en evaluar la presencia y los niveles de ansiedad en las personas. Actualmente, las escalas y los instrumentos que se utilizan son: la Escala de ansiedad de Hamilton (HAS) (Hamilton, 1959); el Inventario de Escala de Autoevaluación de la Ansiedad de Zung (EAA) (Zung, 1971); el Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad (ISRA) (Cano-Vindel & Miguel-Tobal, 1999); el Inventario de Ansiedad de Beck (BAI) (Beck et al., 1988); y el Cuestionario de Ansiedad Estado-Rasgo (STAI) (Spielberger et al., 2002).
La ansiedad puede mantener a las personas alejadas de una posible exposición a un patógeno cuando se refiere a una enfermedad (Li et al., 2020), lo que puede contribuir con la disminución de infectados, como es el caso de la pandemia por el COVID-19. Sin embargo, esas condiciones de vida a largo plazo pueden reducir la función inmunológica y afectar el balance psicológico de la persona (Kiecolt-Glaser et al., 2002). Durante las primeras fases de esta pandemia, la población general reportaba síntomas de ansiedad, estrés postraumático y depresión (Li et al., 2020; Wang et al., 2020; Sibley et al., 2020; Roy et al., 2020; Galea et al., 2020), así como también incertidumbre, preocupación, dolor emocional y disrupción social y económica (Ghebreyesus, 2020).
Hasta marzo de 2020, se han realizado diversos estudios respecto al manejo de la ansiedad y la depresión en estudiantes universitarios en Latinoamérica.
Monterrosa-Castro et al. (2020) y Narváez et al. (2021) identificaron que los estudiantes colombianos durante la pandemia han presentado comportamientos derivados del pánico, la ansiedad desbordada y el miedo colectivo. Por esta razón, este grupo reporta sentir preocupación de estar expuestos al COVID-19, descuidando actividades diarias como respuesta a la ansiedad severa (Ardan et al., 2020). Otros factores que pueden contribuir al aumento de la ansiedad en esta población actualmente son la incertidumbre, combinada con las restricciones de movilidad y el aislamiento (Mesa et al., 2020).
En Perú, los estudiantes universitarios reportan bajos niveles de bienestar psicológico y amenazas al afrontamiento debido al COVID-19 (Campos et al., 2020). Por su parte, estudiantes universitarios brasileños presentan niveles importantes de estrés, ansiedad y depresión, pero estos son amortiguados por la empleabilidad, las rutinas y las creencias religiosas (Scorsonlini-Comin et al., 2021). En el caso de los estudiantes universitarios dominicanos, estos han optado por estrategias que significan un impacto negativo en la salud mental, tales como el consumo de alcohol o drogas y la negación. Esto influye negativamente en la autoaceptación, las relaciones positivas y el propósito de vida (Bello-Castillo et al., 2021). En el estudio de Mena et al. (2021) se encontró que los estudiantes universitarios salvadoreños presentan síntomas de ansiedad, siendo las mujeres más vulnerables a estos síntomas. Los hallazgos de Mena et al. (2021) coinciden con los descubrimientos de Vivanco-Vidal et al. (2020) en estudiantes universitarios paraguayos.
Igualmente, existen estudios dentro del contexto universitario, tales como Mena et al. (2021), en estudiantes salvadoreñas, Vivanco-Vidal et al. (2020), en estudiantes paraguayas, y Marelli et al. (2020), en estudiantes italianas, que indican que las estudiantes universitarias son más vulnerables a la sintomatología ansiosa. Con respecto a la edad, Vivanco-Vidal et al. (2020) y Orellana y Orellana (2020) encontraron que los estudiantes con edades entre 18 y 25 años presentaron mayor sintomatología ansiosa durante la situación del COVID-19.
Teniendo en cuenta el impacto que ha tenido la pandemia de COVID-19 en la salud mental y la escasez de estudios con muestras conformadas por estudiantes universitarios dominicanos, el objetivo general de esta investigación es identificar el grado de los síntomas de ansiedad reportados por estudiantes universitarios mayores de 18 años en República Dominicana durante el mes de octubre de 2020. De igual manera, los objetivos específicos son: a) Determinar si existe una diferencia en la ansiedad de acuerdo, al sexo; b) Identificar si existe una correlación entre la edad de los participantes y los síntomas de ansiedad; y c) Contrarrestar los resultados según la carrera cursada por los participantes. Los hallazgos de esta investigación contribuirán a la visualización de la situación de los estudiantes universitarios con relación a la crisis del COVID-19.
A continuación, se establece la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuál es la situación de los estudiantes universitarios residentes en República Dominicana con relación a la ansiedad en octubre de 2020?
Metodología Enfoque y tipo de estudio
Esta investigación tiene un enfoque de tipo cuantitativo. Su alcance es descriptivo-correlacional, ya que pretende dar luz a la situación de los estudiantes universitarios con respecto a la situación del COVID-19. El diseño es no experimental transversal, lo que indica que los datos analizados se obtuvieron en un momento único (Hernández-Sampieri et al., 2014).
