Por décadas, los faros portuarios han constituido en economía el clásico ejemplo de bienes públicos que justifican la intervención del Estado. Desde economistas de la talla de John Stuart Mill, Arthur Pigou y Paul Samuelson, hasta los textos académicos más populares, como los de Gregory Mankiw, argumentan que debido a que no es posible excluir los barcos del beneficio que proveen y que es prácticamente imposible cobrar a cada embarcación en el océano por este servicio, el sector privado no tendría incentivos para construir faros en los puertos y, por tanto, deben ser provistos por el Estado. En su artículo Los Faros en Economía, de 1974, Ronald Coase desmonta esta idea.
Haciendo uso de la economía política, Coase analiza el desarrollo histórico y económico de la industria de los faros en Reino Unido y discute cómo incentivos incorrectos lograron que una industria eficiente y privada culminara controlada por el gobierno. Ahora, en su última obra titulada ¿Cómo China se convirtió en capitalista? (2012), escrita junto a Ning Wang, Coase hace nueva vez gala de la aplicación de este enfoque para desmontar otra idea comúnmente aceptada entre economistas: el ascenso de China en la esfera económica global se debe, en esencia, a la sabia decisión de las políticas económicas implementadas por sus gobernantes.
Coase y Wang sostienen que la base del rápido crecimiento y del desarrollo económico que ha caracterizado a China durante las últimas décadas se sustenta en una serie de “revoluciones marginales” iniciadas desde principios de 1970, que adquieren legitimidad durante el período de transición ocurrido tras la muerte de Mao Tse-Tung, en 1976, y el posterior gobierno liderado por Zhao Ziyang y Deng Xiaoping en la década de los ochenta. Estas revoluciones provocaron cuatro reformas fundamentales: (1) la reforma laboral, (2) la reforma agrícola, (3) la reforma de las empresas públicas, y (4) la reforma industrial.
Al momento de la muerte de Mao, China estaba sumergida en una profunda crisis social y económica. Las reformas implementadas por Mao desde su ascenso al poder –que incluyeron la colectivización de la producción agrícola y la abolición de la propiedad privada (1953), la prohibición de que los campesinos abandonaran sus tierras (1958), la política del Gran Salto Adelante (1958-1961) y la Revolución Cultural (1966-1976)– destruyeron los incentivos a la producción y provocaron hambrunas que culminaron con la vida de millones de personas.
A finales de la década de los setenta, ocurre un fuerte proceso de migración donde unos 20 millones de jóvenes —casi el 10% de la población —que eran forzados a trabajar en los campos deciden trasladarse a las ciudades. Dado que la única opción de trabajo eran las empresas públicas, muchos tuvieron que recurrir a la práctica, hasta entonces ilegal, del autoempleo. En 1979, con fines de liberar presiones sociales, la ciudad de Wenzhou permite el emprendimiento y, en 1981, el Comité Central del Consejo de Estado aprobó la política en todo el territorio nacional.
De forma similar, la liberalización de otras actividades económicas ocurre al margen de las autoridades centrales en zonas periféricas del país. Por ejemplo, en la Villa de los mendigos (provincia Sichuan), en 1976, oficiales locales a cargo de las comunas permitieron que algunos campesinos cultivaran de forma privada pequeñas porciones de terreno. Dos años después, la producción privada fue tres veces mayor que la obtenida en las comunas, por lo que las autoridades locales otorgaron mayor libertad a los campesinos para decidir sobre la producción. Dado que la producción privada era prohibida, esta práctica se mantuvo restringida y en ocasiones oculta, hasta que fue levantada la prohibición en 1982.
La reforma de las empresas públicas constituyó el tercer pilar de transformación económica. Uno de los mayores problemas de controlar un territorio económico tan extenso como el de China era el exceso de burocracia y de concentración de poder en la autoridad central. Mao enfrentó esta dificultad mediante una amplia política de descentralización que otorgó cierta autonomía fiscal y de control de las empresas públicas a las autoridades locales, lo que permitió experimentar con los procesos de producción. A finales de la década de los setenta, fueron formalizadas un número importante de reformas que permiten a las empresas públicas locales poder contratar personal administrativo, mantener beneficios para reinversión y pago de bonificaciones, y decidir cuánto producir una vez fuesen cumplidas las cuotas establecidas por el gobierno central. Así, inicia un sistema de producción dual que combinó la dirección central y la economía de mercado.
La creación de las Zonas Económicas Especiales (ZEE) conforma la cuarta revolución marginal de transformación económica. Iniciadas en Shenzhen, pueblo costero al sureste de la provincia Guangdong, con el objetivo de disminuir la salida ilegal masiva de migrantes desde China, las autoridades locales solicitaron a empresarios de Hong Kong instalar algunas de sus operaciones en la parte continental. La facilidad de adquirir grandes cantidades de terreno a bajo costo, más una serie de garantías del gobierno local, facilitaron la negociación entre ambas partes. Más adelante, este acuerdo sirvió de referencia para que el Congreso aprobara la primera legislación para regular las ZEE, en 1980. Esto permitió que Shenzhen desarrollara el primer parque industrial a gran escala y se transformara de una zona pesquera de unos 30,000 habitantes a la tercera ciudad de mayor crecimiento en China, con más de 14 millones de personas.
