Ciencia y Educación 2017; 1(1): 83-86 • Autor Educativo • Sitio web: https://revistas.intec.edu.do/

Eugenio María de Hostos en tiempos líquidos: la vigencia de su pensamiento social

Eugenio Maria de Hostos in “liquid times”: The validity of his social thought

DOI: https://doi.org/10.22206/cyed.2017.v1i1.pp83-86

Universidad Interamericana de Puerto Rico, https://orcid.org/0000-0001-6324-8730, rcabrera@inter.edu

INTEC Jurnals - Open Access

Cómo citar: Cabrera Collazo, R. L. (2017). Eugenio María de Hostos en tiempos líquidos: la vigencia de su pensamiento social. Ciencia y Educación, 1(1), 83-86. https://doi.org/10.22206/cyed.2017.v1i1.pp83-86

La transición hacia el siglo xxi planteó, según el filósofo francés Guilles Lipovetsky y su concepto de la era del vacío, un resquebrajamiento de distintos órdenes de control. Se resalta el libre acceso al hedonismo y al consumismo, el predominio de lo individual sobre lo universal, la diversidad sobre lo homogéneo y lo permisivo sobre lo restrictivo (Lipovetsky, 2000).

Parecería como si estuviésemos inmersos en un mundo en que los procesos de socialización tradicionales son irrelevantes, y existe, por ende, una cosificación de muchas de las instituciones más típicas y reconocidas, resultado de esa progresiva cultura del individualismo.1 Damos prioridad al culto al cuerpo y a los aconteceres más narcisistas y superficiales. Observamos que la cotidianidad transita por la inmediatez, en la cual solo importa el presente y el ahora. Mientras tanto, lo que pasó y lo que pueda acontecer se pierden o se difuminan ante el empuje de un totalitarismo de lo individual, que sacude las bases de los valores y los principios morales existentes. Son estos tiempos líquidos, como nos los recuerda también el polaco Sigmund Bauman, y recipiente del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2010 (Bauman, 2007).

Vivimos y respiramos tiempos líquidos, en los que cada uno crea su propio molde para determinar sus decisiones y forma de vida. Existe una apatía al compromiso.

Eso de aspirar a un proyecto de vida se ha desvanecido. Se refuerza la idea de moverse, de cambiar, de fluir, de buscar siempre nuevas experiencias, pero sin afincarse en ningún lugar. No hay interés por conservar nada, sino por renovar constantemente, a fin de satisfacer el ánimo consumista. Saciar los deseos parecería una práctica inalcanzable. Esta realidad líquida, genera como resultado angustia en las personas, ya que parecen no contar con nada estable, duradero o fijo.

Como colofón a lo anterior, el fenómeno de la globalización y el neoliberalismo plantea cierta incertidumbre colectiva. Los mercados sin fronteras han propagado, por su parte, nuevos espacios no controlados que, a la postre, ejercen una nueva explotación y formas alternas de marginación hacia países, etnias y grupos que, como respuesta, han establecido sus mecanismos de resistencia, a veces pocos saludables y, por supuesto, destructivos. Entre esos, podemos mencionar el terrorismo, sobre todo ese que nace del seno musulmán. El riesgo de combatirlo ha aumentado el miedo, ha fomentado la pérdida de ciertas libertades para justificar la protección estatal y, por supuesto, ha robustecido la sospecha del emigrante como posible enemigo.

Podemos poner como ejemplo, la ciudad, esa aglomeración de personas que ha transformado el espacio natural en la urbe fría, de grandes edificios y servicios exactos que no tienen rostros. Este modelo de ciudad capitalista de avanzada, cuenta pues, con urbanizaciones y edificaciones acorazadas que nos separan a unos de los otros, de aquellos que son distintos a nosotros. En otras palabras, hemos cristalizado un tipo de mixofobia, o miedo a la mezcla socio-urbana. Es el recelo al otro, al diferente, pavor a compartir los espacios públicos urbanos, temor al intercambio social con el extranjero, ya no solo aquel de origen musulmán (Bauman, 2006).