Muestra y estrategias de muestreo
La muestra para este estudio fue de 239 estudiantes de varias universidades en República Dominicana con edades entre 18 y 50 años. Los criterios de inclusión que se tomaron en cuenta fueron: (1) residir en la República Dominicana, (2) tener entre 18 y 50 años de edad y (3) ser estudiante de grado activo en una universidad del país. El rango de edad oscila entre 18 y 50 años (M = 20.78 años, DE = 3.89). La estrategia de muestreo que fue utilizada para reclutar a los participantes fue el muestreo no probabilístico en cadena o redes de alumnos universitarios de acuerdo a los criterios previamente mencionados.
Instrumentos
Para caracterizar la muestra, se administró un cuestionario sociodemográfico donde se indagó sobre información relevante acerca de la edad, el sexo, el estado civil y la carrera universitaria.
Para evaluar la variable de ansiedad, se utilizó la adaptación española del Inventario de Ansiedad de Beck (Sanz, 2014). El Inventario de Ansiedad de Beck (BAI) es una autoevaluación corta que busca medir la severidad y el nivel de los síntomas de ansiedad fuera del rango normal (Beck & Steer, 2011). El instrumento está diseñado para evaluar adolescentes y adultos y toma en cuenta cuatro procesos multidimensionales de la ansiedad: afectivo, conductual, fisiológico y cognitivo. Consta de 21 ítems en formato Likert donde se pide al participante determinar qué tan de acuerdo o en desacuerdo está con cada enunciado. Los enunciados presentan afirmaciones sobre las molestias típicas asociadas con la ansiedad durante la última semana. Las respuestas de enumeran del 1 al 5, siendo 1 completamente en desacuerdo y 5 completamente de acuerdo. Las puntuaciones se suman y se categorizan en distintos niveles de ansiedad: 0-7 indica ansiedad mínima, 8-15 ansiedad leve, 16-25 ansiedad moderada y 26-63 ansiedad severa (Steer et al., 1993). Los autores del inventario sugieren que a partir de la puntuación 16, se puede considerar como una ansiedad clínicamente significativa (Beck & Steer, 1993).
El instrumento en este estudio mostró una consistencia interna medida por Alpha de Cronbach satisfactoria, con un valor de .94 (véase Taber, 2017). La escala ha mostrado tener adecuadas propiedades psicométricas en estudiantes universitarios bolivianos (Chiarella, 2021), mexicanos (Lima-Sánchez et al., 2020) y españoles (Sanz, 2014), así como también la población general argentina (Vizioli & Pagano, 2022). De igual manera, Beck & Steer (2011) indican que el instrumento consta de buenos índices de fiabilidad y validez.
Procedimientos y análisis de la información
El levantamiento de datos fue llevado a cabo en el mes de octubre de 2020 de manera virtual, anónimamente, utilizando la plataforma de Google Forms. Los participantes leyeron el consentimiento informado de manera digital, donde se les explicó en qué consiste el estudio, la ausencia de riesgos y el beneficio único de aportar en los avances de la ciencia. Posterior a esto, completaron el cuestionario sociodemográfico y el BAI. Al finalizar, estuvo a la disposición de los participantes los contactos de centros de atención psicológica a bajo costo. Para el análisis de datos se asignó un código único para la identificación de cada participante. Una vez recabados los datos, estos fueron cargados en el programa estadístico JASP (Versión 0.16; JASP Team, 2020). Se realizaron análisis descriptivos, prueba de t de Student para muestras independientes y ANOVA.
Consideraciones éticas
Este proyecto cuenta con la aprobación del Comité de Ética Institucional de la Universidad Iberoamericana (UNIBE), garantizando la protección de sus participantes siguiendo los lineamientos de la Declaración de Helsinki. Número de aprobación: CEI2020-247.
Resultados
El objetivo general de este estudio fue determinar los niveles de ansiedad de los estudiantes encuestados. La tabla 2 indica que el 60.66 % de los estudiantes universitarios presenta sintomatologías clínicamente significativas, es decir, de nivel moderado y severo (Beck & Steer, 1993).
El primer objetivo específico fue conocer si existen diferencias en los niveles de ansiedad entre hombres y mujeres. Para esto se realizó una prueba t de Student para muestras independientes. Las mujeres presentaron niveles de ansiedad significativamente mayores que los hombres (t = 3.48, p <.001). El tamaño del efecto se reportó a través de la d de Cohen (d), bajo la interpretación de Hernández-Sampieri y Mendoza (2018), siendo d=0.558 un tamaño de efecto mediano (véase la tabla 3 para las estadísticas descriptivas e inferenciales).
El segundo objetivo específico del estudio consistió en determinar si existe una correlación entre la edad de los participantes y los síntomas de ansiedad. Se identificó que la correlación de Pearson entre estas variables no fue significativa (r = -.11, p > .05).