La figura 1 muestra imágenes satelitales de las provincias de Guangdong, Shanghai y Jiangsu, tomadas en los años 1993 y 2013. Los puntos obscuros corresponden a niveles de luminosidad acorde a un índice, con escala de 0 a 60 puntos, elaborado por la National Aeronautics and Space Administration (NASA). Estas provincias contienen algunas de las ZEE más importantes desarrolladas en las zonas costeras de China. La intensidad de la luminosidad corresponde al desarrollo económico y al incremento de la densidad poblacional experimentados en estas áreas, lo cual en buena medida podría ser explicado por las ZEE.
China, las autoridades locales solicitaron a empresarios de Hong Kong instalar algunas de susoperaciones en la parte continental. La facilidad de adquirir grandes cantidades de terreno a bajocosto, más una serie de garantías del gobierno local, facilitaron la negociación entre ambaspartes. Más adelante, este acuerdo sirvió de referencia para que el Congreso aprobara la primeralegislación para regular las ZEE, en 1980. Esto permitió que Shenzhen desarrollara el primerparque industrial a gran escala y se transformara de una zona pesquera de unos 30,000 habitantesa la tercera ciudad de mayor crecimiento en China, con más de 14 millones de personas. La figura 1 muestra imágenes satelitales de las provincias de Guangdong, Shanghai yJiangsu, tomadas en los años 1993 y 2013. Los puntos obscuros corresponden a niveles deluminosidad acorde a un índice, con escala de 0 a 60 puntos, elaborado por la NationalAeronautics and Space Administration (NASA). Estas provincias contienen algunas de las ZEEmás importantes desarrolladas en las zonas costeras de China. La intensidad de la luminosidadcorresponde al desarrollo económico y al incremento de la densidad poblacional experimentadosen estas áreas, lo cual en buena medida podría ser explicado por las ZEE.
Coase y Wang denominaron estos eventos revoluciones marginales porque iniciaron en pequeña escala, la mayor parte en zonas periféricas, al margen de la autoridad central. Si bien es cierto que podemos señalar reformas económicas importantes promovidas desde el gobierno que pudieron dar inicio y hasta acelerar estos procesos –como la reforma de descentralización gubernamental promovida por Mao–, dichos procesos iniciaron desde abajo hacia arriba y no desde arriba hacia abajo, como muchos intelectuales suelen argumentar.
También, a pesar de sus fracasos económicos y sociales, Mao se mantuvo como un líder popular hasta su muerte y Hua Guofeng, primer ministro de China, heredó la difícil tarea de alejar el gobierno de la ideología radical maoísta, al tiempo que debía mostrar ser el legítimo sucesor del gobierno. Esto lo consigue reemplazando el statu quo ideológico por la experimentación y empleando “la práctica como criterio para probar la verdad”, que es adoptado como un nuevo dogma del gobierno. De esa forma, en la década de los ochenta, las pequeñas revoluciones marginales se convirtieron en grandes reformas, impulsadas y defendidas por algunos de los líderes más importantes del partido, como Deng Xiaoping y Zhao Ziyang.
China sin dudas ofrece una de las historias de crecimiento económico más trascendentes de finales del siglo XX. Sin dudas, la inserción de sus productos en el mercado global, junto a los cientos de millones de chinos que han salido de la pobreza y la pobreza extrema, ha contribuido a aumentar los indicadores de bienestar de toda la humanidad. Pero la historia del éxito económico de China es la del éxito que causa promover el derecho de propiedad privada y la libertad que tienen los individuos de emprender y operar en los mercados. También, es la historia de autoridades que institucionalizaron y proveyeron un marco jurídico a los procesos de creación de riqueza, creado a través de las revoluciones marginales; y es la misma historia observada en otras naciones en el período de postguerra, incluyendo Alemania, Japón, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Taiwán y Australia, entre otras (ver figura 2). El principal aporte de Coase y Wang consiste en identificar y recordarnos de esta historia propiamente.
Tras una serie de lecturas académicas impartidas en China durante la década de 1980, Milton Friedman destacó que los líderes del gobierno no entendían el rol de la libertad económica y la liberalización de los precios para promover la estabilidad y el crecimiento. Sin embargo, tras ver los resultados, Deng Xiaoping y Zhao Ziyang implementaron reformas importantes con la idea de que podrían utilizar el éxito económico capitalista para promover la revolución socialista. Luego de tres décadas de liberalización económica, hoy vemos en China un resurgimiento de las ideas de reemplazar el mercado por un rol más activo del Estado, al tiempo que el crecimiento económico en China ha mermado, lo que parecería ser que aproxima su estado estacionario. Si el país desea retornar a la senda de crecimiento que elevó el estándar de vida de millones de sus ciudadanos y colocar la economía en un nivel de estado estacionario de mayor ingreso per cápita, debe retomar el pragmatismo y las ideas liberales en que fundamentó sus reformas durante la mencionada década. A pesar de su larga historia, el futuro del éxito económico de China aún está por escribirse.
Referencias
• Coase, R. (1974). The Lighthouse in Economics. Journal of Law and Economics, 17(2): 357-376.
• Coase, R. & Wang, N. (2012). How China became capitalist. United Kingdom: Palgrave Macmillan.
• Gewirtz, J. (2017). Unlikely partners: Chinese reformers, Western Economists, and the making of global China. Boston: Harvard University Press.