Aunque parezca que la gran ruina moral y ética que vivimos se ha gestado en los últimos treinta años, debemos dejar claro que los males sociales y políticos, los sinsabores con las guerras, las ansiedades y las contradicciones ideológicas, las emigraciones forzosas, las hambrunas y los haberes de la criminalidad, entre otros, no son exclusivos de estos tiempos actuales. En ello, la literatura nos provee ejemplos maravillosos, como es la lucha existencial de Esther Summerson en Casa desolada, de Charles Dickens; o los controles sociales de la enfermedad propagada en la ciudad argelina, Orán, en La Peste de Albert Camus.

Reconocemos, pues, que cada generación es responsable en su tiempo de su propia crisis y, a su vez, busca soluciones. No podemos obviar que los problemas que nos ha tocado enfrentar y atender nos llevan a escudriñar señas del pasado que nos sirvan de estímulos y que nutran nuestras esperanzas de futuro. Como cual referente retroprogresivo, y rescatando las ideas del indio-catalán Salvador Pániker, pareciera como si se tratara de aprender a acercarnos al origen trascendente y unitario de nuestras desgracias, a fin de identificar alternativas ulteriores (2006).

De esta manera, al igual que los novelistas nos dan pistas, existen escritores, los que, al revisar sus tratados o disquisiciones, nos ofrecen también posibilidades y alternativas de futuro, dado que su carácter o esencia mantienen su universalidad y están vigentes. En este caso, nos atrevemos a mencionar al insigne e ilustre educador, filósofo, intelectual, libertador, sociólogo y escritor puertorriqueño, Eugenio María de Hostos y Bonilla, quien nació en Mayagüez, Puerto Rico, el 11 de enero de 1839.

Conocido como el Ciudadano de América, Hostos fue partidario de la independencia de las colonias antillanas y creyó en el establecimiento de una gran federación. Sus ideas se extendieron a otros países de América, gracias a las visitas que realizó a Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil, con el propósito de conseguir apoyo para la causa independentista antillana. En este caso, su trabajo La peregrinación de Bayoán, publicada en 1863, recogió mucho de su imaginario sobre sus postulados del antillanismo. Enseñó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, y fue el primer rector del Liceo Miguel Luis Amunátegui, de ese mismo país.

Hostos puede primarse de figurar entre los más grandes precursores de la ciencia política y la sociología americana. Eugenio Fernández Méndez lo describe como discípulo de Augusto Comte (1798-1857), autor de la Filosofía positiva, donde por primera vez se usa para referirse a la nueva ciencia, el término sociología; y de Herbert Spencer (1820-1903) que, en su First Principles (1862), expuso los dogmas básicos de su sistema de filosofía sintética basados en los principios de la evolución orgánica. Por lo que se refiere a la América Latina, el Ciudadano de América, se mece entre ese selecto grupo de grandes pensadores sociales de su tiempo, como los son Juan Bautista Alberdi y Sarmiento, en la Argentina, y Sylvio Romero y los hermanos Andrada en el Brasil, (Fernández Méndez, 1965, p. 43).

La obra escrita de Hostos, se compone de más de una veintena de libros. Su temprana vocación legalista quedó plasmada en Lecciones de Derecho Constitucional (1887). Fue autor de tres ensayos, a saber:

Biografía de Plácido (1872), Cartas, acerca de Cuba (1895) y Meditando (1909), obra póstuma que recoge el célebre Ensayo sobre Hamlet.

Eugenio María de Hostos murió el 11 de agosto de 1903, en la República Dominicana. Su cuerpo descansa en el Panteón de los Héroes Nacionales en Santo Domingo, siendo el único puertorriqueño en estar ahí. Como último deseo, pidió que le permitieran morir en Santo Domingo y que, cuando su patria quedase libre e independiente, llevasen sus restos a Puerto Rico.

Podríamos dedicar horas, hasta días, reflexionando sobre la amplia obra literaria de Hostos y su destacada vida como servidor. Sin embargo, debemos detenernos a evaluar qué hace a esta persona tan excepcional, al punto de invocar su pensamiento en estos tiempos líquidos para unos, vacíos, para otros.