El tercer objetivo específico fue contrarrestar los resultados según la carrera cursada por los participantes. Para esto, se realizó un Análisis de Varianza (ANOVA) tomando como variable dependiente la puntuación de ansiedad y como variable independiente la carrera, para determinar si los estudiantes presentan distintos niveles de ansiedad según la carrera que cursan. Las carreras contrastadas fueron Salud, Negocios y Otras. No se encontraron diferencias significativas entre la ansiedad de acuerdo a la carrera cursada (véase tabla 4).
Discusión y conclusiones
La pandemia del COVID-19 ha causado un gran impacto en la salud mental a nivel mundial, provocando la aparición de niveles altos de ansiedad, depresión y consumo de sustancias (Bello-Castillo et al., 2021). Uno de los grupos que ha sido afectado por esta crisis son los estudiantes universitarios (Castro et al., 2020). En este sentido, República Dominicana tiene la necesidad de realizar más estudios respecto a los retos de la salud mental en el ámbito universitario en el contexto de esta pandemia.
A continuación, se presenta la discusión de los resultados obtenidos en la presente investigación acerca de la sintomatología ansiosa en estudiantes de universidades dominicanas durante el mes de octubre de 2020. El propósito principal consistió en identificar el grado de los síntomas de ansiedad en esta muestra. A luz de esto, se encontró que la mayoría de los participantes (60.66 %) reportó sintomatologías clínicamente relevantes de ansiedad (moderada y severa). Estos resultados coinciden con los hallazgos de Mena et al. (2021), Narváez et al. (2021), Scorsolini-Comin et al. (2021), Vivanco-Vidal et al. (2020) y Monterrosa-Castro et al. (2020), quienes muestran que los estudiantes universitarios en distintos países presentaron niveles severos de ansiedad durante la pandemia del COVID-19.
De igual manera, el estudio tenía como objetivo específico determinar si existe una diferencia entre los niveles de sintomatología ansiosa de acuerdo al sexo.
Los resultados indican que existe esta diferencia. Se encontró que las mujeres, estudiantes universitarias, presentan mayor grado de síntomas de ansiedad que los hombres. Esto coincide con los hallazgos de Mena et al. (2021) en estudiantes salvadoreñas; Vivanco-Vidal et al. (2020), en estudiantes paraguayas; y Marelli et al. (2020), en estudiantes italianas. Estos resultados pueden indicar que el incremento de las exigencias académicas y laborales (si aplica), las demandas de quehaceres domésticos, las relaciones familiares, la reducción de autonomía y desatención a sí mismas pueden estar contribuyendo a la ansiedad en este grupo (Orellana & Orellana, 2020).
El segundo objetivo específico de este estudio fue determinar si existe una correlación entre la edad de los participantes y los niveles de ansiedad reportados. Luego de analizar los datos, no se encontró una correlación entre estas variables. Estos resultados difieren de Vivanco-Vidal et al. (2020) y Orellana y Orellana (2020), quienes identificaron que los jóvenes estudiantes con edades entre 18 y 25 presentan mayor ansiedad. Por último, el tercer objetivo específico consistió en contrarrestar los resultados según la carrera cursada. El análisis ANOVA indica que no hay diferencias significativas entre las carreras.
A la luz de los resultados obtenidos, se evidencia la necesidad de desarrollar planes de intervención que protejan la salud mental de los estudiantes universitarios. Es indispensable que las instituciones de educación superior fomenten los servicios institucionales de asistencia psicológica y que abran espacios para discutir el impacto de la pandemia en los estudiantes.
El presente estudio tiene ciertas limitaciones que deben ser consideradas para su interpretación. En primer lugar, la muestra no es representativa de los estudiantes universitarios dominicanos, por lo que no se debe hacer una inferencia sobre toda la población. En segundo lugar, en este estudio hubo una sobrerrepresentación de ciertos grupos, estos son el grupo de estudiantes mujeres y estudiantes de carreras relacionadas a la salud. De igual manera, se considera una limitación el uso de la adaptación del Inventario de Ansiedad de Beck (Sanz, 2014) en una situación en la que los participantes pueden presentar, e incluso exacerbar, ciertos síntomas fisiológicos de ansiedad similares a la sintomatología del COVID-19. Por tanto, se recomienda considerar para estudios futuros un muestreo probabilístico para contrarrestar la sobrerrepresentación de ciertos grupos. Por último, existe la posibilidad de que la ansiedad reportada por los participantes se relacione con los retos académicos y personales que experimentan los estudiantes en esta etapa.
Pese a estas limitaciones, la utilidad de este tipo de estudio con muestras universitarias permite identificar la prevalencia de la ansiedad que afecta, en gran medida, a los estudiantes. Los resultados obtenidos permiten conocer la interacción de ciertas variables sociodemográficas —tales como edad, sexo y carrera universitaria— con el nivel de síntomas ansiosos. Este estudio puede facilitar que en futuras investigaciones se identifiquen grupos vulnerables a los efectos de la pandemia del COVID-19.