Existe un aforismo entre los historiadores que sentencia que la historia no se repite, aunque haya situaciones parecidas con circunstancias diferentes. Dicho esto, no podemos asegurar que el pensamiento hostosiano se aplique, tal y como se pudo haber hecho en su momento histórico. Sin embargo, las transformaciones que Hostos vivió, las mismas que le hicieron ver los problemas de su generación, nos llevan a darnos cuenta de que existen realidades, ya denunciadas en otros tiempos, que se transmutan y se reacomodan a las épocas. Por ejemplo, si muy bien no se puede hablar en los términos de los caudillismos y esos prohombres intocables decimonónicos, hoy día nos topamos con otros elementos de represión y de esclavitud que generan sus propios desasosiegos. Nos referimos a los descontroles sobre el cambio climático, la globalización, el uso de las tecnologías emergentes, la ausencia de equidad y la violación de derechos, entre otros.

Hostos, precisamente, por medio de esas mismas preocupaciones que hoy día nos abaten, pero enmarcadas en el siglo xix, dejó como patrimonio cultural, dentro de su amplia producción académica, el que consideramos su trabajo mejor pulido y conceptualizado: Tratado sobre Sociología. Publicado en 1904, ya como obra póstuma, es un ensayo pionero de esta disciplina para el mundo hispanoamericano. A lo largo del libro, y una vez expuesto su método, el autor enuncia leyes y diagnostica patologías sociales. Se estudian casos históricos y hechos sociales que Hostos considera relevantes en ese momento, como es la condición de las ex-colonias españolas, evidenciando sus preocupaciones reformistas y emancipadoras. Por otro lado, construye su andamiaje teórico a partir de las corrientes de pensamiento en boga, en las postrimerías del siglo xix, especialmente el positivismo y el krausismo.

Tratado sobre Sociología es un ejercicio de introspección por parte de Hostos, ya como un ser humano maduro. El texto está planteado desde su experiencia con las realidades española, europea, antillana y americana, ricana, acumulado desde su infancia en suelo puertorriqueño y fuera del país. Esta obra queda matizada por sus enfrentamientos con la injusticia social, la opresión colonial, los males que marcan a la Europa del siglo xix y las pugnas internas, en especial los caudillismos, que hieren a los nuevos contextos políticos latinoamericanos.

En la actualidad, el neoliberalismo ha transformado la naturaleza de las políticas y las relaciones internacionales. En ocasiones, nos topamos con una privatización de empresas públicas, sin consultar a la ciudadanía. El Estado promueve una cultura de miedo, utilizando amenazas e intimidación para inhibir la oposición pública. Se observa, en no pocas ocasiones, que los procesos electorales se controlan a través de la manipulación y el dominio de los medios de comunicación (Petras y Veltmeyer, 2011).

Ya en pleno siglo xxi, Tratado de Sociología hace patente la necesidad de rescatar el valor de la dignidad humana para una globalización con enfoque humanístico. Para ello, esta obra nos arma con herramientas valiosas, denominadas, por el propio Hostos, como verdades necesarias para la existencia del ser colectivo e individual, ciudadano global en nuestros días, a saber:

1. La unión de las personas para fines individuales y colectivos.

2. La conservación de las sociedades.

3. El esfuerzo del trabajo físico, moral e intelectual.

4. La libertad individual y colectiva.

5. El desarrollo de las sociedades.

6. El fortalecimiento de la racionalidad colectiva en todos los tiempos y lugares; es decir, el fomento de la civilización.

La barbarie que identificó Hostos en los males de su momento histórico, se traduce en el siglo xxi en la ignorancia y el desorden de una sociedad esclavizada por los haberes globalizadores y neoliberales. No se puede depender de lo arbitrario y caprichoso, ya que esto, además de producir afecciones sociales, limita el desarrollo de las sociedades y fortalece las deficiencias morales. En resumidas cuentas, la moral para Hostos puede ser explicada como la evaluación del arte del buen vivir, de distinguir entre el bien y el mal, de valorizar las obligaciones y las responsabilidades que cada persona o sociedad se impone, a fin de darle pertinencia a la sensibilidad, la razón, la voluntad y la conciencia.

El proyecto social hostosiano, pone en evidencia la urgencia de afianzar una voluntad política y civil matizada por el sentido del deber, con el propósito de darle gobernabilidad a nuestras instituciones, asunto que sigue vigente y que cobra notoriedad en los tiempos que nos ha tocado vivir. Este proyecto expresado en su Tratado de Sociología es también una invitación a comprometernos con la construcción de nuestro propio futuro, aprendiendo de nuestros errores históricos.

Hostos creció intelectualmente en tiempos en que la visión política involucraba al Estado en la aventura necesaria y urgente de educar, para fortalecer la sociedad en un sentido integral. Para aquellos que transitamos esos mundos de la enseñanza, no está de más repasar la obra hostosiana. Sin embargo, esta tarea no solo sería útil para los educadores, sino también para los líderes de gobierno, y hacedores de las políticas públicas.

A pesar de todo lo gestado por Hostos, y lo que hemos relacionado y aplicado de este, a lo largo del siglo xx y en la centuria actual, no podemos pasar por alto la aparición de esos críticos que puntualizan que el pensamiento hostosiano ha perdido vigencia por ser poco práctico en estos tiempos líquidos y vacíos de nuestra inmediatez. En cambio, no debemos perder de vista que su influencia subsiste en ese interés constante de los posibles cuestionamientos a los dogmatismos.

Cuestionar y posar nuevas opciones a los controles de los dogmas es uno de los muchos elementos que alimentaba el esquema interpretativo de Hostos.

Para concluir, abrimos la discusión de cómo el ideario de Hostos se perpetua a través de nuevos postulados que, a pesar contar con otros nombres, mantienen muy activa la costumbre del deber social.

Al analizar, pues, la influencia filosófica de tantos siglos, sería imposible desligarnos de Hostos como persona, llena de virtudes, que vivió para predicar como ciudadano social. Vicente Géigel Polanco resumió su filosofía de vida como el mayor legado para las generaciones posteriores de la siguiente manera:

El mayor legado que hace a la posteridad es, indiscutiblemente, el de su propia vida: vida armoniosa, de virtudes eximias, en la que las pasiones se subordinan al sentimiento, el sentimiento a la razón, y la razón al dictado de la conciencia: vida ávida de crecimiento, de intensificación, de desarrollo interior, para poder proyectarse hacia los demás con más ancha capacidad de servicio; vida consagrada a las causas más nobles: el progreso, la cultura, la libertad. No obstante haber sido maestro de profundo saber, de palabra persuasiva, de amplios recursos pedagógicos y de fructuosa docencia, siempre quedará como su mejor lección la de su propia conducta ante la vida, ante los hombres, ante la consciencia. (1976, p.23)

A lo anterior, las preguntas que surgen son sencillas, pero retadoras: ¿qué elementos del pensamiento de Hostos podemos integrar en las agendas de trabajo y los proyectos de país o de nación de los gobernantes? ¿Qué estrategias utilizaremos para garantizar la integración y la utilidad de ese ideario hostosiano en los sueños de futuro de nuestras sociedades? Referencias:

Bauman, S. (2006). Confianza y temor en la ciudad. Vivir con extranjeros. Barcelona: Arcadia.

Bauman, S. (2007). Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbres. Barcelona: Tusquets Editores.

Hostos, E. M. (1904). Tratado de Sociología. Madrid: Bailly-Bailliere e Hijos.

Fernández Méndez, F. (1965). El pensamiento social de Eugenio María de Hostos. Revista de Ciencias Sociales, 9(1), 39-53.

Géigel Polanco, V. (1976). Ensayos Hostosianos. Boston: Florencia Publishers.

Lipovetsky, G. (2000). La era del vacío: ensayo sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Editorial Anagrama.

Pániker, S. (2006). Ensayos retroprogresivos. Barcelona: Kairós Editorial.

Petras, J., y H. Veltmeyer. (2011). Social Movements in Latin America: Neoliberalism and Popular Resistance. New York: Palgrave Macmillan.